Capítulo 5
Elena y Sarah se sentaron en una mesa de la cafetería, con tazas de café humeante frente a ellas. Sarah miró a Elena con curiosidad, esperando a que ella comenzara.
—Así que… ¿Qué es lo que querías hablar? —preguntó Sarah, tomando un sorbo de su café.
Elena jugueteó con su taza por un momento antes de responder. —Vi a Christopher Collins en la cafetería hoy.
Sarah levantó una ceja. —¿Y qué pasó?
Elena suspiró. —Estaba con otra mujer. Tuvieron un almuerzo juntos y parecían… cercanos.
—¿Otra mujer? —Preguntó Sarah confundida para luego sonreír como si hubiera encontrado el más grande de los tesoros —¡No me digas que te gusta el señor Collins! ¡Oh por Dios!
Elena se puso sumamente nerviosa mirando a su alrededor.
—Eres mi amiga Sarah, por favor te ruego que no se lo digas a nadie de la oficina, el Señor Collins no lo debe saber, imagínate me correría del trabajo.
—No te preocupes Elena, tu secreto está a salvo conmigo, pero supongo que el ver al señor Collins te molesto, o si no porque estarías así de rara desde que lo viste con esa mujer, amiga, no quiero que te hagas falsas ilusiones.
Elena asintió con tristeza. —Sí, lo hizo. Y no entiendo por qué. No debería importarme con quién sale él, no somos nada y no lo seremos, no tengo ni la milésima posibilidad de tener algo con él.
Sarah sonrió comprensivamente. —Pero te importa. Y eso está bien, Elena. No puedes controlar tus sentimientos.
Elena se mordió el labio inferior. —Es solo que… hemos tenido esta tensión entre nosotros desde aquel beso en el ascensor. Y ahora parece que él está siguiendo adelante, como si nada hubiera pasado.
Sarah la miró con simpatía. —¿Has pensado en hablar con él sobre eso?
Elena negó con la cabeza. —No sé si debería. Él dejó claro después del beso que fue un accidente y que no debería repetirse. No quiero hacer las cosas más incómodas entre nosotros.
Sarah apoyó una mano en la de Elena. —Entiendo cómo te sientes.
Elena asintió lentamente, sintiendo un nudo en la garganta. —Supongo que tienes razón. No puedo seguir evitando el problema para siempre.
Sarah sonrió alentadoramente. —Exactamente. Y recuerda, estoy aquí para apoyarte en lo que necesites, somos amigas, nos conocemos desde hace dos años.
Elena sonrió débilmente. —Gracias, Sarah. Eres una gran amiga.
Ellas se quedaron allí por un momento, disfrutando del café y la compañía. Finalmente, Elena decidió que era hora de enfrentar sus sentimientos de una vez por todas.
—Voy a hablar con él. No puedo seguir evitándolo —dijo Elena con determinación.
Sarah asintió con una sonrisa. —Eso es genial, Elena. Estoy segura de que todo saldrá bien.
Elena terminó su café y se levantó de la mesa. —Gracias por escucharme, Sarah. Y por darme el empujón que necesitaba.
Sarah se levantó también y le dio un abrazo reconfortante. —Estoy aquí para ti, siempre.
Elena se despidió de Sarah y se dirigió de regreso a la oficina, con un nuevo sentido de determinación. Sabía que no podía seguir ignorando lo que sentía, ni la tensión que existía entre ella y Christopher Collins.
Cuando llegó a su cubículo, se tomó un momento para respirar hondo y recoger sus pensamientos. Luego se dirigió hacia la oficina de Christopher y tocó suavemente la puerta.
—Pasa —dijo él desde adentro.
Elena entró y cerró la puerta detrás de ella. Christopher la miró con sorpresa en su rostro.
—Elena, ¿pasa algo? —preguntó él, frunciendo el ceño ligeramente.
Ella se mantuvo firme, luchando contra los nervios. —Sí, pasa algo. Necesitamos hablar.
Christopher la miró fijamente por un momento antes de asentir lentamente. —Claro, siéntate.
Elena tomó asiento frente a su escritorio, sintiendo el corazón latirle con fuerza en el pecho. No había vuelta atrás ahora. Era hora de poner fin de una ve por todas a esa situación incómoda entre los dos.