El hechicero y el dragón Parte 1

2128 Palabras
El movimiento del carruaje era agitado y la temperatura seguía subiendo, ese era por mucho el verano más caluroso que habían tenido en años y los rayos del sol que se filtraban entre las cortinas quemaban la piel. El carruaje se detuvo y un hombre tocó la puerta del carruaje. – Llegamos, señor. El visitante bajó del carruaje agitando su cabello pelirrojo y lo peinó hacia atrás, frente a él estaba un edificio de grandes torres y una mujer con ropas oscuras, la mirada agresiva y los brazos cruzados. – Llegas tarde Percival. Lumus Percival, administrador de la torre y hechicero de cuarto nivel, una institución cuando se trataba de investigación mágica, pero un hombre incapaz de ser puntual, obediente o disciplinado. – Aunque llegue tarde siempre estás esperando por mí. – ¿Tengo otra alternativa? – respondió Alicia, regente de la academia de alquimistas y dio la vuelta para guiarlo hacia la oficina principal. En su camino Lumus vio a muchos magos y hechiceros de todas las edades correr con libros bajo el brazo, durante la gestión de Alicia, la magia se encontró con dos de los descubrimientos más importantes del siglo; “gemas”, piedras preciosas creadas por las lágrimas de los espíritus puros que podían adherirse a diferentes materiales como la madera y el metal para crear armas que fueran más mortíferas y pudiera, de una vez y para siempre, derrotar a los espíritus corruptos. Y “plantas”, criadas por espíritus con propiedades mágicas. Al llegar a la oficina Alicia acomodó los documentos y se los entregó a Lumus, él se sentó y comenzó a revisar. Varios minutos después Lumus alzó la mirada – reclutaste un nuevo alquimista. – Lo hice, ¿cómo lo supiste? – Tu producción de elixires subió un 2.5% con respecto al mes anterior y no creo que haya sido el anciano – subió la mirada hacia ella. – Hago lo que puedo con lo poco que tengo – respondió Alicia sin mencionar al alquimista de ochenta y cinco años con artritis que trabajaba en la torre y que ya debería haberse jubilado. Lumus siguió pasando las hojas – el problema son tus ventas, siguen bajando. Las manos de Alicia se apretaron – tú conoces mis condiciones de trabajo, cada generación el maestro de la torre hace promesas sobre becas y oportunidades para plebeyos para que todos alaben con gratitud. Pero los huérfanos no aportan a la institución, soy yo la que tiene que pagar los salarios de maestros, conserjes, personal administrativo y cocineros. Si tan solo se les cobraran los uniformes o el material, pero ni siquiera eso. ¡Sabes cuánto cuesta un libro y lo mucho que me duele tener que compartirlo con estudiantes ingratos! – ¿Por eso robaste? Silencio. Alicia parpadeó varias veces y frunció los labios – no entiendo a qué te refieres. Durante todo el tiempo en que Alicia hablaba, Lumus no dejó de revisar los libros de contabilidad y al terminar los empujó sobre la mesa, todas las cifras que no coincidían estaban resaltadas. Alicia tragó saliva. – Te escuché – dijo Lumus – cada generación las becas se multiplican y también las exigencias. Te piden que produzcas mejores magos con un presupuesto que disminuye año con año. Es como pedirte un milagro – le dio la vuelta a una de las hojas – recientemente una maga llegó a la torre principal con una planta de hojas blancas, según la física la materia tiene tres estados, líquido, sólido y gaseoso. Pero las lágrimas de los espíritus ignoran la física. Ellas tienen cuatro estados, el gaseoso que se funde con su ser, el líquido que sirve como fertilizante para las plantas, el sólido que corresponde a las gemas, como acabamos de descubrir y un cuarto estado para el cual no hemos acuñado un nombre, pero que es pegajoso como la sabia y un poco más duro, esas lágrimas se transforman en semillas y crean plantas cien por ciento espirituales. Alicia miró las notas. Como bien sabían, existían plantas especiales y únicas. Ese conocimiento tenía más de cien años y nació con una anciana que salía al monte a recoger setas y entre ellas había una que era especial, los aldeanos las cocinaban para las personas enfermas y estas recuperaban su salud al instante. Después de que la anciana muriera su historia se volvió famosa y muchos fueron a la montaña a buscar esas setas. Fue así como dio inicio la alquimia, sin embargo, aún era poco conocida, porque muy pocos espíritus aceptaban ceder sus lágrimas. Se decía que solo aquellos humanos que lograban la compasión de un espíritu podían obtener este logro. Sin embargo, este no era un impedimento para la maestra de la torre académica que tenía en su sótano a cinco espíritus. – Con los cuidados correctos una de esas plantas producirá muchas más pociones y dará mejores resultados, de acuerdo a la relación digamos que, entre más sólida es una lágrima, más magia contiene – dijo Lumus. Alicia tragó saliva – tú, ¿le dirás a la torre principal de las fallas en los números? Lumus se encogió de hombros – para mí, es un error de contabilidad, no hace falta reportarlo. Alicia agrandó los ojos – no me lo esperaba, pensé que tú eras…, ya sabes, uno de esos amantes de los espíritus. – Las cosas cambian – respondió Lumus y se levantó – si eso es todo, tengo que ir a la siguiente torre. Alicia se levantó – ¿de cuánto será tu parte?, no te ofendas, pero no me gusta confiar a ciegas en las personas. Si hay dinero de por medio me siento más segura. – 10% de las ganancias en una cuenta privada que anoté al final de la hoja y 3% en especie, es lo justo – dijo Lumus. La hoja seguía en manos de Alicia – sabes, sí le diera esta hoja al maestro de la torre, perderías tu trabajo. Lumus se detuvo en la entrada – tienes un minuto antes de que suba mi participación al 15% Alicia entendió el mensaje. Lumus volvió a su carruaje y maldijo al sol una vez más. Alicia no mentía, él era diferente y hubo un tiempo en el que habría destruido toda la torre para liberar a los espíritus puros que estaban encerrados. Pero las personas cambiaban. Mejor dicho, las hacían cambiar a la fuerza. Hubo una vez, en las costas de Helbor, un mar que besaba los acantilados y elegía sacrificios humanos para mantener el flujo de energía. Se contaba que, mientras los pescadores aceptaran el tributo, el mar nunca se revelaría en su contra y los espíritus guardianes los protegerían. Así contaba la historia que fue pasando de boca en boca y muchos la consideraron un mito. Un marinero se embriagaba, caminaba peligrosamente junto a la orilla del barco, caía al agua por su torpeza y entonces, todo el pueblo celebraba su muerte como un sacrificio entregado a los espíritus para la seguridad y prosperidad de la isla. Excepto, que los espíritus no cobraban sacrificios humanos y el número de muertes se estaban elevando a un nivel bastante sospechoso. – Algo está pasando – dijo Edrein, un mago del tercer círculo que solía trabajar con Lumus – estoy bastante seguro de que se trata de un espíritu corrupto y está cometiendo asesinatos. No entiendo por qué no han enviado a alguien para investigarlo. Lumus sonrió – número uno – mostró el dedo índice de su mano derecha – el reino de Helbor es una pequeña isla con escasos recursos que no puede pagar los impuestos de la torre, número dos, una leyenda dicha de boca en boca no basta para justificar una exploración, se necesita una investigación previa, lo que nos lleva al número tres, Helbor no tiene los recursos para financiar una investigación y número cuatro, nadie lo hará de forma gratuita. – Lo que me estás diciendo es que las vidas de las personas en una remota isla carecen de valor para la torre – reclamó Edrein. – Sí, es justo lo que digo – respondió Lumus y suspiró – oye, a mi tampoco me gustan las reglas, por eso estamos estudiando, para ascender, convertirnos en hechiceros mayores, regir la torre y cambiar esa realidad. La lucha contra los espíritus corruptos no debería depender de la cantidad de oro existente en las arcas reales, debería ser una lucha santa. – Entonces hagámoslo – dijo Edrein. – ¿Qué? Edrein se inclinó sobre la mesa para hablar – vayamos a Helbor, atrapemos a este espíritu corrupto y detengamos las muertes. Es nuestra oportunidad. Lumus se levantó – no. – Pero tú dijiste… – Sé lo que dije, hablé de concentrarnos en nuestros estudios, ascender en nuestras posiciones dentro de la torre y cambiar las reglas, no dije que fuéramos personalmente a tratar con ese espíritu. Hay un protocolo, no cambias las cosas desde abajo, lo haces desde arriba. Así funciona. Edrein se puso de pie – ¿esa es tu política, o la de la familia Percival? – No metas a mi familia en esto. Tenemos un plan y sé que funcionará, así que dime, ¿estás conmigo? Edrein frunció el ceño y abrió su saco para tomar una hoja gruesa y doblada – esta es mi respuesta – dijo y la lanzó sobre la mesa – solicité mis vacaciones, iré a Helbor, atraparé a ese espíritu corrupto y no permitiré que siga tomando tributos, ¿estás conmigo? Lumus miró brevemente la hoja y descubrió que era verdad, Edrein hablaba en serio. No respondió. – Entonces, te veré después. Amigo – le dijo Edrein y le puso la mano sobre el hombro. Preocupado, Lumus le escribió a su familia y les pidió que enviaran un investigador a Helbor para cuidar de su amigo, agregó que era una persona importante. Un mago entrenado que en el futuro sería su asistente y no podía perderlo. Pero, ciertamente, Edrein no era tan buen mago y le faltaba mucho sentido común. Las cartas comenzaron a llegar. En los primeros días Edrein llamó la atención de las personas del pueblo por ser joven, sabio y temido. Muchos compartieron sus historias y lo más importante fue descubrir que, para los habitantes de Helbor, no había diferencia entre los espíritus puros y los espíritus corruptos. Ellos creían que ambas criaturas eran iguales y por eso honraban y alababan a un espíritu que, lejos de protegerlos, los estaba matando. Al terminar la primera semana, Edrein se reunió con todas las personas en la isla que acudían a la capilla del espíritu y les reveló la verdad, les habló de la corrupción, les dijo que los espíritus puros tenían prohibido cometer homicidio y rápidamente, las personas del pueblo dejaron la capilla. Algunos le escupieron al piso. – Idiota – dijo Lumus al leer esa parte. Esa noche hubo una tormenta, el investigador perdió de vista a Edrein y lo encontró, a la mañana siguiente, ebrio y tendido sobre la arena a un costado de la costa. De haber sido un día con marea alta, el investigador no habría podido salvarlo. Lumus pensó que eso cambiaría algo, sin embargo, no lo hizo. Edrein descubrió la identidad del investigador y a través de él, le envió un mensaje a su amigo. Decía: “sigo aquí” En la segunda semana algo cambió, según el investigador las prioridades de Edrein ya no eran el espíritu corrupto sino una mujer que vivía cerca de la costa y que buceaba para conseguir perlas. Sus conversaciones no eran breves y Edrein estaba muy interesado. Lumus se alegró, pensó que de esa forma Edrein se alejaría de su obsesión, entendería que cometió un error al ir solo a la isla y volvería a la torre. De momento Lumus le pidió al investigador que le diera privacidad a la pareja. En la semana tres el investigador explicó que Edrein había comenzado a investigar las cuevas y en un mensaje directo, le contó que había identificado a las criaturas. “Sirenas, amigo, son sirenas” Lumus tuvo un mal presentimiento y respondió de prisa – si has obtenido la confirmación visual de actividad corrupta en las costas de Helbor, envía los formularios llenados correctamente y yo presentaré la solicitud al comité, en una semana enviarán un grupo de exploración para detener al espíritu corrupto. No actúes solo – subrayó. La siguiente semana el investigador volvió. De Edrein no quedó rastro, ni siquiera un hueso que pudiera ser enterrado. Una lágrima bajó por la mejilla de Lumus, para esa visita forzó su capacidad visual y necesitaba ponerse gotas. Mientras cubría sus ojos para protegerlos durante el resto del viaje, pensó – todos los espíritus son iguales y todos deberían morir.
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