Corazón de Sirena Parte1

1935 Palabras
¿Qué hace especial a una pintura? Los trazos, la técnica, el uso de la perspectiva, el mensaje escondido entre las líneas y formas, o la sensación que se forma en el corazón del espectador cuando sus ojos y el alma de la pintura se encuentran. Para Román, lo que hacía especial una pintura era la exclusividad. Los ojos del espectador no solo deben encontrarse con una imagen, sino que esta debe ser única, bella e irrepetible. No sirve tener el retrato de una montaña o un bosque, si basta con abrir la ventana y ver el mismo escenario plasmado en la naturaleza, con colores más vivos y moviéndose frente a los ojos. La pintura, como copia de la naturaleza, era basura. Por eso Román odiaba el concepto del retrato y el paisajismo, si él pintaba algo, esa imagen, por sencilla o compleja que fuera, debía ser única e irrepetible. De ninguna manera podía ser una copia, lo que él pintaba, no debería ser encontrado por el ojo humano en ningún otro sitio, solo podía existir en su pintura. Debido a esa obsesión, era muy común escuchar noticias como: Román, el pintor demente, mandó a destruir un jardín. Román sacrificó un toro. Román, el pintor indomable taló el árbol en la entrada de la iglesia. Román… Su concepto de arte venía acompañado de destrucción, así garantizaba la exclusividad de sus obras, porque lo que las personas veían en sus pinturas, una vez que era capturado, dejaba de existir. Era una manía que pocos entendían y muchos condenaban. Sin embargo, dentro del mundo del arte, muchos coincidían en que sus pinturas eran únicas, bellas y colmadas de una sensación que no podía describirse. – Curioso – dijo Román. Alejandro sonrió – mi señor, en dos meses toda la capilla será demolida para construir la escultura del héroe Casian, los lugareños dicen que él pasó por aquí después de cruzar el valle de la mujer dormida y que se detuvo a mirar el océano para comunicarse con los espíritus, por eso, van a construir la escultura. Esta capilla – señaló Alejandro – en dos meses dejará de existir y si usted la pinta, será su último recuerdo, su testamento, existirá por siempre, a través de su arte – extendió los brazos. Román volvió a mirar la capilla con poco interés – busca algo más intenso, esto no basta – dio la vuelta. Alejandro se sintió perdido – pero señor, es un evento importante, cuando la escultura esté lista. – Incluso si la escultura es terminada, no importará – decretó Román con mucha decisión – porque el héroe Casian, no pasó por aquí. Alejandro miró hacia atrás sin comprender – pero, los lugareños. Román dio la vuelta y Alejandro casi se cayó, algunas de sus hojas con diseños arquitectónicos y mapas, cayeron al suelo. Román vio las hojas y recogió una de ellas – este es el valle de la mujer dormida – señaló en el mapa – y estos son los riscos, ¿qué ves en el medio? – El sendero que atraviesa el valle. – Exacto – señaló Román – y dime, ¿hace cuánto existe este sendero? Alejandro no tenía la respuesta. – Lo crearon hace ciento veinticinco años. Alejandro se lamentó – el héroe Casian vivió hace doscientos años. – Correcto, la capilla donde la mujer dormida se convierte en piedra, la visita del héroe, la escultura, todo es un invento para aumentar el comercio a través del turismo, yo no pinto falsedades, yo capturo almas. – Entiendo – dijo Alejandro con la voz entrecortada. Román suspiró y regresó sobre sus pasos para mirar el océano – te daré una última oportunidad, busca un pescado. – ¿Quiere cenar? – No, idiota – lo regañó – busca una criatura especial, un híbrido entre espíritus y humanos, tal vez un pulpo gigante, o una medusa del color del arcoíris. Encuentra algo único. Alejandro tragó saliva y miró el mar. Sobraba decirlo, Alejandro no sabía pescar. ***** En el fondo del océano, recuerdo de una civilización antigua, yacía una inmensa pirámide rodeada de grandes esculturas que asemejaban un ejército, cada uno de los soldados medía dos metros, todos tenían la barbilla ancha y músculos definidos. Marian nadó entre ellos buscando a su novio y cuando lo encontró, se acomodó entre sus brazos – mi trozo de cielo, ¿me extrañaste? Desde arriba, Olga se burló. – Deja de ser tan ruidosa – reclamó Marian. – Tú deja de ser tan ridícula, cualquier guardia en el palacio es perfecto para poner huevos y tú vienes aquí a buscar esculturas humanas – suspiró, porque no era la primera vez que decía ese argumento, ni siquiera la décima, y sin importar cuántas veces lo repitiera, Marian no escuchaba – dime – se acomodó sobre los hombros de la escultura que estaba a un lado para hablar con ella – ¿qué es lo que te gusta de ellos? Marian sonrió – no lo sé, pienso que son fascinantes – respondió mientras deslizaba los dedos por la barbilla de la escultura. Olga no pudo entenderlo, los humanos, esos seres de cuatro extremidades, le eran indiferentes y estéticamente grotescos. – Solo piénsalo – dijo Marian – gracias a ellos, nosotras existimos. De acuerdo a las leyendas, después del nacimiento de la corrupción muchos espíritus fueron afectados y desarrollaron sentimientos y emociones que no estaban permitidas. Una de ellas, fue la relación sentimental entre humanos y espíritus. De ese acto que se consideraba pecaminoso nacieron las sirenas. Físicamente, las sirenas eran criaturas con la piel de color azul, verde y turquesa, las escamas las llevaban en la frente, en la línea de los hombros hasta las muñecas, alrededor de la cadera y en el caso de las mujeres, sobre el pecho, sus ojos eran claros y su cabello tenía la forma de largos tentáculos blancos o descoloridos, respiraban por las branquias en sus cuellos y costados, y las membranas entre los dedos de las manos les ayudaban a nadar. Sin embargo, sus rostros tenían facciones humanas, desde las cejas que generalmente eran blancas hasta la barbilla, eran muy similares a esas personas que caminaban sobre la tierra, y era lo que Marian encontraba tan fascinante. Olga subió la mirada – oscurecerá pronto, hay que irnos antes de que el espíritu rey del océano llegue. Ven – le pidió a Marian y ella se despidió de la escultura con un beso. Las puertas del castillo se abrieron, Marian y Olga se unieron a la larga fila de sirenas y tritones que rodeaban el castillo, sin embargo, esa noche algo era diferente, los guardias del castillo estaban reunidos y el ambiente se sentía pesado. Olga nadó hacia su hermano – ¿qué está ocurriendo? La expresión de David no era agradable y le indicó a su hermana que bajara para que no llamara la atención – hay un rumor – habló despacio – dicen que hay un espíritu corrupto en las cuevas. Olga y Marian intercambiaron miradas, sabían que los espíritus corruptos existían, estaban ligados a su existencia por lo que era imposible no conocerlos, sin embargo, eso era todo lo que sabían. Los espíritus corruptos estaban envueltos en misterio por una fuerte razón, nadie quería involucrarse con ellos ni caer en sus engaños. – Van a atraparlo, ¿cierto? – preguntó Olga. David asintió – se hará una búsqueda en estos días, por ahora, ninguna debe salir del castillo, es peligroso. Las dos asintieron. Por seguridad, Olga tomó la mano de Marian y ella nadó de prisa, ambas estaban asustadas. Y no era para menos, por lo que sabían, la corrupción era contagiosa, sin embargo, ¿cuál era la forma de contagio?, toda la información referente a los espíritus corruptos estaba envuelta en la neblina, nadie sabía cómo hacían para convertirse, o si en el peor de los casos, un espíritu corrupto podría forzar la corrupción a un espíritu puro y entonces… Marian soltó a Olga para cubrirse las orejas y negar con la cabeza. Olga volvió – también estoy asustada, pero todo estará bien, en tanto no vayamos a las cuevas – le aseguró y miró la reunión, al igual que ellas, muchos estaban asustados, temían ir a la caza de un espíritu corrupto y regresar convertidos en algo que no tendría palabra para describirse – iremos a ver a los delfines, ¿te gustaría? Esa noche, aprovechando la oscuridad y la marea alta, Marian y Olga jugaron. No eran las únicas, otras sirenas más pequeñas tomaban turnos para dar piruetas en rededor de los delfines, ellos siempre eran buenos compañeros de juego. Marian lo estaba disfrutando, sacó la cabeza por fuera del agua y miró el cielo, la luna era muy brillante, tan blanca y llena de vida. Para celebrar su hora de juegos las sirenas empezaron a cantar, la tonada era rítmica y llena de tonos agudos, en cuanto Olga escuchó ese ritmo, negó con la cabeza y se hundió en el agua para tomar su turno y agregar un poco de su color de voz grave y lleno de vida. Las otras sirenas no estuvieron conformes y convirtieron el juego en una competencia, cada una disfrutaba de las tonalidades y matices que adoptaban sus propias voces al resonar en la superficie y no dentro del agua. Marian sonrió, se hundió en el agua y tomó la aleta de un delfín para seguirlo hacia la corriente, las voces de sus compañeras eran un eco que se perdía entre las profundidades, silenciosamente repitió la canción y dio un salto fuera del agua, al volver a hundirse no se dio cuenta de que atrapó la aleta de un delfín diferente o que este, en lugar de regresar, siguió hacia la corriente. Un poco más adelante, Marian se soltó, dio una larga pirueta y cayó al agua muy profundamente, la sensación sobre sus brazos era agradable, podía fingir que se hundía y que estaba totalmente sola, escuchando el silencio. Al abrir los ojos entendió que no lo estaba imaginando, había silencio, estaba totalmente sola, no había delfines, tampoco podía escuchar las voces de sus compañeras. Tras descubrir que se había perdido, nadó hacia la fuente de luz incandescente que ella pensó era la luna llena, emergió con prisa y al abrir los ojos, se encontró con el rostro de un hombre. Alejandro la miró y gritó. Marian parpadeó, no sabía cuánto se alejó del castillo, pero estaba muy cerca de la costa y a su lado había un barco extremadamente pequeño con una lámpara colgando en uno de los extremos, y dentro de ese barco, estaba el primer ser humano que vio en toda su vida, uno real, no hecho de piedra, sino de carne y hueso. Alejandro estaba mirando el cielo – fue un sueño – lo dijo en voz alta y sonrió – fue un sueño – se burló de su imaginación, se talló el rostro para limpiar el agua de mar que le salpicó y de pronto, volvió a ver a la criatura, que se supone era producto de su imaginación. Marian subió a la balsa, su cola se acomodó a lo largo, sus manos se apoyaron sobre la madera y silenciosamente, olfateó al hombre sobre la balsa, tocó su piel y sintió la textura de su cabello. Alejandro tragó saliva, deseando que fuera un sueño, la madera crujía, sobre su rostro caían gotas de agua fría y entre más deseaba que la criatura desapareciera, más cerca estaba ella. Presa del pánico y la desesperación, Alejandro tomó el remo, se aferró con fuerza y golpeó a Marian en la cabeza.
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