Una criatura mística, cuya existencia se encontraba ligada a los mitos y leyendas, un ser indescriptible que adornaba las fantasías y que llevaba por nombre: sirena.
Aun siendo tan especial, no era invencible.
La cabeza de Marian no sangraba, el golpe no fue lo bastante duro como para provocarle una hemorragia, pero sí para hacerle perder el conocimiento, sus ojos miraron el cielo, las estrellas y después, al hombre que la miraba desde el otro lado de la balsa con un remo en las manos.
Alejandro vertió agua sobre su rostro, sus dedos temblaban, no sabía qué hacer y de repente, escuchó un sonido extraño, una especie de gemido mezclado con una respiración entrecortada, ese sonido venía de la sirena.
– Eres real, tú…, tú eres real – pensó en voz alta y se acercó muy lentamente, no podía creerlo, incluso si lo repetía o si lo tatuaba sobre su cuerpo, ¡estaba mirando una sirena!
Con ayuda de la lámpara Alejandro miró detenidamente, el color de piel de Marian era azul, había rasgos humanos en su rostro, pero también había elementos que no podía describir, como la cola, las aletas, las branquias o la forma de sus manos y el color de sus ojos, tan extraños y blanquecinos.
Marian se agitó, estaba mareada y le dolía la cabeza, pero lo que más le preocupaba, era la sensación en su pecho.
Alejandro bajó la lámpara – no puedes respirar, te estás ahogando – tragó saliva.
Había dos cosas que podía hacer, la primera era bastante obvia, encerrar a la sirena, llevarla con el pintor y ganarse su confianza, no se trataba de un árbol o de una capilla, no, ¡él estaba a punto de entregarle una sirena!, nada podía compararse, una vez que Román completara su pintura, se ganaría el respeto de muchos y Alejandro estaría a su lado como su asistente.
La otra, era seguir siendo un ser humano.
Alejandro respiró hondo, se tragó la duda y eligió.
Cargar a Marian no fue fácil, su cuerpo era resbaladizo y no le gustó la sensación en sus manos, tampoco el aroma que venía de la criatura, pero se esforzó para sostenerla, la llevó a un costado de la balsa y la recostó sobre el agua. Una vez que Marian se hundió hasta el pecho, las branquias en los costados se abrieron y ella volvió a respirar. Sus ojos recuperaron el color.
Alejandro esperó unos minutos, no contó el tiempo, pero comenzó a dolerle la espalda por estar en esa posición, aun así, esperó.
En cuanto Marian se recuperó, salió de los brazos de Alejandro, se hundió en el agua y miró desde abajo la luz que venía de la balsa, después, nadó de regreso al palacio.
Alejandro respiró profundamente – bien, eso no pasó, sigamos pescando.
Marian encontró su camino de vuelta y Olga la recibió.
– ¿En dónde estabas?
Marian no supo cómo responder – seguí a los delfines y me perdí – así que mintió.
Olga sonrió – solo tú tendrías un sentido de orientación tan roto.
La tarde siguiente Alejandro regresó en su balsa, ya no traía una caña, en esa ocasión se había preparado con una red, planeaba atrapar una criatura extraña, aunque, no tan extraña como la que se metió a su balsa la noche anterior.
Con cuidado, extendió la red, pero sus dedos quedaron atrapados, usó su pie para atrapar la red y liberarse, lo que provocó que se enredara más, y al final, cayó sobre la balsa completamente atrapado por su propia red.
– Ayuda – pidió y pasó un largo tiempo hasta que pudo liberarse, después soltó la red y esperó. Al caer la noche recogió varias algas marinas, piedras y palos.
Marian lo observó desde lejos, jamás se había reído tanto.
– ¿Cómo son los humanos?
– Egoístas – respondió su hermano – solo piensan en ellos mismos, ignoran a la naturaleza, a los espíritus y a todo.
– Feos – respondió Olga.
– Asquerosos – dijo una de sus amigas.
– Los humanos son seres agresivos y despreciables, muy diferentes de nosotros, ellos no cazan para comer, lo hacen por diversión, son los responsables del nacimiento de la corrupción – dijo uno de los guardias que se preparaba para ir a buscar al espíritu corrupto.
– Los humanos son seres pequeños y diminutos, se creen la especie dominante, pero se encuentran al fondo de la cadena, los espíritus, los guardines, los maestros, incluso los enanos y los gigantes, que se consideran impuros por haber nacido de la corrupción, son más fuertes que los humanos, por eso nos temen y aquello que les causa temor, debe ser destruido.
Con esa declaración, Marian dudó – si un humano atrapara a uno de nosotros, ¿qué haría?
Su tía se sobresaltó – no digas algo tan abominable, si un humano atrapara a uno de nosotros – su expresión se llenó de pánico – lo exhibiría en un circo, o lo mataría, o peor, le quitaría la piel, lo rellenaría de cosas asquerosas y lo pondría en su pared.
Marian se asustó por tal declaración, hacer esas cosas era inimaginable, sin embargo, si los humanos eran criaturas tan grotescas, ¿por qué ese hombre la liberó?
Por supuesto que le dolía el golpe, no lo esperaba, sin embargo, ella también fue un poco agresiva. Presa de su curiosidad, entró a la balsa, trepó sobre el cuerpo de ese hombre y lo observó muy atentamente, después de pensarlo, entendió que no fue justo tratar a un ser humano como si fuera algo raro y anormal. Él se defendió y después, la dejó ir.
– Quizá, no todos los humanos son iguales.
Su tía giró la cabeza – no vuelvas a decir eso Marian, no hay humanos diferentes, todos ellos son abominables. Dime, ¿sabes cómo surgió la corrupción?
Marian negó con la cabeza.
– En el principio, los seres humanos se comunicaban con los espíritus, ellos les hacían saber los designios de la naturaleza, les avisaban de los huracanes, les advertían sobre no construir cerca de volcanes y cuando una especie era asesinada en gran medida, ellos los detenían para que la especie sobreviviera. Pero los humanos se volvieron egoístas y dejaron de escuchar las voces de los espíritus, arrasaron con criaturas frágiles y causaron su extinción, construyeron cerca de volcanes, inventaron dioses y al final, cuando la naturaleza los golpeó, les dieron la espalda a los espíritus. Fue entonces, cuando un espíritu intentó hacerse escuchar y los humanos lo atacaron. En consecuencia, nació la corrupción.
Marian bajó la mirada, su mente trabajó muy rápidamente – pensé que la corrupción se creaba por las emociones impuras, si un espíritu intentó ayudar a los humanos, ¿por qué se volvió corrupto?
La tía de Marian parpadeó – bueno, eso es, eso no es de lo que estamos hablando, vete, estoy ocupada.
Los ojos de Marian se abrieron.
Podría ser, con tanta oscuridad rodeando la corrupción, que realmente, nadie supiera cómo nació. Había rumores, pero no certezas, mitos, leyendas e historias que pasaban de boca en boca, porque al final, nadie estuvo ahí. Nadie presenció el nacimiento del primer espíritu corrupto.
Pasaba lo mismo con los humanos, había muchas historias y leyendas que hablaban sobre esos seres de apariencia misteriosa, sin embargo, era posible que, para los humanos, las sirenas fueran híbridos peligrosos, sin cabida en el mundo.
Todo estaba en la perspectiva.
La noche siguiente Marian trazó círculos bajo la balsa de Alejandro, esperó a que él sacara su caña de pescar y viendo que no usó cebo, buscó por su cuenta un banco de peces y los asustó para hacerlos saltar por el aire. Muchos de ellos cayeron en el interior de la balsa.
Desde una roca, Marian vio cómo ese humano envolvía a los peces y los llevaba a la orilla, sus pasos eran muy torpes, verlo siempre era divertido. Más adelante Alejandro tropezó contra un hombre alto de cabello rubio que se levantó y lo empujó con rabia.
– Usted disculpe – pidió Alejandro.
El otro hombre no respondió, recogió su abrigo para cubrirse y siguió caminando.
Marian lo observó muy cuidadosamente, Alejandro no era el único humano cerca de los riscos, tampoco era el único que pescaba, había otros que se levantaban desde temprano para tejer sus redes. La playa estaba llena de hombres y mujeres, la mayoría se apartaba del camino de Alejandro al ver su torpeza, pero ese hombre en particular, era igualmente torpe y por la forma en que caminaba, Marian asumió que tenía problemas oculares.
La siguiente noche Marian observó a Alejandro y lo encontró extraño, sobre su rostro había pigmentos que no comprendió, porque la apariencia de un hombre después de ser golpeado le era desconocida. En lugar de usar redes o una caña, Alejandro pasó un largo tiempo mirando el cielo.
Presa de la curiosidad, Marian se asomó por la esquina de la balsa. Alejandro estaba muy sumido en sus pensamientos y en los regaños del pintor Román por llevarle peces comunes y corrientes, no notó a la sirena que en pocos minutos se volvió más agresiva y se alzaba con medio cuerpo fuera del agua. Un momento después giró la cabeza, la vio, reaccionó a los dos segundos y gritó.
Marian entendió que se había expuesto demasiado y volvió a hundirse en el agua.
Alejandro se acercó muy lentamente, miró su reflejo en el agua y dijo – fuiste tú quien trajo los pescados, ¿cierto? – suspiró – gracias – que lo hubieran golpeado era culpa suya, por su torpeza, no de la criatura que intentó ayudarlo.
Marian notó cierta nostalgia en el tono de voz de Alejandro y lo observó, esa mañana, al salir el sol, volvió a ver al hombre torpe que caminaba por la arena como si fuera un mono al que le hubiera cortado la cola. Por curiosidad lo siguió a las cuevas, lo vio meterse en una pequeña casa hecha de tela y por causa de una corriente de aire que se filtró en las cuevas, Marian detectó el aroma de ese hombre e intentó escapar.
Fue muy tarde, él también sintió su aroma y convirtió el agua en una gruesa red que la atrapó en segundos.
– Pensé que estaría a salvo de este lado de la costa, maldita sea – dijo ese hombre.
Excepto que no era un ser humano, Marian lo miró sin comprender, cómo era posible que un tritón tuviera piernas, mejor dicho – eres el espíritu corrupto.