Marian trató de huir desesperadamente, pero entre más luchaba contra la red de agua, más fuerte sentía la presión y llegó el momento en que se cortó con la red. – No luches – le pidió el espíritu corrupto – si dejas de moverte, ya no te harás daño. Marian lo obedeció y notó que la red se sentía más suelta. – Me tomará un día llegar a mi próximo destino – le dijo el espíritu corrupto – cuando eso pase, serás libre. No lo tomes personal, intento protegerme – se cubrió con el abrigo y dio la vuelta para irse. – Espera – le pidió Marian y al estirarse, sintió cómo las redes presionaban su piel con fuerza. Respiró profundamente para calmarse – ¿cómo lo hiciste?, ¿cómo conseguiste piernas?, ¿hay una forma?, ¿es lo que causa la corrupción? El espíritu bajó la capucha de su abrigo para mirarl