El jardín de los susurros Parte2

1714 Palabras
Desde mucho tiempo atrás Ian sintió que había algo extraño con su hermano mayor. Mateo era sordo, todos lo sabían y a nadie le importaba, ya habían aprendido a lidiar con esa realidad, sin embargo, desde un par de años atrás la forma en que Mateo trabajaba cambió. Parecía que su problema ya no era un impedimento y eso le molestaba. - Mi hermano nació con un problema – explicó Ian mientras caminaba – él es raro. Clara se mantuvo tres pasos atrás - ¿qué quiere decir? - Que es raro, lo entenderás muy pronto – dijo Ian y se detuvo. Al final del sendero estaba el campo de manzanas, ahí, Mateo seguía sembrando árboles. - Iremos por este lado – dijo Ian y caminó entre los árboles apareciendo desde la parte de atrás, a espaldas de su hermano – oye, ¡idiota! – alzó la voz. Clara se sobresaltó. - Hijo de perra, ¡te estoy hablando! Mateo se levantó y giró la cabeza. Fue el turno de Ian de sorprenderse, pensó que Mateo jamás voltearía. - ¡Discúlpate! – pidió Clara. Ian volteó a verla - ¿qué fue lo que dijiste? Clara se humedeció los labios antes de repetir sus palabras – dije, ¡discúlpate!, es tu hermano, estás insultándolo a él y a tu familia. No es correcto – insistió. Clara venía de una familia numerosa, ella era la tercera de cuatro hijas y nunca, ni una sola vez, trataría a sus hermanas de la forma en que Ian trataba a su hermano. Ian notó la mirada llena de rabia y caminó hacia Mateo. Al hacerlo se dio cuenta de algo extraño. Mateo era más alto. No sabía en qué momento su hermano mayor ganó estatura o por qué era tan alto y eso lo molestó aún más – ayúdame un poco, eh, idiota, dile a mi futura esposa cómo te llamas – dijo y empujó a Mateo. - Basta – pidió Clara. - Te lo voy a explicar de una forma más simple – dijo Ian y extendió el brazo para atrapar el cabello de Mateo – aquí, está descompuesto. El idiota no habla y no escucha – lo sacudió – se ve como una persona normal, ¿lo vez?, pero es un inservible. Clara vio la escena con mucha tristeza – estoy viendo algo roto – dijo al final – pero no es él – y dio la vuelta para irse. Los padres de Clara aún querían que la boda se realizara y era lo mismo para los padres de Ian, ambos intentaron volver a reunirlos y un mes después, fue bastante evidente que Clara prefería quedarse soltera antes que ser la esposa de Ian. Una mañana Joana fue al establo y miró a Ian, como parte de su trabajo él debía peinar los caballos y darles de comer, pero no tenía cuidado en lo que hacía y constantemente los golpeaba, en consecuencia, los caballos se resistían e Ian usaba más fuerza. - Es culpa de los caballos – dijo Ian – si me escucharan esto no estaría pasando – agregó y golpeó a uno de ellos. - Es suficiente – pidió Joana – sabes que no hablo solo de los caballos, también de tus hermanos. Nadie en esta familia es perfecto, todos nos esforzamos, pero tú los tratas muy duramente. Los celos lo cegaron – hablas de Mateo. Bien – lanzó el cepillo al suelo – ponlo en mi lugar, envíalo al mercado, dile que agite los brazos hasta que algún idiota le entienda. Mejor, envíalo con los clientes, haz que logre un contrato. Veremos cuánto tarda la granja en irse a la mierda – alzó la voz, a su lado el caballo relinchó e Ian tomó el cepillo de vuelta para golpearlo. El caballo hizo una flexión y se preparó para darle una patada a Ian, pero Joana se dio cuenta y lo empujó hacia un costado. El caballo la golpeó. Después de los gritos Diego entró al establo y vio a su esposa - ¿qué sucedió?, ¿qué fue lo que pasó? - El caballo – respondió Ian. A Joana la llevaron a su habitación, gritaba mucho por el dolor. Diego apretó las manos en puños y regresó al establo, listo para matar al caballo que hirió a su mujer. Detrás de él se movió una sombra, era Mateo, empujó a su padre y se paró delante del caballo para protegerlo. Diego enfureció - ¡te volviste loco!, ¡esa cosa lastimó a tu mamá! – alzó la voz y se burló de sí mismo – cierto, no puedes escucharme. Ya que estoy aquí debería matarlos a ambos. Mateo corrió, subió al caballo y dejó el establo a toda prisa. Diego salió detrás de ambos y gritó maldiciones que Mateo no pudo escuchar. En la casa, Joana seguía gritando. Luis, el hijo más joven de la pareja acomodaba las sábanas – se está hinchando, no podemos dejarla así, hay que ir por un médico. Los demás intercambiaron miradas. - Yo iré – dijo Ian. Entre él y dos de sus hermanos vaciaron la carreta para que no llevara más peso e Ian se apresuró. El tiempo transcurría muy de prisa, ya tenía más de una hora del accidente para cuando la carreta se alejó y ese tiempo era el más importante. Luis se lamentó, pensó en ir a buscar a sus hermanas, las que ya estaban casadas, también consideró rezarles a los espíritus, aunque no era un creyente y mientras su cabeza se hacía un lío, escuchó un sonido extraño y notó un pequeño remolino en el horizonte. Mateo regresaba, montaba el caballo que causó el accidente y con él venía un médico. Luis no pudo creerlo. - Ayúdame – pidió el médico anciano y el caballo se echó para que él pudiera bajar fácilmente. Aún con la presencia del médico, nada podía hacerse. Joana tenía fracturada la columna, le dieron medicamentos para el dolor y Mateo volvió a subir al caballo para ir por sus hermanas. Al caer la noche Ian volvió en la carreta, vio que había muchas personas en la casa y subió los escalones. Joana temblaba, tenía sudor frío bajando por su frente y se sentía adormilada, los anestésicos pausaron el dolor, pero era consciente de lo que le sucedía y al ver a Ian, sus ojos se iluminaron – mi niño. Ian se adelantó y se agachó junto a la cama. - Ten paciencia – le pidió Joana – sé que estarás bien. Mónica no pudo soportarlo, su esposo la abrazó y ambos salieron de la habitación. La enterraron dos días después. Entonces Diego asesinó al caballo. Nada más le importó, lo quería muerto e hizo que sucediera. Después de eso no tuvo más energía – la granja es tuya – le dijo a Ian – cuídala bien. Lo primero que Ian hizo fue correr a su hermano Mateo. ***** Los rumores corrían rápido y gracias a las palabras de Ian, la historia se transformó a una versión que distaba mucho de la realidad. El caballo era rebelde y difícil de domar, Ian ya lo había notado y les había advertido a sus padres, sin embargo, ese mismo caballo se dejaba acariciar por su hermano Mateo, por lo que sus padres decidieron dejarlo en el establo. Esa mañana Joana fue al establo para ver a su hijo Mateo e insistió en que dejara ir al caballo porque era peligroso, su hijo no la escuchó y poco después se produjo el accidente. Luis fue al pozo para ver a su hermano y se paró a su lado. Ian terminaba de acomodar las cubetas y preguntó toscamente - ¿qué quieres? Había mucho para decir, pero a veces, el silencio era más pesado. Luis acomodó un balde, sacó agua del pozo y bebió. Ian perdió la paciencia, empujó el balde y lo retó con la mirada. - Tú sabes bien lo que quiero decir – dijo Luis – te vi esa mañana con mamá y si quieres echarme de la casa, puedo ahorrarte el trabajo, ¡me iré solo! ***** Mateo miró el camino por un largo tiempo. Súbitamente, surgían pequeños remolinos que atrapaba las hojas y al caer formaban una flecha, minutos después otro remolino se formaba y trazaba la flecha con diferentes formas. A veces había una persona señalando con el brazo y otras veces, una hilera de conejos huyendo. Durante todo ese tiempo, Mateo permaneció en su lugar. La última vez que vio esa formación, la obedeció, permaneció en su habitación y mientras, su padre asesinó al caballo. Por eso sabía que algo se acercaba y planeaba esperarlo. Por el cansancio, cerró los ojos. Algo tocó su hombro. A causa de la impresión, Mateo se sobresaltó, se levantó de prisa y miró a la mujer que estaba a su lado. - Perdón – dijo Clara y se agachó para estar a la altura de Mateo que se encontraba sentado sobre una gran roca – mis padres tuvieron cuatro hijas – una rama voló en dirección a Clara y Mateo se levantó para detenerla. Ella también se levantó y sintió como el viento le golpeaba el rostro y la empujaba. Mateo apretó los dientes, se disculpó con un movimiento de manos y la cargó. El viento dejó de soplar, Clara miró hacia un costado, por la forma en que Mateo actuaba, parecía que había alguien más en ese sendero, pero estaba vacío. Y él la estaba cargando. - Yo… Mateo no podía hablar, tampoco expresarse de otra forma, nunca aprendió a hacerlo porque la única criatura que se comunicaba movía las hojas, pero intentó decir que ella debía quedarse en sus brazos. Clara se sonrojó – mis padres tuvieron cuatro hijas y necesitan un hijo para que se encargue de la granja, si quieres, puedes quedarte con nosotros. Mateo movió los labios para decir - ¿puedo? Clara escuchó su voz y sonrió – sí. Desde diez metros de distancia, el espíritu de viento que lo había acompañado toda su vida escuchó su voz – es la primera vez – dijo en silencio – es la primera vez que habla. La acaba de conocer, ¿por qué? La leve sonrisa de Mateo fue lo que más le dolió.
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