Las madrugadas eran frías en el área de excavación. Lucía traía puesto su abrigo, pero había sudor bajando por su cuello y humedeciendo el cuello de su camisa. Sintió un repentino dolor de estómago y una fuerte tensión en el área del abdomen que se distribuía hacia sus brazos y piernas. Cada ruido era estresante y la hacía estremecer por la anticipación.
Estaba experimentando pánico.
Las linternas colgaban del mástil central de la excavación, lanzando destellos amarillentos sobre la tierra.
Franklin llegó tarde, apenas lo vio, Lucía corrió a abrazarlo. Tenía mucho miedo y conocía la razón. Él. Franklin y sus promesas que tardaban años en cumplirse.
– Lucía, por favor, ¡aquí no!, alguien podría vernos – dijo Franklin.
El miedo de Lucía creció y el motivo era él. La falta de reconocimi
