La caja dorada Parte1

1897 Palabras
Casandra; maga del castillo del rey Roger De Lacorde respondió al llamado de la torre de magia y preparó sus maletas, dos caballos y un carruaje. En su último día, le dedicó al rey una reverencia y un agradecimiento por todo el tiempo que se le permitió quedarse en el castillo. El rey le dio como regalo un prendedor con el emblema del reino para que a donde quiera que fuera, Casandra pudiera lucirlo. Fue un regalo bastante egocentrista, que Casandra agradeció con una gran sonrisa. Antes de irse, vio a la princesa Beatriz con su hijo en brazos, el pequeño príncipe Jeffrey De Lacorde. A ella le sonrió con amabilidad – alteza. – El castillo no será lo mismo sin ti – dijo Beatriz. Casandra agradeció ese gesto mucho más que un pesado prendedor de oro y tomó la mano de Jeffrey – para mí también será una separación difícil. Alteza, cuídese mucho. Su viaje comenzó. El motivo de su viaje fue un evento inesperado. Siglos atrás, el imperio más grande del mundo reveló la existencia de la magia y comenzó la construcción de diversas torres alrededor del mundo. El objetivo de los magos era purgar el mundo de los espíritus corruptos y sus fechorías. Sin embargo, la magia que comenzó todo y que brillaba muy intensamente en sus primeros años, con el paso del tiempo se fue apagando. Ya no había grandes hechiceros y su fuerza ya no podía igualarse con la de los espíritus corruptos, lo que era peor: pese a toda la magia y todos los hechizos. Los magos jamás pudieron notar la diferencia entre un espíritu puro y un espíritu corrupto. En la era actual, los magos dejaron de ser depredadores y se convirtieron en protectores. Sus hechizos estaban enfocados en construir muros, escudos y caminos con barreras protectoras y así, lograron proteger a los humanos. Con ese método, las ciudades y los caminos eran de los humanos, mientras que los bosques, las cuevas y los pantanos, eran de los espíritus corruptos. No fue una victoria, de hecho, para los grandes magos de la torre, esa fue una derrota. Sin embargo, tres meses atrás una maga inesperada llegó a la torre de magia con una revelación. Las lágrimas de los espíritus poseían un gran poder que se remontaba a los inicios de la magia y permitían la creación de armas mágicas. El jefe de la gran torre de magia envió cartas alrededor de todo el mundo y ordenó a sus magos más experimentados a dejar su posición, volver a sus torres y dar inicio a una investigación. ¿Cómo obtener las lágrimas de los espíritus? En base a lo que sabían, los espíritus hablaban todos los idiomas, porque su forma de comunicación no estaba limitada por el lenguaje y actuaba sobre las mentes, por eso los espíritus podían comunicarse de la misma forma con una persona, un pescado o un árbol. Eso significaba que no había un idioma que aprender ni un ritual o una fórmula que les dijera cómo acercarse a un espíritu y pedirles sus lágrimas. Casandra pensó en no ir. Miró al rey enfermo, a la reina cuyas acciones eran muy arbitrarias y peligrosas, al príncipe recién casado, a la princesa heredera que aún no era aceptada por la corte y al pequeño príncipe recién nacido y algo en su corazón le decía: no te vayas. Pero entre más leía la carta, más crecía su curiosidad. Si las lágrimas de los espíritus poseían magia, ¿cuál era el contrapeso?, ¿qué perdían ellos con esas lágrimas?, si la investigación de la torre se llevaba a cabo sin tomar en cuenta el lado de los espíritus, esa nueva forma de magia podría terminar convirtiéndose en una maldición. No había otra respuesta, debía ir a la torre. Llegando al letrero que marcaba el final del sendero y el comienzo del bosque, Casandra tiró de las riendas, calmó a los caballos, bajó y miró la barrera que protegía a la ciudad. – Por favor – suplicó – cuídalos, son buenas personas – sonrió y le dio un beso a la barrera, dejando con ello un poco de su magia. La carreta se alejó, se perdió en el horizonte e inició su trayecto a la torre de magia. Pero tras unas pocas horas, con la llegada del ocaso, la barrera se fue cubriendo de delgadas líneas negras que treparon y formaron una gran puerta en la superficie. ***** – Los espíritus corruptos – explicó el profesor Mateo – son espíritus puros que han caído en las emociones que consideramos corruptas: celos, odio, envidia, gula, lujuria, desidia y arrogancia – escribió y subrayó – estas emociones también corrompen a los seres humanos, pero en los espíritus tienen un efecto más fuerte que los transforma y los convierte en entidades corruptas. Jeffrey De Lacorde tenía catorce años mientras que su hermana Esmeralda tenía doce, ambos asistían a clases regularmente y una de ellas era la importante clase del profesor Mateo sobre los espíritus, su jerarquía y el peligro de los espíritus corruptos. – Para protegernos de los espíritus corruptos existe la torre de magia – enfatizó el profesor – una construcción de más de doce pisos, una academia, una fortaleza y nuestra mayor esperanza. Todo esto es lo que representa la torre de magia. Jeffrey bostezó. – Los magos entrenados por la torre han creado barreras defensivas alrededor de las cuidades y los principales caminos para evitar que los espíritus corruptos entren y dañen a los seres humanos. Sin embargo, existen ciertos espíritus muy poderosos que pueden romper esas barreras, es por eso que es tan importante que cada localidad cuente con un mago. Si se acercan, altezas, podrán ver la distribución de magia. En el lado derecho del salón, pegada a la esquina, había una larga mesa con un diseño en bajo relieve del reino, las ciudades y los pueblos. Y marcado con una torre, todos los lugares donde había magos. – Como pueden ver, la torre de magia nos mantiene a salvo – declaró el profesor con gran orgullo. Esmeralda trepó a un pequeño banco para mirar el mapa más de cerca y sus ojos se ensancharon – profesor, aquí faltó poner una torre – señaló una pequeña localidad cerca del puerto. El profesor ajustó sus lentes – bueno, le explicaré alteza. – No se le olvidó – respondió Jeffrey con los brazos cruzados – aunque la torre de magia nos protege, no lo hace gratuitamente, si una localidad es muy pobre y no puede pagar la protección de un mago, la torre de magia no se instala, porque lo más importante no es proteger a las personas, sino cobrar por ello, ¿cierto?, profesor. El profesor se aclaró la garganta – es más complejo que eso, alteza, si gusta puede consultarlo con sus otros profesores. – No hace falta – suspiró Jeffrey – ven, Esmeralda – y llamó a su hermana para dejar la clase. Afuera del salón, el abuelo de ambos príncipes, el caballero César, esperaba por ellos y acompañó al príncipe muy de cerca – su alteza es muy exigente. – No es exigencia querer la mejor educación para mi hermana – respondió Jeffrey – necesitamos alguien que comprenda a los espíritus corruptos. – Me encargaré. Esmeralda se adelantó – hermano, ¿por qué no te gustan los maestros? Jeffrey sonrió – lo que no me gustan son sus doctrinas. Esmeralda, ¿qué piensas de los espíritus corruptos? – Que son malos. – ¿Por qué? – Los maestros lo dicen – respondió. Jeffrey sonrió levemente, amaba a su hermana, pero era una niña muy impresionable que creía ciegamente en cada palabra que escuchaba. Por eso su educación era tan importante. – Háblame sobre las emociones que enlistó el profesor, son muy importantes y debes memorizarlas – pidió Jeffrey. Esmeralda se puso nerviosa y no pudo responder ni una sola. – Celos, odio, envidia, gula, lujuria, desidia y arrogancia – explicó Jeffrey mientras caminaba – imagina que hay una niña en el palacio que lleva un vestido más bonito que el tuyo, ¿qué harías? Esmeralda lo pensó por un largo tiempo – me enojaría. – ¿Qué más? Esmeralda se encogió de hombros – nada más. – Esa emoción se llama envidia y es completamente normal, todos envidiamos algo. Los caballeros suelen envidiar a quien tiene un mejor caballo, los cocineros envidian a los jardineros porque pasan todo el día en el jardín y no tienen que estar junto al fuego de la estufa mientras que los jardineros envidian a los cocineros porque no tienen que trabajar bajo el sol. Esmeralda sonrió. – ¿Entiendes a qué me refiero? Aunque el tema no estaba muy claro, Esmeralda asintió. – Sentir envidia no es algo malo – continúo Jeffrey – el problema es lo que haces después. Si una niña en el palacio lleva un vestido más bonito que el tuyo y tú le ordenas que se lo quite y lo rompa, te vuelves una persona con malas emociones. Esmeralda se asustó. – Con los espíritus las emociones se manejan de diferente manera. Ellos fueron creados para ser puros y cuando sienten una emoción corrupta, la multiplican y se vuelven extremistas. Si un ser humano tiene algo que ellos envidian, lo matan y lo toman. Esmeralda dejó de caminar. – Por eso, es tan importante protegernos de ellos y aprender a diferenciarlos, ¿entiendes esa parte? Esmeralda asintió. – Muy bien – dijo Jeffrey, y acarició la cabeza de su hermana – te conseguiré un muy buen maestro y aprenderás mucho más. – Sí – sonrió Esmeralda. De camino al área de entrenamiento el príncipe Jeffrey miró a su abuelo y preguntó – ¿ocurre algo? – Estaba pensando alteza, en cuán diferente es de su padre y cuán parecido es a su madre. La reina Beatriz, era la hija del caballero César, por lo que Jeffrey lo tomó como un halago. Aunque solo tenía catorce años, era muy maduro. Esa tarde más rumores sobre la investigación de las gemas llegó al palacio. Se decía que aquel nuevo método les devolvería la ventaja y les permitiría a los magos pelear contra los espíritus corruptos y de ser posible. Enfrentarse al rey demonio. El rey Vladimir De Lacorde estaba cansado de ese tema – nadie ha visto al rey demonio en veinte años. – Majestad, es su ausencia la que tiene nerviosos a los caballeros. A todos les preocupa que el rey demonio regrese o que el bosque sombrío vuelva a aparecer. – Ya hay rumores – intervino uno de los consejeros – se dice que la bruja del bosque sombrío ha vuelto a aparecer, otorgando deseos a los mortales débiles y devorando sus almas. La corte se llenó de murmullos. – Es suficiente – anunció el rey Vladimir – no quiero que vuelvan a tocar el tema del rey demonio. Si no es una amenaza directa, no enviaré a nuestros caballeros a morir – se levantó y dio por terminada la reunión. La reina Beatriz también se levantó y siguió a su esposo. – No han respondido – dijo Vladimir – la torre de magia ya debería haber enviado un reemplazo – alzó la voz y vio en una esquina a su hijo escondiéndose. Le hizo una seña a su esposa. Beatriz asintió, ambos guardaron silencio y sorprendieron a Jeffrey.
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