Nos encontramos en la casa de la calle Sharingan, en una cena familiar por así decirlo, donde obviamente Peter cocinó, pero no anda muy contento ya que dice que no solo somos patéticos, sino que hace de mal tercio.
Me río de su actitud, aunque más de una vez he tenido que dirigirle una mirada severa cuando siento que se pasa de la raya.
—¿Sabes que me dijeron que tenía muy buena suerte de tenerte como prometida? —le digo a Leilah de pronto, haciendo que su atención se centre en mí, al igual que la de Peter.
Este nos dirige una mirada torva, una que coloca cada vez que Leilah y yo nos hacemos cariño con palabras o gestos.
—¿En serio? A mí me envidian por tener al mejor prometido de toda la historia —dice ella con una sonrisa amplia, acercándose a besarme.
Sus labios tienen un ligero s
