Carlos Fontaine
Escucho mucha gente gritando, corriendo y pidiendo auxilio. Me desespero.
—¡Auxilio! Por favor padre... ¡ayuda! — grito con fuerza mientras me tapo la cabeza con las manos.
Siento mucho dolor y el calor me sofoca, no puedo respirar.
—¡Papa! —hablo una vez más, pero suena más a un susurro para mí mismo que nadie logra escuchar.
Llevo mis manos a la boca y lloro con desesperación. Lágrimas caen en surcos continuos por mis mejillas sin que pueda hacer nada por detenerlos.
—¡Papi ayuda! ¡Por favor! — digo entre sollozos y unos segundos después desvanezco>>
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Me levanto sudoroso nuevamente como todas las madrugadas, y no es el calor típico de esta época de verano lo que me tiene así, s
