Al día siguiente, en Europa, precisamente en Inglaterra, se llevaba a cabo una reunión de los principales accionistas del imperio Montoya. Las voces rebotaban en las cuatro paredes de la sala de conferencias, haciéndose cada vez más fuertes y alborotadas con cada segundo que pasaba, ya que cada accionista tenía algo más importante que decir. —El puesto presidencial ha estado vacante durante demasiado tiempo —comenzó Rodrigo, abriendo su argumento para la reunión— El Imperio Montoya necesita un presidente capaz que pueda llevarnos a la prosperidad. —Estoy de acuerdo —concordó uno de los accionistas presentes, asintiendo con la cabeza ante la declaración de Rodrigo— Pero la pregunta es, ¿quién? —¿Quizás el hijo mayor de la familia Montoya, Leonardo? —intervino otro accionista, pero inst