9

2120 Words
Recordé esa vez que fue difícil para mí. Cuando no tuve a nadie a quien decirle por lo que estaba pasando, durante mis estudios en la universidad. Me había ido a emborrachar con los de primer año, conocía a uno de ellos, y puesto que me había quedado sin amigos. Acepté. Esa noche bebí por todo lo mal que estaba en mi vida. Me había enterado de la traición de mi novio con mi mejor amiga, y también de que a los que consideraba mis amigos, lo sabían. Eso fue cruel. No tenía a nadie de confianza para hablar y solo quería ahogar mis penas. Y de no decir, que casi pierdo a mi abuelo por un derrame cerebral. El año había sido un hijueputa conmigo. Pero sucedió algo mucho peor. Perdí mi USB, pero no cualquier USB. Este contenía la tesis en la que trabajaba para graduarme. No había hecho un reemplazo, porque no quería que nadie pudiera plagiarla. Y como yo nunca había perdido cosas, nunca creí que pudiera perder la USB. Fui estúpida. Lo que me costó meses hacer, lo perdí en unas horas. Busqué en mi mochila y hasta regresé al lugar donde bebimos para preguntar si la había dejado allí. Nunca la encontré. Una noche para llorar mis penas, me costó demasiado. Tuve que volver a hacer mi tesis, en tan solo una semana. Había recordado que en la papelera tenía un borrador. Y recordé la mitad de todo lo que había creado, fue difícil pero no imposible. Al final, la terminé. Tomé muchas tazas de café. Los desvelos valieron la pena. Lo había logrado, después de todo. El esfuerzo, siempre tiene una recompensa. Cuando me gradué, apliqué para varias empresas de comunicación y una de ellas me aceptó. Así que conseguí trabajo después de graduarme. Y me mudé a Nueva York una semana después. Entonces entendí que el sacrificio siempre tiene una recompensa. Pero esa recompensa, a veces se convierte en una jugada oscura. Como lo es ahora. Al verme de nuevo con Félix. Si no hubiera sido por mi trabajo, tal vez nunca nos hubiéramos encontrado después de tantos años. Ahora que lo veo, me es diferente. Una persona que nunca logré conocer, lo miro y entiendo el por qué nunca me dijo sobre su vida. Tal vez nuestros caminos, nunca debieron cruzarse. Miro a la chica que lo sigue al irse del club. Parecen ser muy íntimos, antes vi a la misma chica sacar del lugar a otra que estaba junto a él. Y Félix no hizo nada. Parecía molesto, pero aun así no se movió del lugar. Cuando dijo que él le había invitado un trago. ¿En quién se había convertido Félix? ¿fue siempre así? ¿si yo fuera la que estuviera a su lado él se hubiera interpuesto? Eso no importaba ahora. —¿Cómo ha ido tu semana? —Hiroshi está muy alegre esta noche. Sus manos rozan las mías cada vez que me sirve un vaso. Mi amigo Charlie salió a la pista para bailar. Yo no ando de muchos ánimos, de hecho, solo he venido porque Charlie insistió en que saliéramos esta noche. Mi semana ha sido una mierda, recordando los ataques que tuve, y uno de ellos lo presenció Félix. —Bien —miento. Acepta mi respuesta y me sigue haciendo preguntas. Las que yo respondo de manera automática como si fuera un robot. De hecho, creo que me he convertido en uno, hace mucho tiempo que pienso no tengo sentimientos o algo en el corazón. Mi corazón es una cascara vacía que se secó hace muchos años, e Hiroshi, solo está intentando llenarlo. Soy una perra, porque debería decirle que solo está cavando en un lugar que no hay nada. El resto de la noche solo finjo ser alguien que dejé de ser hace mucho tiempo. Se ofrece a llevarme, porque mi amigo se fue hace un rato con algún chico. Acepto, porque la verdad no quiero discutir. Me acompaña a la entrada y justo cuando estoy despidiéndome, él me toma de la mano y acerca a su cuerpo. Él mira mis labios y sé lo que pasará a continuación. Solo lo dejo hacerlo, pienso que también lo necesito. Sus labios tocan los míos cuando le doy el permiso con mi mirada. Es un beso cálido y tierno. Me deja ir, un poco avergonzado. —Disculpa, no debí hacer esto. —Su mirada está en el suelo, puedo ver que quisiera seguir haciéndolo, pero su caballerismo se lo impide. Llevo mi mano a su mandíbula y lo obligo a que me mire. Sonrío. —Está bien. —acerco mis labios y toco los suyos, después me retiro. —Gracias, por lo de esta noche. —Después me voy. Cuando estoy en mi cama, después de un baño. Miro el techo y me pregunto ¿qué estoy haciendo con mi vida? ¿estoy en el lugar que siempre quise estar? ¿era esto lo que quería? No encuentro respuestas. Y es cuando el peso de todo cae, las lágrimas llegan sin previo aviso, algo dentro de mi pecho quiere estallar en pedazos. Pero no sé cómo detenerme una vez que me desbordo y ya no soy la chica fuerte que pensé que era todo este tiempo. Me hago un ovillo y dejo salir todo el dolor que he estado guardando hasta el día de hoy. Siento lo patética en quien me he convertido. Y solo pido un respiro. Mañana estaré mejor. ** —¿Qué le ha pasado a tu cara? Está muy hinchada. —Charlie deja café en mi escritorio cuando entra a mi oficina. Me miré en la mañana, me veía terrible. Los ojos estaban hinchados, debí quedarme dormida llorando porque no recuerdo haberlo hecho. Y esa es la sensación más deprimente que alguien puede sentir. —¿Lloraste? —Anoche miré una película, y el final no fue feliz. —Me encojo de hombros. Es la peor excusa que pueda dar, pero espero me crea. Frunce el ceño, y lo piensa por un momento. —Te entiendo. He llorado con muchas de los japoneses y animes. De hecho, es algo que les reconozco. Son buenos en las tramas trágicas de amor. —Al menos se ha hecho el tonto o lo es. —Si, lo son. —y eso me hace recordar a Hiroshi. Me ha enviado mensaje temprano, pero no los he respondido. No quiero saber de nadie el día de hoy. Soy afortunada a tener trabajo en oficina y no ir a cubrir una historia. Espero pronto mi regreso a Nueva York. Cuando salgo del trabajo, paso por algo de comida y me voy a mi habitación de hotel a lamerme las heridas. Estoy así por unos días. He pospuesto las llamadas de Hiroshi y solo respondo cortante los mensajes. Y eso fue un error para engañarlo de que estaba bien, porque claramente no lo estaba. Cada vez más había una grieta en el vaso y estaba a punto de romperse. Los pedazos iban a ser pequeñas piezas que se perderían. Y esperaba nunca encontrarlas de nuevo. Me detengo en el pasillo. La puerta de mi habitación está a unos pasos, pero no puedo seguir avanzando porque él está allí. Dejo caer las bolsas de mi cena. —Hiroshi. —Susurro. Cuando él me ve, se mira inquietante. Tengo que enfrentarlo. Cierro las manos en puños y presiono mis dientes tan fuertes hasta que duelen. Mi corazón comienza a latir deprisa, pero no es debido a él. Da un paso hacia mi cuando ve que no me muevo, pero yo retrocedo y él se da cuenta, frunce el ceño. Cierro los ojos por un breve momento e intento respirar, cuando los abro. Ya no es el rostro de Hiroshi. El pánico me mata, y es momento de huir, como he estado haciendo tantas veces en mi vida. Corro. Cuando estoy dentro del elevador, las puertas se cierran y Hiroshi no alcanza a entrar. Su mirada me duele. Pero no puedo hacer nada para aliviar su dolor. No estoy huyendo de él, estoy huyendo de mi pasado. Lo siento. Pero aún no estoy preparada. Mis manos tiemblan y las lágrimas comienzan a correr por mis mejillas una tras otras, mi cuerpo temblando con cada sollozo. Me dejo caer en el suelo. Cuando las puertas se abren en la recepción, soy un manojo de nervios. Hay unas personas mirando, pero no me importa. Necesito estar a salvo. Siento que me ahogo ahora mismo si me quedo un rato más. Corro fuera del hotel. Debo tomar un taxi, antes de que Hiroshi me alcance. Pero no hay ninguno que se detenga, así que me echo a correr. Estoy siendo paranoica al pensar que todos me miran, pero así debe ser. Una chica llorando mientras corre ¿Qué le habrá pasado? Eso se preguntarán muchos ¿su novio la terminó? Si supieran la verdad, ¿está teniendo un colapso? Es lo más seguro. Mi mente vuelve a esa noche, donde corrí para que alguien pudiese ayudarme. Estaba descalza y llorando, el miedo estaba recorriendo cada fibra de mi ser. Mi cuerpo estaba herido y de no decir mi corazón y mente. Era un desastre andante. La luz de una camioneta me hace volver a la realidad. Estaba a punto de atropellarme. Cierro los ojos esperando el golpe que nunca llega. —¿Estás loca? —el hombre me tiene sujetada de mi brazo izquierdo. —¿Por qué estás en este estado? —paso de mirar a su brazo hacia su rostro. Sus ojos cafeces están intentando descifrarme. —Félix —musito. El dolor en cada palabra. Comienzo a llorar y me dejo caer en el suelo. Él se acuclilla a mi lado. —¿Adeline? ¿Estás bien? ¿Te hicieron daño? —sacudo la cabeza, porque no tengo palabras. Mi garganta se ha convertido en un nudo, y mi alma está siento apuñalada tantas veces que he perdido la cuenta. Él me sujeta fuertemente en sus brazos y me alza. Me deja caer suavemente en el asiento del copiloto. Y después maneja. Al parecer hoy no trae chofer. —¿A dónde quieres que te lleve? —pero no respondo. Estoy en el abismo de mi dolor. Maneja por una hora, hasta que después nos estacionamos en el estacionamiento de un edificio. Me abre la puerta del copiloto y me ayuda a bajar, me lleva hacia el ascensor y subimos a un piso hasta que estamos dentro de un departamento algo hostil y frío. Debe ser su casa. Me deja en el sofá y me acurruco en este mirando la vista hacia la noche que enfrentan todos allá afuera. Mis sollozos se han calmado, pero aún están mis ojos llenos de lágrimas derramadas en silencio. Después de unos minutos él me deja un té en la mesita que está enfrente de mí y me da una cobija para cubrirme. —Iré a bañarme. Volveré en unos minutos. —está dándome mi espacio para que me tranquilice. —No te preocupes. Estás a salvo aquí. Es donde vivo. —Su mirada es sincera. No me miente, y parece estar tenso. Asiento con la cabeza. Después desaparece en un pasillo. Tomo el té para tranquilizarme y bebo mientras miro la vista. Es bonita. Entonces recuerdo lo que he hecho. Hiroshi debe estar enojado conmigo. Debe odiarme ahora. Lo he echado todo a perder. Pensé que lo había olvidado, todo esto. Mi psicóloga dijo que estaba mejorando ¿y qué se suponía fue esto que hice? Creo que estaba retrocediendo. Debía regresar a Nueva York, lo antes posible. No podía seguir aquí por más tiempo, no sé qué más haría sin pensarlo. No quería perder mi trabajo por esto. ¿Qué fue lo que desencadenó mi terror? ¿Félix? No lo creo, yo estaba bien hace unos años. Iba mejorando, pero cuando llegué aquí. Todo se fue a la mierda. Félix está de regreso y yo estoy un poco mejor. —¿Puedo ocupar tu baño? —le pregunto cuando está enfrente de mí con su pijama. —Si, está al fondo. —señala el pasillo por donde ha salido y después me pierdo en el. Cuando estoy a salvo en el baño, miro en el espejo mi rostro. Soy un desastre. Mis ojos están más hinchados y el rímel se ha corrido, así como mi maquillaje es tan patético. Tomo una toalla y la humedezco para limpiar mi rostro. Lavo y está ahora limpio. Miro la toalla de Félix manchada de maquillaje. Deberé pagársela. La pongo en la basura. Después salgo para enfrentarlo. Es hora de que la verdad salga a la luz.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD