Félix
Hiroshi, estaba preocupado por Adeline. Me decía que le respondía cortante y no respondía a sus llamadas. Y él pensó que era porque él la besó. Eso me sorprendió, pero no dije nada. Pero si me había intrigado la idea de que ella estuviera evitándolo. Quería preguntarle algo, así que manejé hasta el hotel donde se hospedaba, pero antes de llegar al lugar, ella llegó a mí. Se atravesó en la carretera, y parecía ida. Como si no estuviera en este lugar ahora. Estaba en un mal estado, así que la cargué en mis brazos y la puse en el asiento del copiloto de mi camioneta. Hay a veces que quiero solo ir a lugares por mi cuenta, y le dejo la tarde libre a mi chofer. Como hoy. No quería chismes de mí, visitando a la mujer que le gustaba a mi amigo Hiroshi.
Necesito un baño, así que le dejo lo necesario y desaparezco. El agua me hace aclarar mis ideas, tengo tanas preguntas por hacerle, pero sé que no es el momento adecuado. Me visto con mi pijama que casi nunca uso, porque me gusta solo estar en bóxer, pero siento que es demasiado y salgo a verle. Ella parece estar en mejor estado. Me siento en el sofá y enciendo el televisor. Necesito distraer mi mente de que ella está en mi departamento. Cuando regresa, su maquillaje se ha ido, su rostro es limpio. Pero sus ojos aún están hinchados. Siento mi corazón agrietarse.
¿Qué le hizo ponerse en ese estado?
¿Quién le hizo tanto daño?
¿Por qué estaba tan desesperada de huir?
¿De quién huía?
—¿Estás mejor? —le pregunto sin dejar de mirar lo que pasa en la televisión. Aunque no me interesa lo que estoy mirando, solo no quiero perder mi cordura al verle otra vez de esa manera.
—Si. Gracias por el té y la cobija —dice débilmente. Aprieto el control remoto en mi mano.
—No te preocupes. —respondo.
Ella es la chica que le gusta a tu amigo ¿lo olvidas? No hagas nada de lo que te arrepentirás después.
—Debería irme —me levanto de inmediato y le digo que no.
—Es tarde y peligroso. —estaría mintiendo si no estoy preocupado por ella. —Quédate a pasar la noche aquí, dormiré en el sofá. No te preocupes.
—No creo que sea buena idea —yo tampoco. Pero no me arriesgaré a que alguien te haga daño.
Apago el televisor. —Adeline. Se que lo que sucedió esta tarde debió ser terrible para ti, y no me imagino como te has de sentir, pero por favor. Acepta quedarte esta noche aquí, para que no me preocupe. Por favor. —Sus manos estaban inquietas, pero aceptó.
—Está bien. gracias.
—Sígueme. —Le enseñé mi habitación y le puse un pijama mío para que se cambiase. De esa forma estaría más cómoda.
—Gracias —dijo antes de que cerrara la puerta de la habitación. No iba esta noche a preguntar lo que había sucedido, pero sabía que eventualmente ella me lo diría mañana.
Cerré la puerta sabiendo que esta noche ella estaría en mis sábanas y en mi ropa. Esperaba algún día estar en esas sábanas junto a ella. Sacudí mi cabeza. No debía estar pensando en ello. Yo ya no pertenecía a su vida. Adeline pertenecía a mi pasado, y es ahí donde debía quedarse. Lo que hice hoy, fue porque es la mujer que le gusta a Hiroshi. Cualquier amigo hubiera hecho esto por él. Claro que sí.
**
Preparo el desayuno y le digo que coma un poco. Cuando sale de la habitación portando mi pijama, hay un nudo en mi garganta. Aunque mis playeras le quedaban demasiado holgadas y mis pantalones igual. Pero aun así se veía linda. Había estado llorando anoche, porque sus ojos aún estaban hinchados. Debió pasarla mal.
El destino era un hijueputa ¿por qué nos juntaba en momentos como este? ¿por qué después de tantos años?
—Gracias. —Se sienta en la silla, y prueba el omelette. —Está rico. —Después come un poco de pan con mermelada y fruta.
Nuestro desayuno pasa en silencio, hasta que ella lo rompe.
—Lo siento, por lo de ayer. Pude meterte en problemas —está jugando con su comida ahora y mirando hacia abajo.
—No te preocupes. Todo está bien —respondí.
—¿Irás al trabajo? —no podía quedarme en casa. Después de todo tenía muchos negocios que ver.
—Si. —musito.
—¿No me preguntarás por qué estaba así anoche? —dejo de cortar mi bistec. Y levanto la mirada, sus ojos están siendo curiosos.
—Esa es tu decisión. Si quieres contarme o no. —Vuelvo a centrarme en cortar mi carne.
—Ayer Hiroshi fue a verme y estaba en la puerta de mi habitación de hotel —me tenso al escuchar el nombre de mi amigo. —Yo no sé lo que me pasó. Pero corrí lejos de él.
—¿Por qué? —meto un pedazo de carne a mi boca y me hace parecer indiferente. Aunque en el fondo estoy muriendo por saberlo.
Apuñala una uva por varios segundos hasta que la mete a su boca. —No sé. —Termina diciendo. —Me dio miedo, eso creo. Tal vez enfrentarlo, por el beso de la última vez. —hay algo que no cuadra aquí. Ella está intentando disfrazar todo esto con algo más.
—¿Solo por un beso? —pregunto.
Muerde su labio inferior hasta que lo veo sangrar.
—Te estás lastimando. —Su mirada se levanta de su plato y veo que tiene lágrimas no derramadas. Y como si una parte de ella pensara que yo lo sé. —Tu labio, está sangrando —ella frunce el ceño, pero lleva la servilleta a su labio y limpia. Mira la sangre y arruga la servilleta en su mano.
¿Qué está mal con ella?
¿Qué esconde?
—Lo siento. —susurra.
—Te disculpas mucho, últimamente —ella no debería estar diciendo esas palabras. Soy yo, él que debería hacerlo. Hace muchos años que debí decírselo. Tal vez nuestras historias serian diferentes.
—Lo sé. Tal vez sea, porque no me encuentro en una situación favorable y he causado muchos problemas. —aprieto los dientes y le miro. Ella sigue mirando su plato. ¿cuándo Adeline se convirtió en este tipo de persona? Alguien que se daba por vencida tan fácilmente ante una adversidad. Esta no era mi Adeline.
—¿Por qué te has convertido en una sombra de lo que solías ser? —pregunto siendo curioso. Su cabeza se levanta de golpe y su mirada es llena de miedo, como si temiera que viera a través de ella, ¿lo hago?
—¿A qué te refieres? Sigo siendo la misma —está defendiéndose. Esbozo una leve sonrisa.
—No ¿por qué finges? —inclino mi rostro para estudiar su expresión.
—No estoy fingiendo. —mastico mi carne con una sonrisa. He pegado en el clavo. Ella es una farsante.
—Sigue repitiéndolo hasta que te lo creas. —Me levanto una vez acabado mi desayuno. Limpio mis labios con la servilleta y recojo mis llaves.
—¿Te vas? —hay miedo en su voz. Como si dejarla aquí fuera un problema para ella.
—Si, tengo que ir al trabajo. —Me pongo mi saco. —¿Necesitas algo más?
—Puedes guardar el secreto de que estuve aquí, de Hiroshi ¿por favor? —nunca pensé en decírselo. El idiota correría a mi departamento a verle, y tal vez ella no quería eso.
—No lo haré. Estás a salvo aquí, ¿otra cosa? —ella se veía como quería decir más.
Sus mejillas se sonrojaron y bajó la mirada. —¿Podría quedarme hoy? Temo que él vaya a mi habitación de hotel de nuevo y no quiero enfrentarlo aún. —mi corazón latió deprisa, pero le di un golpe.
—Si, está bien.
—Me iré mañana, no te preocupes. No quiero seguir causándote molestias —no lo haces.
—Como quieras. —Tomé mi maletín y salí de mi departamento, tenía ganas de quedarme. Pero tenía que darle su espacio.
**
Cuando regresé del trabajo, ella estaba en la ducha. Fui a mi habitación y me quité la corbata y saco, estaba desabrochándome la camisa cuando escuché un ruido detrás de mí. Me giré y vi el cuerpo de Adeline en una bata de baño, su cabello estaba mojado y goteando en sus hombros. Parecía asustada y cohibida.
—Has llegado temprano —dice. Repaso su cuerpo una vez más antes de llegar a sus ojos. Alzo una ceja.
—No había mucho que hacer. —Respondí. Terminé de desabrochar la camisa y la quité. Ella seguía mirándome escrutadoramente. Como si estuviera analizando cada musculo de mi cuerpo para luego pintarlo. Sonreí. Me detuve en el botón de mis pantalones. La miré. Ella aún seguía sin saber que hacer. —¿Miraras todo? —jugué. Sus mejillas se sonrojaron y eso me divirtió mucho. Me recordó a esa vez en su departamento cuando…
—Lo siento ¿podrías prestarme algo de ropa?
Aunque me gustaba la idea que solo usara la bata de baño, sabiendo que debajo de esa tela su cuerpo estaba desnudo.
Me aclaré la garganta. —Si, claro. —Busqué en los cajones un bóxer que pudieran quedarle, unos pantaloncillos cortos y camiseta. Se los di en la mano y ella salió huyendo lejos de mí. Creí que iba a cambiarse delante de mí, me reí.
Fui a la cocina a preparar algo después de cambiarme. Había unos ingredientes para hacer ramen. Supuse que le gustarían. Así que lo cociné. Unos minutos después ella salió del baño vestida con mi ropa. Había algo llamado suerte, y es que yo era un suertudo. Adeline estaba vestida como para desvestirla. Eso hizo que sintiera algo en mi interior, volví mis ojos a la olla con fideos.
—¿Qué cocinas? —se acercó a mí y no pude alejarme.
—Ramen ¿te gusta? —asintió con su cabeza y se sentó en la silla de la mesa.
—¿Quieres que te ayude en algo?
—No. Estoy bien. ¿quieres un poco de vino? —no estaba intentando emborracharla para aprovecharme de ella. —Recuerdo que te gustaba mucho.
Se muerde su labio inferior. Pero acepta. Nos sirvo dos copas. Y pronto la tensión que no me había dado cuenta que había, se evaporó.
—Que irónico —dice.
—¿De qué?
—Quién iba a pensar que íbamos a estar aquí después de diez años, hablando. —la verdad que tampoco lo pensaba.
—Es gracioso.
—Lo sé.
—Lo siento —bebo de mi copa de vino cuando pronuncio las palabras. —Debí decirlo hace mucho tiempo. —Hay un silencio de su parte, lo cual me preocupa.
—¿Por qué lo sientes? —Pregunta con interés y curiosidad.
—Por no ser sincero contigo. —Si las cosas hubieran sido de una forma diferente, tal vez…
—¿A cerca de qué? —Ella estaba haciéndome sufrir.
—Hablo de nuestro pasado. Por no ser sincero hace diez años, a cerca de lo que estaba sucediendo con Camila. —Ella se estremece al escuchar su nombre. Pienso que aún le debe doler pensar en la traición de su mejor amiga y yo.
—No vayamos allí, por favor. —Bebe su vino.
—¿Por qué? Creo que te debo una explicación y me gustaría que la escucharas. —Quería de una vez por todas terminar con esto del pasado.
—Porque no quiero escucharlo ahora. Eso debió ser antes, hace muchos años. Ahora no cambiarán las cosas.
—Lo sé, pero por favor. Escúchame —suplico con la mirada, y veo en sus ojos dolor, y sé que soy el culpable de ello. —Déjame explicarme. No busco que me perdones, pero solo quiero ser escuchado. —había una batalla en sus ojos en decidir, pero al final asintió con la cabeza. Entonces comencé a explicarme. Las respuestas que ella quería en ese tiempo, se las daba diez años después.
Ella merecía una disculpa de mi parte, por todo el daño que le ocasioné. También le expliqué por qué no llegué a buscarla cuando su abuelo estaba enfermo. Y como terminé aquí, después de ir a prisión.
Cuando terminé, su mirada estaba indescifrable. Nos terminamos la botella de vino, y ella no dijo ninguna palabra.
—Quiero ir a dormir, —se levantó de la silla.
—Adeline. —intenté detenerla, pero ella solo sacudió su cabeza.
—Ahora no, Félix. Por favor. —se retiró y me di cuenta que tal vez había cerrado la última puerta para que ella me perdonara. No dijo ninguna palabra cuando le conté sobre mi pasado y cómo había resultado las cosas con Camila, tampoco cuando le dije que fui a la cárcel. Ella solo me escuchó y después se fue.
Me quedé vacío, y con emociones taladrando mi pecho.
¿Qué había hecho?
**
Cuando me desperté ella estaba en la cocina. Me había preparado el desayuno, llevaba puesta su ropa. Ella se iba. Sentí una desolación que intenté reprimir con un poco de café.
—¿Qué es todo esto? —pregunté cuando la vi intentando hacer omelette.
Ella me miró con una sonrisa que no llegó a sus ojos.
—Mi agradecimiento por quedarme aquí.
—¿Estás despidiéndote? —frunzo el ceño, y ella asiente con su cabeza. Me siento en la mesa.
Sirve el omelette en mi plato, y después se sienta en la mesa. —Adelante, espero te guste. —no estaba mal. Ella comía un pedazo de tostada y café.
—Puedes quedarte el tiempo que quieras, no quise incomodarte anoche con lo que te dije. —Ella me mira comprendiendo la situación, se muerde el labio inferior. Está nerviosa e incómoda
—No es eso. Tengo que ir al trabajo —muerde su tostada, arrancando una gran parte de ella. —Me han llamado. Pero, gracias por la invitación.
—¿Segura?
—Si, no te preocupes —me dio una leve sonrisa. Eso era todo. —Y con respecto a lo de anoche. Gracias, aunque hayan pasado diez años. Te agradezco que te hayas explicado. Comprendí muchas cosas.
—¿Me odias? —inclina su cabeza levemente intentando estudiarme y después sacude su cabeza sonriendo.
—No. No lo hago, —y me siento aliviado por ello. Soy un cabrón.
Termina su tostada y se levanta de la silla, hago lo mismo.
—Debo irme, todavía pasaré al hotel a cambiarme.
—¿Hiroshi? —temo escuchar una respuesta que no me gustará, pero aun así espero.
—Arreglaré las cosas con él. No le diré que me ayudaste —eso no me importa. —No pienso meterte en problemas.
—Eso no tiene relevancia, Adeline. —Intento hacerla ver que no me meterá en problemas.
—Gracias, por todo. —Extiende su mano para estrecharla, me acerco a ella y lo hago. Sintiendo la pequeñez y calidez de su mano, no quiero dejarla ir. Pero necesito hacerlo. Lo nuestro terminó hace mucho tiempo, ella ha pasado la página. Y debo ser agradecido al menos de que no me odie, y podamos tener una conversación normal.
—Cuando quieras —ella me da la espalda y se va. Una vez más, la dejo irse.