Me senté en mi escritorio y sobre pensé el mensaje de Hiroshi.
Cenemos esta noche.
Pensé que me daría mi espacio, pero con esto, sentía presión. No estábamos en ninguna relación, pero que alguien me cortejara después de unos años, me hacía sentir un poco incómoda. Estaba acostumbrada a mi soltería y libertad de hacer las cosas a mi manera, y no tener que incluir los sentimientos de alguien más en mi vida. Pero aquí estaba de nuevo, alguien queriendo formalizar una relación en Tokio. Nunca imaginé salir con un japonés.
—¿En qué piensas tanto querida? —mordí mi labio inferior. Charlie, está en el marco de la puerta de mi oficina mirándome como si fuera un nuevo reportaje del cual tomar apuntes. Sacudo la cabeza, y cierra la puerta detrás suyo. —Eso no es nada, estás mirando tu celular como si fuera a salir Chris Evans y besarte. —me quita el celular de la mano y mira el mensaje. —¿Y por qué no le has respondido?
—Hace dos noches que se me confesó. Quiere una relación conmigo.
—¿Qué? ¿Y qué le dijiste? —sacudí la cabeza.
—Que lo lleváramos paso a paso. —la mirada de Charlie, es diciéndome que quiere matarme.
—¿Estás jodida? ¿cómo has podido decir eso? Ósea ¿desde cuándo estás soltera? ¿tres años o cinco?
—Cinco —respondo cortante.
—Exacto, yo creo que es hora de que vuelvas a una relación. Súbete a ese tren y disfruta el viaje ¿Qué puede salir mal? —alzo una ceja hacia él. Se encoje de hombros.
—Mira, Adel. Este hombre es alguien importante aquí, y además posee lo necesario para brindarte una relación estable. No sé por qué no respondiste.
—¿Te refieres al dinero? —pone los ojos en blanco. —Tú sabes que eso es lo que menos me importa. Tengo lo suficiente para vivir conmigo misma.
—Si, lo sé. Pero…
—Pero ¿qué?
—Los seres humanos no pueden estar solo muchos tiempos, mírame a mí. Estoy como una jodida cabra queriendo sexo, llevo dos semanas sin él y necesito encontrar algo esta noche porque si no te juro que mi estado de ánimo va a empeorar. —lame sus labios. —En fin, ese no es el punto. Si no que deberías salir un poco más. Sé que lo que sucedió con ya sabes quién, te jodió más de lo que ya estabas. Pero creo que ya es hora de salir de ese caparazón. ¿tu herida ya sanó?
Desvié la mirada. —Bueno, es mi consejo. Si crees estar lista, yo diría que te aventuraras con este japonés y a divertirte, nunca se sabe. Hoy vivimos, mañana no lo sabemos, y jodidamente yo no quiero morir sin sexo esta noche —sonreí y él me tomó de las manos. —Date una oportunidad. Te la mereces, querida. —dejó el celular en el escritorio y se levantó para irse.
¿Arriesgarme? ¿Cuánto no lo había hecho? y mira lo que había ocasionado, pedazos de mi en todas partes, ya ni recordaba quien tenía qué parte.
Después de todo, había pasado cinco años desde entonces. ¿Por qué no? La herida ya se había cerrado, claro está, que intenté tener sexo con el imbécil que tuvo disfunción s****l. El sexo no era problema, pero las personas si lo eran.
Tomé unas respiraciones antes de tomar el celular y responder.
**
—Creí que no vendrías, —su camisa tiene desabotonado los primeros dos botones superiores, parece un poco relajado a otras veces. Mas fresco, muerdo mi labio, es atractivo por donde lo veas.
—He pasado algo de trabajo para mañana —sonreí.
—Gracias, por hacerlo. —me da una sonrisa tímida, y siento como mi vientre se calienta. ¡Mantén esas hormonas en su lugar, Adel!
—¿Cómo ha ido tu día? —me da una sonrisa que no llega a sus ojos y se remueve en su asiento.
—No como quería, —le da un sorbo a su copa de vino.
—¿Tan mal? —llamo al mesero para pedir una copa de vino.
—Tuvimos unos problemas con una mercancía que estaba siendo trasladada al extranjero. —espera a que llene mi copa y se vaya. —Eso nos hizo el día de mierda, la verdad. Félix nos sacó de ello, es lo bueno. —me tenso al escuchar su nombre. —No sé qué hubiera hecho sin él. —llevo mi copa a los labios y dejo que el líquido oscuro me satisfaga.
—¿Y qué hizo él?
—Bueno, conoce a muchas personas. A las correctas, para que no hubiera problemas.
—Eso suena a peligroso. —alzo una ceja, y él me sonríe nervioso. Bebe de su copa, sé que no trabaja en nada legal por lo que me dijo Charlie. Y esto me lo confirma, solo espero ver si tiene el valor de decírmelo.
—Lo es —pide al mesero que le rellene la copa. —Pero todos los negocios lo son ¿no?
—Si, claro.
—¿Pedimos la comida? —asentí con la cabeza en acuerdo. Sabía que no iba a decirme a qué se dedicaba. Y no iba a preguntar.
**
—¿Por qué no me has llamado? —Roy está al otro lado del teléfono.
—Lo siento, cariño. He estado muy ocupada desde que llegué. —muerdo mi labio inferior. —Además las llamadas al extranjero salen carísimas. Te he enviado unos mensajes.
—Si, los he visto. Pero no es lo mismo que escuchar tu voz. —me derrite.
—Yo también te extraño, cariño. —lo necesitaba tanto.
—Yo igual, bebé. ¿Cómo están las cosas por allí? —no le había dicho que mi ex de la universidad estaba aquí en Tokio, porque lo iba a preocupar. Además de que nunca les había contado sobre él. Esperaba hacerlo pronto.
—Todo marcha bien. Alexa, espera que vuelvas pronto para su aniversario de bodas. Quiere que la ayudes con los preparativos. Dice que yo soy genial, pero que necesita algunas cosas que hablar contigo. —sonreí. Los tres nos llevábamos genial, pero a veces había cosas que necesitábamos hablar entre chicas muy íntimas.
—Espero estar a finales del próximo mes. Quieren que cubra otro evento que se llevará a cabo.
—Ok. ¿Segura que estás bien?
—Si, no hay problema.
—Entonces te dejo, bebé. Esta llamada me costará más que una noche con alguien para follar. Espero lo valores. —me reí.
—Siempre, cariño. La próxima vez, te llamaré. ¿ok?
—Si, está bien. Cuídate, envíame muchas fotos. Te amo.
—Enviaré las mejores y llevaré regalos para los dos. Te amo.
Terminé la llamada. Lo extrañaba tanto. Roy, me hacía sentir en casa de nuevo.
Tomé mis cosas y me dirige al trabajo, había mucho que hacer y documentar.
**
Hice la última toma y terminamos de grabar.
—Necesito un baño y comida, Jeremiah —le dije a mi camarógrafo.
—Ya somos dos, hemos trabajado desde la mañana. Estoy muy cansado —los dos lo estábamos. Desde que salí de mi hotel, estuvimos grabando hasta la noche. Apenas y pudimos comer.
—Vayamos a casa.
Pedí pizza y cervezas. Ocupaba relajarme. Toda la semana tuve mucho trabajo, necesitaba tiempo para mí.
Después de un baño de burbujas, encendí la televisión para mirar una película de acción. Estuve mirándola hasta que me quedé dormida.
Corro por las calles descalza, he salido de casa en pijama. Un ruido me ha levantado, y no estaba mamá ni papá. Hay un monstruo que me sigue por las sombras, me echo a correr en la carretera oscura, no hay autos ni luces encendidas. Las pisadas pesadas suenan en el pavimento, estoy llorando y corriendo, mientras siento la sangre en mis pies. Necesito ponerme a salvo ¿pero de qué? ¿de quién huyo? Doblo en la curva, mientras una luz me ciega y tropiezo con mis pies y caigo.
Grito mientras me despierto. Joder. Otra vez esa pesadilla. Mi cuerpo está sudoroso. Me siento en la cama y destapo una botella con agua. Bebo de ella, hasta acabarla. Mi corazón aún late deprisa. Había pasado algo de tiempo desde que tuve esa pesadilla, creí que había cesado. Miro la hora en mi celular, son las tres de la mañana. Mierda, estaré despierta en tres horas, necesito volver a dormir. Busco mis pastillas y tomo dos de ellas, el sueño no tarda en llegar.
El teléfono no deja de sonar, he apagado dos veces. Pero vuelve a sonar. Miro la hora, es una alarma. Mierda. Son las nueve de la mañana, voy tarde al trabajo. Me cambio de ropa y consigo un taxi a tiempo.
—Mi alarma no ha sonado, lo siento. No volverá a pasar —me excuso con mi jefe. Me mira queriendo asesinarme.
—Americanos —lo escucho murmurar. Me tenso, —Jeremiah te espera en la camioneta. Apresúrate. —asiento con la cabeza y voy con Jeremiah. Mi jefe es japonés, pero eso se sintió racista.
—¿Mala noche? —pregunta Jeremiah, también es americano.
—Si, no pude dormir.
—Pues a lo contrario de ti, yo sí. Dormí como bebé después de que llegué a casa. —Jeremiah estaba casado con una japonesa aquí. Después de que lo transfirieron hace dos años, decidió quedarse. Bien por él. Pero yo quería largarme, no soportaba estar más en esta ciudad. Quería mis hamburguesas grasosas y a mis amigos. Quería irme a casa.
—Bien por ti. —murmuro.
—Es hora de irnos —arrancó la camioneta.
—¿Está todo bien? te miro muy distraída desde que llegamos. —Estamos comiendo en un restaurante cerca, Jeremiah y yo. Apenas he tocado mi comida, perdí el apetito.
—Es porque no he dormido bien, lo siento —excuso. —¿Terminaste? Quiero terminar hoy temprano. —chasquea la lengua, pero asiente.
—Llegas tarde, pero quieres irte temprano ¿eh? —siento el color de mis mejillas calentarse por la vergüenza.
—Lo siento, es que no me he sentido bien. —aprieto las manos en puños.
—Está bien —sonríe. —Terminemos esto, quiero ir a cenar con mi esposa. —fuerzo una sonrisa y me dirijo a la salida mientras espero que él pague la comida.
Miro a mis alrededores y veo a las personas pasar riendo, conversando, parecen felices. Tantos rostros desconocidos, siendo humanos. Ajenos a mi situación, sin importarles lo que estoy sufriendo dentro de mí, ¿por qué deberían hacerlo? De todas maneras, no los conozco, ni ellos a mí. En mi interior encuentro una voz que grita por ayuda. Intenta ser salvada, grita tan fuerte, pero nadie la escucha. Aprieto más fuerte mis manos, siento el sudor frío en mi cuerpo, aun teniendo mi abrigo, los latidos de mi corazón van más rápidos, y siento la opresión en mi garganta, no puedo respirar. Llevo mis manos a mi garganta intentando poder respirar. Intento hablar, pero nada sale de mi boca. Me siento mareada.
—Ayu..ayu…—entierro mis uñas en las palmas de mis manos, buscando que mi cerebro se distraiga para poder hacerme respirar. Pero eso no ayuda mucho. Me sostengo de la pared a mi lado con mi espalda y resbalo hacia el suelo en cuclillas. Cierro los ojos y veo puntos blancos, me duele el pecho. Las lágrimas comienzan a bajar por mis mejillas. Odio esto.
—Hey, Adel. ¿Qué sucede? ¿estás bien? —Jeremiah está a mi lado preocupado. No puedo hablar, aunque lo intente. Sacudo la cabeza. —¿Qué hago? ¿quieres que llame a una ambulancia? —sacudo la cabeza. Está desesperado. Toma mi mano y aprieto tan fuerte que temo que se la haya fracturado. Intento volver a tomar respiraciones y pensar en que estoy a salvo.
Estoy bien.
Nadie te hará daño.
Estás a salvo.
Respira.
Respira.
Todo está bien.
Respira.
—¿Adel? —mi respiración comienza poco a poco a volver a la normalidad. Tomé bocanadas de aire y sentí que mi corazón dejó de latir irregularmente.
—Estoy bien —pero no me sentía como tal.
—No estás bien, parece que estuvieras teniendo un ataque al corazón. Estabas muy pálida. —la preocupación gotea de cada palabra. —Creo que debo llamar a emergencias. —le quito su celular de la mano, y sacudo la cabeza.
—No es necesario. —me intento parar, pero fallo. Así que tomo su mano para hacerlo. —Estoy bien.
—¿Adel?
Cierro los ojos y decido enfrentarlo. —Era un ataque de ansiedad. No los tengo seguido, de hecho, nunca sé cuándo vaya a suceder de nuevo. —muerdo mi labio inferior. —Y no. La empresa no lo sabe. Si se los hubiera dicho, dudo que quisieran enviarme aquí. —Intento sonreír forzosamente.
—Pero, parecía que fueras a morir.
—Así me siento cuando pasa.
—¿No crees que deberías decírselo a la empresa? Digo, para que sepan qué hacer cuando vuelva a suceder.
Sacudo la cabeza. —No se lo digas a nadie, por favor. —Suplico. —No quiero que sepan de mi condición, sabes que podría perder mi trabajo. —Me mira con tristeza, pero termina accediendo.
—Está bien. No diré nada. —Dice, —pero creo que deberíamos terminar por hoy.
—Pero nos falta la mitad del trabajo, y además apenas llevamos cuatro horas. —Sacude su cabeza.
—No te preocupes. Llamaré al jefe y le diré que me dio diarrea, para que no te reprenda ¿está bien? —apreté mis manos en puños. Sentí las lágrimas de impotencia, por eso no quería decirle nada. No quería ver su lástima.
—Ok, gracias. —Tomo mis cosas de la camioneta.
—Hey, te llevaré a tu hotel. —Sacudo la cabeza. No quiero más lastima.
—No te preocupes, me hará bien caminar.
—¿Segura? No quiero que te vuelva a suceder de nuevo en la calle, sin que nadie te ayude. —apreté los dientes.
—No pasa dos veces en un día, que yo sepa —bromee. —Enserio, estoy bien. El aire fresco me hará bien.
—Está bien. Te veo mañana.
Me encaminé sin rumbo alguno. No conocía bien el lugar, pero sabía que llegaría a mi hotel, podría tomar un taxi y darle la dirección.
Me puse los audífonos y caminé sin rumbo.
**
La noche había llegado, y mis pies estaban cansados. La batería de mi celular se encontraba muerta. Me paré en un puesto de comida y pedí algo que parecía takoyaki.
No me había dado cuenta que estaba hambrienta hasta que lo probé. Comí muchos de ellos, hasta saciarme.
—No creí encontrarte por estas calles. —la voz conocida me hizo ahogarme con mi takoyaki. Tomé un poco de agua, y me palmeé el pecho. Tosi. —Lo siento, no quise incomodarte.
Miré al tipo alto con un abrigo y traje. Félix. —¿Estás siguiéndome? —pregunté enojada. Él frunció el ceño.
—No. Solo fue casualidad. —alcé ambas cejas.
—¿Crees en la casualidad? —pregunté. Me miró curioso, y sacudió la cabeza.
—Creo en el destino. —El lado izquierdo de las comisuras de sus labios se levantó levemente. Toma asiento en el banco junto a mí. —Tal vez, por eso estoy aquí. —Puse los ojos en blanco y comí mi siguiente takoyaki.
—Si, sigue creyendo eso. —bufé.
—Entonces ¿Qué haces aquí? —pidió una orden de takoyaki.
—Cenando. —Respondí cortante.
—No creí que te gustaran los takoyaki, te creía más de salmón o bistec en restaurantes caros. —me tensé.
—Como tú digas. —Me molestaba que hiciera suposiciones de mí, cuando ni siquiera me conocía.
—¿Entonces estoy mal? —alza una de sus cejas.
—Sabes, no voy a enojarme contigo esta noche. No después del día de mierda que he tenido, solo quiero comer mis takoyakis tranquila, ¿puedo? —frunció el ceño, pero asintió.
—¿Qué tan mal ha ido tu día? ¿quieres contarme? —él sería la persona menos indicada. Sacudí mi cabeza. Se me había ido el apetito. —Bueno, entonces. ¿Cómo te ha ido en todos estos años? ¿estás divorciada? ¿con hijos? —mi cabeza se llena de sus preguntas. —no creo que estés casada o tengas novio, porque entonces no estarías saliendo con Hiroshi ¿o sí? —cerré mis manos en puños y respiré profundo.
—No necesitas saber nada de mi vida, Félix. —Espeto. —Me ha ido bien, y es todo lo que te diré. ¿Ok? —me levanto de la silla y p**o a la señora.
—Oye, lo siento. No quise incomodarte.
—Entonces no te hubieras sentado en un principio. —Acusé. Se mostraba arrepentido.
—Yo, solo quería conversar. Como los viejos tiempos —sentí la opresión en mi pecho de nuevo. No otra vez, por favor. No aquí con él. Los ojos se me llenaron de lágrimas por coraje. No le daría ese gusto de verme débil. Intenté respirar brevemente. ¿Por qué ahora? no me había dado dos veces en un día, joder. Debí haberme ido directo al hotel.
Mierda.
—Jodete. —Apenas articulé.
—¿Estás bien? —se levanta de su silla. Intenta tomarme del brazo, pero lo hice a un lado. Me incliné con las manos en mis rodillas para poder respirar. Sentí mi cabeza dar vueltas. Llevé mi mano a mi pecho y arrugué la camisa, las lágrimas brotaban de mis ojos una tras de otra. —Adeline, escúchame. Estás a salvo. —me toma del brazo y sienta en la silla. —Respira, estás a salvo. —sacudí la cabeza. No lo estaba, porque sentía que iba a morir, sentí la opresión en mi garganta y las lágrimas no dejaban de correr por mis mejillas. —Intenta hacer esto conmigo. Inhala y exhala —le miré y me centré en ello. Inhalar y exhalar. Inhalar y exhalar. Mis ojos se conectaron con los suyos, inhalar y exhalar. Después sentí como mi respiración volvía a la normalidad. Inhalar, y exhalar. Lo repetí varias veces, hasta que dejé de sentirme ahogada.
Estaba tan débil y avergonzada delante suyo.
—¿Estás mejor? —asentí con la cabeza. —Bebe esto —me dio una botella abierta con agua y bebí. —¿Mejor? —volví asentir con mi cabeza.
Nos quedamos por varios segundos en silencio, hasta que dije. —Gracias.
—No te preocupes, solo fue un ataque de ansiedad. —Quería preguntarle cómo lo sabía, pero no me atreví.
—Debería irme —me levanté de la silla, pero me sentí mareada. Sus brazos me atraparon y sentí como mi cuerpo se estremecía.
—Estás cansada y débil. No creo que puedas ir sola, ¿me dejas llevarte? —asentí otra vez con la cabeza, las palabras se me habían olvidado. No quería que me diera otro ataque en la calle.
Abrió la puerta trasera de su camioneta y me ayudó a subir. Después lo vi regresar al puesto de comida y cargar una bolsa, se la dio a su chofer.
La camioneta comenzó a moverse. Pasaron varios segundos antes de que él hiciera la primera pregunta.
—¿Desde cuándo te dan los ataques? —me tensé. —No te preocupes, no te voy a obligar a responder.
Pasaron minutos antes de que le diera una respuesta.
—Hace cinco años comenzaron.
—¿Sucedió algo? —apreté mis manos en puños nuevamente, sentí el dolor en mi palma. Un poco más temprano en el primer ataque del día, me había hecho daño con mis uñas.
—No —respondí finalmente.
—¿Fui causante de ello? —hay una tensión dentro de la camioneta. Me atrevo a mirarle, tiene la mandíbula apretada y parece que siente el dolor tanto como yo.
—¿Quieres saber si eres culpable de que yo tenga estos ataques de ansiedad? —pregunto. Él asiente con su cabeza, parece nervioso. Sacudo mi cabeza. Hay un pequeño alivio en su rostro. —No, no eres el causante de lo que me pasa. Es alguien más, —siento el nudo en mi garganta.
No vuelve a hacer otra pregunta, y yo tampoco hablo. No tengo ganas de contarle lo desgraciada que fui hace cinco años. No somos nada, solo dos extraños.
Al llegar a mi hotel, me abrió la puerta para bajarme y no me soltó la mano hasta que yo la jalé. —Lo siento. —mete sus manos en los bolsillos delanteros de su pantalón. —¿Segura estarás bien? ¿tienes a quien llamar cuando esto sucede? —hay preocupación en su voz, pero la desestimo.
—Si, tengo a quien llamar. —Miento.
—Entonces me voy más tranquilo. —Se pasa la mano por la nuca. —Pero, de todas formas, aquí está mi tarjeta por si necesitas algo. —Saca una tarjeta de su cartera y siento que no debería tomarla. Viendo que sigue extendiéndola hacia mí, la tomo para terminar con esto e irme a la cama. —Llámame, si necesitas algo. Estoy disponible siempre.
—Gracias, ahora me voy. Descansa, —me encamino hacia la entrada del hotel.
Me he cambiado a mi pijama y miro la tarjeta entre mis dedos, es negra con letras doradas. Se lee su nombre completo.
フェリックス・ミッチェル・カーター
Félix Mitchell Carter
03 1243-8679
Atrás de la tarjeta en letras plateadas
SUMIYOSHI-KAI
Interesante. Entonces trabajaba en esta empresa o compañía, lo que sea. No puedo evitar preguntarme ¿cómo terminó aquí? lo último que supe sobre él, es que quería hablar conmigo, pero para eso tuvo que enviar a Camila, la chica que menos quería ver. Después de ello, no sé nada.