Félix —Habla. ¿Quiénes son los demás que dijiste en la azotea? —el cuerpo del sujeto colgaba boca abajo. Su espalda tenía cortes por todas partes. Mi látigo había hecho un buen trabajo. —Por favor, bájame. No puedo pensar bien estando así. —Lloriquea. Fui a la mesa de herramientas. Había toda clase de armas puntiagudas para usar en su tortura. Pocas veces me encargaba de este trabajo, pero cuando lo hacía, era porque se trataba de algo personal. Y este caso, no iba ser la excepción. Había herido y casi matado a Adeline. Iba a pagar por lo que le hizo y sentir el dolor. —¿Cuántas veces te suplicó ella por piedad? Y, aun así, no cediste. ¿por qué debo hacerlo yo? —tomé unas tijeras, cortarían hasta la carne humana. Perfecto. Volví hacia él. —Por favor. Sálvame. —Recordé esas mismas pa