—¡Ay, mamá! ¡Pero qué sexy ese conjunto! —exclama Ana mirándome con la boca abierta. Yo siento que estoy más roja que un tomate, jamás me vieron de esta manera y los rostros de los hombres demuestran sorpresa. Me escondo debajo del agua para no morir de vergüenza—. Si vieras la expresión de Santiago ahora, te desmayás —agrega.
—¿Por qué? —interrogo. Se ríe.
—Está con cara de que quiere asesinar a todos. Creo que nada más le hace falta un cartel en la frente con flechas luminosas que diga “Estoy celoso”.
—¿Celoso? Ja, ja. No, solo está siendo sobreprotector, soy como su hermana menor.
—Él no te mira como si fueras una hermanita, Mica. Te mira como… como si fueras un caramelo y él tuviera ganas muy fuertes de comerlo, pero que se contiene de no hacerlo porque el caramelo es de su her
