Mi día pasa rápido, con nerviosismo, y es peor cuando comienza a anochecer y empiezo a sentir un hormigueo por todo mi cuerpo. Y no es por la ansiedad, sino porque siento una mirada muy potente sobre mí. No hago caso y sigo con la vista fija sobre mi libro, aunque no puedo leer ni una línea. Ana se está pintando las uñas, pero sé que me está observando de reojo. Igualmente, estoy segura de que los ojos que me acechan no son los de ella. —¿Pasa algo? —decido preguntar al notar que mi compañera se ríe, me hace sentir incómoda. —Se me hace raro que estés leyendo tranquila y no sientas las miradas que te están comiendo —replica con tono desinteresado. —¿Qué? —interrogo poniéndome roja. ¿Miradas que me están comiendo? —Por un lado, nos encontramos a Facundo… —Levanto la cabeza, pero