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743 Words
Un año después… —Estás dejándome. Prometiste no convertirte en una como ellos. —Mis manos tiemblan cada vez que me acerco a ella y retrocede un paso atrás. —¿Por qué? Su rostro ha estado todo el tiempo mirando hacia abajo. No levanta la vista de sus pies. —Decías amarme. Decías que no me abandonarías. —Mi voz tiembla. Estoy a punto de derrumbarme. —Vuelve, por favor. Estoy a su lado hasta que nuestras respiraciones se mezclan. Ella alza su rostro hacia mí, ahora soy yo quien retrocede. Una sonrisa diabólica se extiende por sus labios, los labios que besaba sin cansancio. Ahora están burlándose de mí. Sus ojos azules se han convertido en dos agujeros negros. —Nunca me mereciste. —Su voz resuena como eco en la oscuridad que nos invade. —No eres lo suficiente para nosotros —después todas las personas a las que amé están a su alrededor. Mis padres, mi abuela, mi hermano, y Maslow. Cada uno a su lado y tienen la misma sonrisa diabólica de ella y los dos agujeros en sus ojos. Ellos están burlándose de mí. Mis piernas me fallan, mi cuerpo sufre espasmos y mi voz es inestable. —Los amo. —Tu destino es vivir en la soledad y morir en ella. —Sus palabras me duelen, calan cada célula y hueso que me completa hasta apuñalar mi corazón. —No mereces que nadie te amé. Siempre terminas matándolos antes de que ellos puedan hacerlo. Su voz fría llena de odio llega hasta mis oídos y resuena en todas partes. Las lágrimas se filtran por mis párpados y cubro mis oídos con mis manos. No quiero escucharlos. No quiero saber lo que siempre supe. «Mi destino es estar solo y morir solo» ahora lo entiendo. Agarro las sabanas como mi salvavidas, y me siento tan rápido en la cama. Mi respiración se atasca, necesito aire, pero no llega. Salgo de la cama cayendo en el suelo, me arrastro para llegar hasta el balcón, mis piernas están entumecidas. Necesito llegar, se me acaba el tiempo. Tiro de las puertas corredizas abriéndose. El aire pega en mi rostro tan pronto con la primera oleada, mis pulmones reciben ese aire y trato de tranquilizarme. Tomo bocanadas de aire y sigo así hasta controlarme. Me quedo tumbado en el suelo hasta que siento las mejillas húmedas. Estoy llorando. Solo fue una pesadilla. Solo una pesadilla como todas las noches.   Aparco mi auto en el estacionamiento de mi empresa. —Buenos días, Sr. Kinney. —Saluda Andrea. Mi recepcionista. —Buenos días —respondo en cortesía. Subo al elevador y llego a mi oficina. Mi secretaria yace sonriendo cuando entro. —Un café, por favor. —Pido. —Enseguida, Sr. Kinney. —Se levanta de su asiento corriendo a hacerme lo que le he pedido. Abro la puerta de mi oficina y me siento en mi silla. Tomo los papeles y los vuelvo a dejar en el escritorio, no puedo trabajar sin un café antes. Abro el cajón del escritorio y saco la foto que enmarqué para tener como recuerdo. Un recuerdo que va seguir vivo por todo el tiempo que viva. Ella se ancló en mi corazón para siempre, trago saliva y aprieto la foto a mi pecho queriendo que se funda dentro de mí. Queriendo que de esa forma vuelva a vivir. Pero me di por rendido. Ha pasado tan solo un año de su muerte, que no logro superar. Ella no volvería conmigo. Después de dos años de tenerla conectada a los cables que le mantenían con vida, la dieron por muerta. Todos nos habíamos dado por vencidos, no quería que la desconectaran, pero su hermana lo eligió así. No soporté verlo. Así que tomé el primer avión a mi empresa, el lugar de donde nunca debí salir. No quería presenciar cómo le quitaban lo único que la mantenía con vida y yo no pudiendo hacer nada. Cerré los ojos para recordar cada rasgo que la diferenciaba; su sonrisa, sus labios, sus ojos. Sentí mi pecho oprimirse y una gota deslizarse por mi mejilla. —Te amo, Becky. No me respondió. Mi secretaria tocó a la puerta con el café listo. Me limpié la lágrima derramada y volví a meter la fotografía en el cajón. No quería que nadie supiera de mi vida privada, y mucho menos conociera mi trágica historia de amor. —Adelante, Lauren. —Como siempre le gusta —sonríe dejando el café en mi escritorio. —Gracias. —Para lo que quiera. Lauren nunca dejaría de coquetear conmigo. Perdía su tiempo. Mi corazón ya tenía dueña, y no me importaba que ella ya no estuviera conmigo en cuerpo, pero la tenía con mi alma. Era lo único que importaba.  
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