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2103 Words
—¿A que no puedes preguntarle su nombre? —me retó Gabriel. —Eres un fraude, hombre. —Reí. —Siempre lo has sabido y me sigues teniendo a tu lado —rio. Tomo lo último que queda de mi vodka y me levanto de mi silla. Gabriel me había llevado a un bar cerca de mi trabajo para que pudiera socializar y relajarme. Me estaba retando a hablarle a una chica rubia que estaba sentada en la barra de espaldas a mí, bebiendo un Cosmopolitan. Llevaba puesta una minifalda con una blusa que no dejaba mucho a la imaginación. Era sexy, si me lo preguntaban. Caminé sonriendo por hacer caso al reto que me pedía Gabriel. —Hola ¿Cómo te llamas? —pregunté con una sonrisa. La chica se giró y me encaró, mi sonrisa desapareció de inmediato. —¿Qué? —pregunté. —Hola, Randy. Gusto en volver a verte —saludó. No parecía sorprendida. —¿Qué haces aquí? —mi voz estaba estupefacta. —Solo tomando un Cosmopolitan. —Se encogió de hombros —¿Y tú? —Vine con un amigo. —Me giré a Gabriel quien la saludó desde su silla. —Ya veo. Has cambiado mucho —me dio una rápida mirada. —¿Saliendo del trabajo? —enarcó una ceja bien depilada. —Sí —Llevaba puesto unos pantalones de vestir con una camisa de lino blanca sin corbata y saco. —¿Y no me vas a invitar algo de tomar? —Disculpa, ¿Qué quieres? —llamé al barman. —Otro Cosmopolitan —pidió. —Y un vodka más, para mí. —El hombre asintió y se alejó. —¿Cómo te ha tratado la vida? —tiene una sonrisa en sus labios rojos y una mirada llena de curiosidad. —Muy mal. ¿Y a ti? —ella sonríe. —Más o menos. —Todavía no asimilaba que estuviera hablando con ella, otra vez, después de años sin vernos. Nuestra relación había terminado muy mal para Leidy. Yo era un bastardo idiota. —Después de graduarme conseguí trabajo en Marketing, y ahora soy la directora de la campaña “Flaytons”. —Me da mucho gusto por ti —la felicité. —Gracias. —Y ahora estoy aquí hablando contigo, ¿Qué me dices de ti? —Heredé la empresa de mi familia. Soy dueño de Rayson’s —Me encojo de hombros restándole importancia. —No hay nada interesante en mi vida que pueda contarte. —Ella sonríe. —¿Y qué me dices en el amor? ¿Alguna chica afortunada? —mi corazón se aprieta de dolor. Es un tema demasiado íntimo para hablar con ella. —Has cambiado mucho —cambio de tema. Y ella se da cuenta, pero no dice nada. —No te hubiera reconocido de no ser por tu sonrisa, —sonrío. —También has cambiado tu forma de vestir —le doy un rápido vistazo. —En este negocio se necesita seguridad de tu cuerpo y de ti mismo, de otra forma no llegaría hasta aquí. —Responde —Sé que cuando me conociste era una chica tímida y torpe. Vestía Jeans y playeras. Pero desde que lo nuestro finalizó me hizo darme cuenta que debía de seguir y un cambio me hizo bien. Me abrió muchas puertas en la industria. El que haya traído a colación nuestra relación, me hace sentir como un idiota. Porque eso fue lo que fui; un idiota. Que la trataba a mi antojo, y negaba. La usé por mucho tiempo, solo para desahogarme de mis miedos y soledad. Ella siempre estuvo ahí cuando la necesité, y yo nunca estuve para ella. Después de decirle que nunca iba a funcionar lo nuestro la dejé, ella me suplicó que me quedara, pero la rechacé. Fui un asno, y ahora mismo desearía que me patera en las bolas para sentirme mejor. —Me gustaría que me golpearas, porque ahora mismo me siento como un idiota contigo. —Mi confesión hace que alce sus cejas hasta la línea de su cabello. —Fui un asno cuando estuve contigo. Y no sé porque aún sigo vivo. Ella ríe. Ríe naturalmente y yo frunzo el ceño pensando que es lo gracioso que dije. —¿Enserio acabas de decir eso? —pregunta tratando de aguantar otra risotada. Mi rostro está escudriñado. —¿Disculpa? —pregunto. —No puedo creer que lo hayas dicho. —Deja de reír y se compone la minifalda que se le ha subido unos centímetros más arriba, ahora veo las ligas de sus medias. Mi miembro se endurece y empuño las manos. —Bueno, ¿eso te haría sentir mejor? —pregunta. —Sí —demonios sí. Me jalo una porción de mi cabello, frustrado. —Lo único que puedo decir es un lo siento. —Ella niega con la cabeza. —Lo he superado —dice. —Y nunca te he guardado rencor —toma mis manos y sonríe. Me había olvidado de lo hermosa que era su sonrisa. —¿En serio? —cualquier chica en su lugar ya me hubiera dado unas bofetadas y derramado la bebida encima. Y esperaba que lo hiciera, pero al parecer no iba a suceder. —Claro que te perdono. Tú no tuviste toda la culpa, yo también fui culpable por dejar que mis sentimientos crecieran hacia ti, sabiendo que nunca ibas a poder corresponderme. —Pero la forma en que te traté. No me di cuenta hasta después. Lo lamento, en serio. —Cierra su mano alrededor de la mía. Y justo en ese momento llega el barman con nuestras bebidas. —Siempre quise terminar lo nuestro diferente, quería otra oportunidad para cerrarlo bien contigo. —Ahora la tienes. —Toma de su Cosmopolitan. —Pero preferiría que fuera en otro lugar, ¿Qué te parece un café? No creía que me estuviera dando otra oportunidad. No me la merecía, no merecía nada de parte de ella. Seguía siendo la misma chica bondadosa que había conocido hace seis años. —De acuerdo. —Concuerdo. Llevo diez minutos sentado esperando en el café que acordamos vernos. Leidy no aparece y por primera vez tengo miedo de que en realidad no quiera perdonarme. Necesito su perdón para cerrar mi pasado. Llevo mi taza de café a mis labios y me doy cuenta que ya está fría. Llamo al mesero y le pido otra. Su cabellera rubia y larga hace aparición cuando se va el mesero. Ella lo detiene y le pide un café. —Disculpa, por llegar tarde. Tenía que hablar con los diseñadores de la campaña —dice. Lleva una falda de tubo con una camisa por dentro roja. Se cruza de piernas y pone su bolso rojo a un lado. —Eres toda una empresaria —halago. —Te ves muy hermosa. —Ella sonríe y logro ver un sonrojo en sus mejillas, no podría creer que se seguía ruborizando a estas alturas. —Tu rubor hace verte inocente. —Su rubor se extiende más, y sonrío. Me encanta seguir causando ese color rojizo por sus mejillas y más cuando estábamos…aparto ese pensamiento de mi cabeza. Ha pasado mucho tiempo, y yo no debería estar coqueteando con ella ni diciéndole ese tipo de cosas, sabiendo cómo la traté antes. —Sigues teniendo el mismo efecto en mí. —Confiesa. Trago saliva, creo que fue mal recordar. Alza sus ojos esmeraldas y pestañea hacia mí. Se ve como una criatura inocente y tímida. Vuelvo a recordarla como antes. —Suéltame o voy a gritar —amenaza. Rio. —No tienes ninguna ventaja, estoy encima de ti y si gritas pensarán que es de placer. —La miro con deseo. Bajo mi cabeza hasta llegar a sus labios y besarla.  Sabe a frutos rojos, exquisito. —Quiero probar más de ti. —Aprieto más sus manos en el colchón, pero viendo de no apretar tanto para no lastimarla. Ella se retuerce bajo de mí cuando paso mi lengua por su delicado cuello. —Sabes a frutos rojos —huelo entre su cuello y cabello rubio. —Me encantas. Sus ojos brillan como dos esmeraldas, se muerde su labio y eso me excita. Mi cuerpo la aplasta un poco más haciendo que sienta lo que me hace, gime y levanta su pelvis a mi cuerpo. Y eso me hace sorprenderme que encajamos muy bien en la cama. Somos perfectos amantes, sin ataduras, sin compromisos, solo sexo, un muy buen sexo. —Te voy a follar como nunca en tu vida te lo han hecho —amenazo con seducción en mi voz, y mientras veo que su iris se dilata me encargo de sus labios primero. La oigo gemir dentro de mi boca.  —Sé que te afecto de la forma que tú me afectas. —Bajo mi boca por sus redondos pechos y los mordisqueo, ella se retuerce. Me tomo mi tiempo distrayéndome con las nenas, sigo mi objetivo hasta llegar a su vientre. Doy leves mordidas que hacen que gima más fuerte. —Randy. —Dice mi nombre como a una oración. Me centro en su punto G. Beso el interior de sus mulos, y paso mi lengua viperina por todo su contorno, sonrío ante la espera que le estoy haciendo pasar. Esta chica me vuelve loco. —¿Así que? —su ceja se enarca y me viene el pensamiento de la persona que la estaría odiando si la viera. El pensamiento me roba una sonrisa y hace que de inmediato la borre de mi rostro. Ella debería estar conmigo ahora. Niego con la cabeza y me limito a dispersar cualquier pensamiento de ella. —Así que aquí estamos. —Termina. —Nunca creí volver a encontrarte. —Yo tampoco, pero aquí estamos tratando de hacerlo bien. De cerrar nuestro capítulo. —¿Qué hiciste después de que discutimos? ¿A dónde fuiste? —Tus palabras me lastimaron más de lo llegué a pensar. Y no quería estar en ningún lugar que tuviera que estar relacionado contigo. Así que me fui a casa, pasé varios días ahí. —¿Estuviste sola? —pregunté. Ella era hija única y sus padres trabajaban todo el día, por lo que me había dicho antes. Siempre se encontraba sola en casa. —Si. Necesitaba pensar muchas cosas de la relación que teníamos y en la forma que yo recibía menos y tú más. Siempre fui la que dio más en esa relación, la que amó más. —Desde el inicio te había dejado en claro que yo no era de relaciones formales. Me dedicaba a follar sin compromiso y no te iba a dar nada diferente que le había dado a las demás; sexo. Contigo hice una excepción para que fuéramos amigos con beneficios, vi algo diferente en ti que no vi en las demás. —Ella asiente en acuerdo. —Lo sé. Me lo dejaste en claro desde el primer día que te pedí una cita. Llevaba tanto tiempo queriendo armarme de valor para hacerlo que cuando lo hice me pareció lo más fácil que había hecho en mi vida. El chico que tenía fama de estar con una chica diferente cada noche y que no tenía novias, estaba aceptando salir conmigo. Me sentí feliz de poder hacer algo diferente en mi vida, que cuando dejé que mis sentimientos fueran más allá de lo que me permitía, ya era tarde para dar vuelta atrás. Llevábamos una relación de sexo muy buena, pero mis sentimientos se estaban mezclando con ello. —Nunca te di motivos para que eso pasara ¿O sí? —No. Nunca. —¿Entonces por qué lo hiciste? ¿Por qué dejaste que crecieran tus sentimientos hacia mí? ¿Por qué no terminaste lo nuestro antes de que salieras lastimada? —Había terminado una relación que me dañaba mucho y cuando me di cuenta de ello, ya era tarde. Me pasó lo mismo contigo, me di cuenta tarde. Y el daño ya estaba hecho, mis sentimientos ya eran fuertes.  —El mesero llegó con nuestras tazas de café. Y esperamos un segundo para que se fuera. —Nunca me di cuenta, de otra forma hubiera evitado todo el dolor que te causé. —Negó con la cabeza. —No te hubieras dado cuenta, aun así. Yo era muy buena ocultando mis sentimientos. Ella tenía razón. Leidy era la mujer que nunca ibas a saber que pensaba, porque sabía ocultar sus emociones muy bien. Había llegado muy lejos con ella y podríamos haber sido algo más si no fuera por mis demonios que me aterraba antes. Ahora todos ellos se han ido, ella me los quitó, me limpió y me dejó solo. —Éramos buen equipo. —Lo éramos. Un silencio embargó nuestra mesa. Y después de mirarnos tanto tiempo sin hablar, ella fue la primera en romper el silencio. —Randy —susurró mi nombre con pesar. Levanté mis ojos de la taza de café y la miré. Sus ojos esmeraldas eran brillosos y llenos de esperanza. —¿Qué pasaría si lo intentamos de nuevo? La pregunta flotó hasta mí como un espectro. Ella quería lo nuestro devuelta, quería que fuéramos como antes. Pero nada del antiguo Randy existía. Era una nueva persona. Lo pensé. Ella me estaba pidiendo una oportunidad. Y yo estaba hundiéndome en mi miseria. ¿Qué pasaría si lo intentaramos? Mi respuesta era la que valía ahora. Podría comenzar algo nuevo con ella, podría, pero Leidy no era ella. Ella era irremplazable. Le había dicho que quería comenzar una nueva vida con ella después de que finalizaran las Carreras Máximum. Pero no había cumplido la promesa de protegerla. Le había fallado. Y ella me había abandonado. —Entonces… ¿Qué perderíamos? —le devolví la pregunta con una sonrisa. Esperaba que ahora si estuviéramos preparados para la segunda oportunidad que teníamos enfrente. Yo ya no tenía demonios persiguiéndome, y ella estaba más madura y era exitosa en su trabajo. ¿Qué podría pasar mal?  
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