Nuestro cuerpo es capaz de todo, es a nuestra mente a quien debemos convencer. ■■■■■■■■■ Sentía las manos de Alexander sujetando mis caderas, y no quería que me soltara, muy dentro de mi, sabía que todo aquello estaba mal, que no debía de pasar, pero lo deseaba tanto, era una necesidad que crecía apenas lo miraba. —¿Quiero hacer esto?—pregunté sintiéndome muy confundida. Él se alejó un poco y sonrió de ese modo que me erizaba la piel. —¿Crees que te obligo?. —No lo se, ¿Lo haces?. Se alejó por completo y respiró hondo, empezó a acomodarse la camisa y negó. —No, en realidad es muy difícil manipularte, la otra vez lo intenté y lo logré, pero hiciste que me doliera la cabeza, sentía que miles de agujas se incrustaban en mi, eres diferente, como ya te lo he dicho. —¿Solo una vez?.