2

1824 Words
Al otro día me levanto y me voy a duchar y cambiar. Luego, bajo a desayunar con mi mamá. —Entonces… ¿Ese trabajo te va a dar de comer? —pregunta depositando un cuenco de cereales de colores con leche frente a mí. Asiento con la cabeza mientras me llevo una cucharada a la boca. Todavía me hace sentir como una nena, pero me encanta este desayuno. —Sí, es solo limpiarle su casa, nada más. Y me pagan un buen sueldo. —No limpias acá, vas a limpiarle a otro… ¡Ja! —expresa ella con tono burlón. Ruedo los ojos y decido no emitir palabra o va a ser para discutir, así que me dedico a terminar de desayunar en silencio y salgo a trabajar. Llego a la casa de los Márquez unos diez minutos después y desde afuera noto que es muy lujosa, con paredes de piedra y estatuas de mármol en la entrada, así que suelto un silbido por lo bajo. Recorro un camino de madera, piedra y flores para llegar a la puerta principal y admiro cómo todo está rodeado de rosas, jazmines y arbustos muy coloridos, aunque tienen pinta de ser artificiales. Respiro hondo y toco el timbre. Me abre la puerta una mujer rubia y de pelo corto, con aspecto educado y vestida de manera elegante, con un mono de piernas palazzo color beige y varios accesorios perlados. —Buen día, vos debés ser Nina, ¿verdad? —interroga. Asiento avergonzada—. Pasá, mi marido ya se fue y mi hijo no está en casa. —Buen día y permiso —digo. —Sin miedo, a partir de ahora, esta también es tu casa. Podés hacer lo que quieras, pero trabajando. Es confianzuda y mandona al mismo tiempo, estoy segura de que me va a causar problemas más adelante. —Por supuesto, señora, para eso estoy —termino respondiendo. —¡Ay, no me digas señora que me hace sentir vieja! —Suelta una carcajada—. Mejor decime Kathy. —Está bien, Kathy. —Esboza una sonrisa y asiente satisfecha. —Bueno, me voy, ya estoy llegando tarde. Te estaba esperando, sos muy puntual. Las demás nunca llegaban a horario, te felicito y espero que sigas así —comenta tomando su bolso rojo y se lo cuelga del hombro. —Gracias —expreso. Me saluda y se va. Empiezo a recorrer la casa para ver las salas. Es muy grande, me va a tomar mucho tiempo limpiar esto. Ahora pienso que realmente mi sueldo lo vale, sobre todo porque todo está tan brillante y frágil que siento que debo tratar los objetos con cuidado, y seguramente cada cosa vale más que la casa de mis padres. Suspiro, pongo un poco de música desde mi celular con los auriculares y me pongo a barrer. Me dejo llevar por la música y empiezo a bailar sin sentir vergüenza, ya que sé que estoy sola. Uso la escoba de micrófono y bailo, perreo, canto por lo bajo y me muevo hacia atrás mientras limpio y, de repente, choco mi espalda contra un cuerpo robusto y caliente. Asustada, y deseando que sea una columna y no una persona, me doy vuelta y lo veo. —Eh… hola —murmuro con torpeza, sin poder creer a quién tengo al frente. Nada más y nada menos al tipo que me atropelló. —Hola, mujer chocadora —expresa con mala cara—. Siempre nos chocamos, lamentablemente. —Hola —vuelvo a repetir y me sonrojo. Se saca los anteojos de sol, dejando lucir unos hermosos ojos verdes que me encandilan y que hace que su rostro sea muchísimo más armonioso, mi corazón late fuerte, no sé si por vergüenza o por excitación, aunque chasquea la lengua y niega con desaprobación. Esa aura de mala onda rompe todo el hechizo. Y también, el dolor reaparece en mi cintura, recordándome el fuerte golpe que sentí. —Así que vos sos la chica que limpia —comenta arqueando una ceja. —Supongo. —Me muerdo el labio y miro hacia abajo. —Mis padres me comentaron que iba a haber una mucama, pero me imaginé algo más… —Me mira de arriba abajo—. Sofisticado. —¿A qué se refiere con eso? —cuestiono a la defensiva. Suspira y se encoge de hombros. —Bueno, una mujer mayor que se vista como corresponde y que haga bien su trabajo. —Ah, ¿y cómo me tengo que vestir? —interrogo desafiándolo. Que no me venga a dar lecciones de vestimenta femenina en el siglo XXI porque ahí sí que lo mato. Como no responde, suelto una risita por lo bajo—. Deje que haga mi trabajo tranquila, yo no le digo nada porque anda en musculosa y un pantalón pescador —agrego repasándolo con la mirada y conteniendo una sonrisa. Me hace un gesto burlón y desaparece por la puerta de la cocina. Arruinó por completo el buen humor que tenía, ahora voy a trabajar con un nudo en la garganta. Chasqueo la lengua, ese tipo me va a traer problemas de toda índole. Desde laboral hasta personal porque debo admitir que, a pesar de su personalidad tan asquerosa, sé que me va a volver loca. Ahora que lo pienso, no me siento tan mal por vivir con mis padres. Este tipo tiene como treinta años, es millonario, puede irse donde quiera, y aún así vive con su familia. Ya no me siento tan ridícula y mal conmigo misma. Aunque claro, supongo que sus padres sí lo pueden mantener, no como los míos… Bufo y niego imperceptiblemente con la cabeza a causa de mis propios pensamientos, tengo que dejar de pensar en tonterías. Termino de limpiar la sala y paso a la cocina. Él está sentado en una barra, tomando un café, en su bandeja también hay un vaso con jugo de naranja y un pequeño plato con frutos secos. Ni siquiera levanta la vista, sigue ensimismado en su teléfono con el ceño fruncido y expresión amargada. Apoya su codo sobre la mesada y sus brazos descubiertos se marcan, dejando notar lo trabajado que está su cuerpo. Trago saliva y aparto la vista, esto es demasiado. Él suspira y se aclara la voz. —Supongo que vamos a vernos muy seguido —comenta sin levantar los ojos del celular—. Me llamo Esteban, ¿y vos? —Nina —contesto con sequedad. —Ese nombre me hace sentir… —Me mira con profundidad, se queda callado y esboza una pequeña sonrisa que me hace sentir mariposas en el estómago, tengo que controlarme—. En fin, si me dejás mi espacio, va a estar todo bien entre nosotros. Sobre todo cuando estoy en mi oficina, no puedo permitir que me interrumpan. Hago cosas… importantes —dice con un aura misteriosa. Contengo una carcajada. —Está bien, no lo voy a interrumpir —respondo divertida, aunque él está sumamente serio. No puedo apartar mis ojos de él, hay algo que me atrae demasiado y no sé qué es. No es solo su masculinidad y su imponente físico, hay algo más… pero no logro descubrirlo. Es como si ya lo conociera. —¿Nosotros nos conocemos? —pregunto sin querer. Mis ganas de descubrir quién es no me dejan razonar lo que sale de mi boca. —¿Por qué pensás eso? —interroga tomando su jugo de naranja—. Claro que nos conocemos, te atropellé ayer —agrega. Hago una mueca y asiento. Sí, debe ser por eso que se me hace conocido. —Seguro me confundí con otra persona, perdón —murmuro. Me mira como si estuviera loca y suspiro mientras me pongo a limpiar el piso. La verdad es que no creo que él se interese en mí jamás, y no por cómo es, sino porque cada vez soy más torpe. Hace tanto que no hablo ni coqueteo con ningún hombre que perdí la práctica, voy a tener que pedirles consejos a mis amigas, que ellas sí la tienen clara. Aunque, de todos modos, con Esteban no creo que me funcione el coqueteo, se nota que es bastante solitario y no está muy interesado en socializar. En fin, mejor dejo de pensar y sigo en mi trabajo. Por el rabillo del ojo, noto que se pone de pie como un resorte y sale corriendo por la puerta, dejando su desayuno a medias. Me quedo mirando el espacio vacío, aún con la sensación de que a ese hombre ya lo conozco desde antes. Pasan aproximadamente dos horas cuando él vuelve a aparecer recién bañado, con una camisa blanca y un pantalón de vestir color azul que moldea su cuerpo de una manera espectacular. Creo que se me cae la mandíbula y la baba, aunque espero que no se me note. Se agacha para atar los cordones de sus zapatos negros, terminados en punta y bien lustrados y luego me mira mientras se coloca un reloj. —Tengo que salir, en caso de que necesites algo, me llamás. —Me extiende una tarjeta de contacto y arqueo las cejas al leer “Esteban Márquez, Gerente de Fragrance Industries”. —¿Fragrance? —interrogo sorprendida. —Sí, mi papá tiene una empresa de perfumes, ¿por qué? —Bueno, yo… El timbre suena y me interrumpe, por lo que deja de prestarme atención y sale corriendo a abrir la puerta. Escucho risas femeninas y luego aparece con una hermosa sonrisa de oreja a oreja, que desaparece en cuanto me ve. —En fin, me voy. Cualquier cosa me escribís, pero tiene que ser sumamente importante —dice. Agarra un perfume de un armario, se pone dos veces y se va sin siquiera despedirse. A cambio, deja en el aire un aroma que al principio me parece normal, hasta que, de repente, una nota de madera, naranja y cuero inundan mi olfato. Siento que me desmayo y abro la boca sin poder creerlo, sin parar de sentir ese olor que se mantiene en el lugar. Es el perfume que busqué durante años, es el perfume de ese hombre que me hizo suya, que me hizo mujer. El perfume de Esteban es el del joven que jamás pude olvidar. Me siento en el sillón, claramente en shock. Tengo que procesar esto y aclarar mis sentimientos. ¿Será él y por eso me parece conocido? ¿Tendrá un hermano? ¿Será casualidad? Es que tengo tantas preguntas que nadie me va a responder… Resoplo y tiro mi cabello hacia atrás. El tipo es conocido, debe aparecer en Google. Cuando vuelva a casa lo voy a buscar, no me voy a quedar con la duda. Por ahora, voy a seguir trabajando, pero con ese aroma en mi nariz y con esperanza de haber encontrado a quien estuve buscando durante tanto tiempo. 
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD