Capítulo 3

3180 Words
Un vestido perfecto para una princesa haciendo su primera aparición en la sociedad mágica, una postura elegante, sonrisa firme, tez pálida como debía ser en un vampiro puro, ya no quedaba rastro de esos pompones rosa que decoraban sus cachetes, el cabello por algún motivo dos o más tonos oscuros que su original castaño, ahora lucía más potente, más frio. Valeria la volvió a mirar sin poder creérselo, ¿en serio su padre presentaría a Ana en lugar de su hermana, la verdadera princesa? El plan era perfecto, debía admitirlo, nadie podría sospechar nada puesto que casi nadie ahí conocía a su hermana y los pocos que lo habían hecho apenas y habían cruzado miradas con la princesa. —     Siento a tu hermana más pálida que hace unos días, ¿todo bien? — Solo Adrián podría darse el tiempo de fijarse en aquellos detalles, bueno, de alguna manera ahora era parte de la familia. — Parece que no es… —     Yo siento que necesitas resolver tus propios líos. — Bordeó, Valeria, viendo que la ahora ex novia de Adrián estaba aún ahí. — Yo me ocupo de mi familia. Adrián se fijó dónde los ojos de su esposa miraron instantáneamente, ahí estaba la muchacha que por la que él se había desvivido por meses y creí era su completa felicidad; aun el cariño estaba ahí, y si el muchacho fuese egoísta, tenía la opción de volver con ella hasta que Valeria lograra conectar esos sentimientos que se darían tarde o temprano. Pero, Adrián no era de aquellos que priorizaban sus sentimientos confusos irresponsablemente, él sabía que ya había cometido un error al haberle dado aquella esperanza cuando su ex novia aún estaba recomponiéndose por la ruptura abrupta, él era consciente de que un error era suficiente, la segunda sería una decisión premeditada. El alfa de la manada vecina realmente quería a aquella muchacha quien tenía los ojos marcados por la confusión y el enojo; sin embargo, ahora que había encontrado a su mate y habiendo entendido (viviendo en carne propia las experiencias contadas) lo que realmente significaba la conexión de mates, él ya no podía atreverse a pensar en la posibilidad de vivir lejos de su esposa. Lo cual lo tenía muy confundido, no había sido su intención invitar a su ex para restregarle en la cara que siempre sí se casa con uno de su mismo mundo, no había sido su intención conocer a Valeria y no poder dejar de querer tenerla cerca todo el tiempo, de hecho, ese sentimiento lo incomodaba, lo hacía sentir hipócrita. Sin embargo, no pudo evitar sentirse mal cuando la princesa le recordó que esa boda no había sido algo que ella había querido y que si por ella fuera anular el casamiento sería el mejor regalo en esos momentos. Pero, ¿cómo le explicaba que él no quería eso cuando ni siquiera él mismo entendía porque ya no quería no estar casado con ella? Adrián había sido criado como cualquier principito de una manada tradicional, radicada en el mundo mágico, sabía todas las tradiciones de su manada al pie de la letra, incluyendo la teoría del vínculo entre mates; pero, había mucha diferencia en saber palabras escritas y sentir estas mismas, él nunca creyó que algo como eso le pasaría a él, tampoco entendió su valor. Vio a sus dos amigos acercarse, los que pertenecían a su grupito, se alejó un poco de su esposa para hablar con ellos: —     Bro, ¡felicidades! — Le estrechó la mano uno de ellos, pelinegro, ojos grises, brazos fuertes; contrarrestaba un poco la apariencia elegante de Adrián. — Quisiera conocer a tu esposa, pero no creo que sea bueno alterar a Paola. —     Ya le expliqué a todos lo que ha sucedido. — Reveló Jake, él pertenecía a su grupo habitual. — Solo Paola no lo cree cierto. —     Es entendible, fui muy apresurado en mis acciones y verla sufrir es la consecuencia de mis actos. — El pelinegro le dio palmadas en el hombro, alentándolo. — Por favor, cuiden de ella. —     Debemos irnos, las chicas no querían irse sin mí, así que…— Jake se alzó de hombros, aparentemente no quería irse aún. — Creo que es hora de hacerlo, la rubia no se siente nada bien y estar aquí la pone peor. —     Entiendo. — Ellos ya se estaban yendo cuando Valeria apareció, se detuvieron. — Princesa. — Suspiró Dunne, la manera en que lo hizo cambió el semblante de sus amigos. —     Venía a avisar que debemos continuar con el protocolo. — Él asintió. — ¿Ellos son tus amigos? — Le sonrió curiosamente a Jake. — No creí que ustedes se conocieran. — Jake le hizo señas discretas a Valeria para que guardara silencio. —     ¿Ustedes se conocen? — Curioseó, Adrián. —     Jake es aprendiz de Lilith, de ahí que nos hemos cruzado anteriormente. — Jake cerró los ojos, Valeria se comenzó a preguntar cuanto exactamente no sabían sus amigos. — Supongo que tú debes ser… —     Pool Lautner, Alfa de la manada…— Ella lo interrumpió sin darse cuenta. —     Noooooo. — Valeria lo miró con tanta admiración. — ¿Acaso perteneces a la única manada de esta región que habita en el mundo humano? — Él asintió. — Mucho gusto, soy la princesa Valeria, hija del rey Klauss. —     Encantado de conocerla, princesa Valeria. — Ella negó. —     Los amigos de Adrián pueden tutearme. — Entonces, el callado esposo soltó su curiosidad. —     ¿Quién es Lilith? — Pensó en voz alta. —     Yo soy Lilith, — sí, él recordaba a quien había dirigido el ritual, pero no tenía idea de quien era exactamente— un gusto. — Sonrió por respeto. — Jake, ¿puedo quitarte un segundo? —     En realidad, yo ya me estaba yendo…— Aclaró su garganta al verla fruncir las cejas. — Pero, volveré dentro de poco. — Lilith quería hablar, pero Carmen apareció. —     Princesa Valeria, Alfa Dunne, los están esperando. — Y así, luego de despedirse brevemente, se los llevó. Valeria y, sobretodo Adrián, veían desde lejos la escena con extraña curiosidad; Pool, el pelinegro había vuelto con las chicas, pero Dumont estaba estancado con Lilith. La vampiresa podía escuchar si así lo quería, pero no era el caso de Valeria; no era exactamente lo que pasaba con el lobo, para él la escena se encontraba muy lejos (más de diez metros) para obtener esa información completa. Bailaron como correspondía, aunque, se supone debieron hacer eso al inicio, pero lo importante era la intención, ¿no? Además, la mayoría de las familias y amigos cercanos de los esposos, entendían que había sido un matrimonio arreglado y que poco podían esperar de un baile tradicional real, el baile era símbolo de la aceptación y el amor que declaran los recién casados, eso no aplicaba para ellos. Luego del baile, los recién casados dieron el discurso de despedida, primero el esposo anunciando a su manada y todos sus amigos que Valeria sería la Luna de su manada y de la nueva alianza con el clan; luego Valeria agradeciendo su participación en la ceremonia, también presentó a Adrián a los suyos y recordó la alianza con los de dicha manada. Casi a nada de terminar vieron como Jake, después de una larga charla, pasó a hablar brevemente con unos señores que parecían ser su familiar, para luego llegar con el resto de su grupo; los recién casados notaron con que apuro se marchó todo el grupo una vez Jake estuvo entre ellos, Adrián seguía curioso. —     ¿Qué es lo que habrá querido ella de Jake? — Susurró mientras bajaban del estrado, Valeria lo escuchó, pero hizo oídos sordos, era lo mejor. —     Sus padres ya están reunidos. — Avisó Carmen, cuando ellos ya estaban en piso plano. — Los están esperando. —     Esto es lo último. — Expresó aliviada, Valeria, moría porque todo esto terminase pronto por muchos motivos, el principal era su hermana. — Carmen, no le quites los ojos de encima a la princesa Annabelle. — Le susurró al oído, aun sabiendo que su esposo podría estar escuchándola. Carmen asintió sin entender exactamente qué significaba eso, ¿es que la princesa había cometido un error o temían que lo hiciera? El rey se veía muy relajado lo que animó a Carmen a no alertarse en vano, asumió que la princesa Valeria estaba teniendo problemas con manejar los nervios de su primer día como casada. Valeria sí estaba nerviosa, pero no exactamente por el matrimonio, sino por muchas otras cosas que ahora se suma conocer a los padres de Adrián, lo que significaba conocer a alguien que no fuera alguien de su clan o de su misma especie; Valeria tenía el tic nervioso de hacerse herida en la comisura de sus uñas, Adrián se dio cuenta. —     No hay nadie aquí. — Balbuceó para sí misma, sus amigos no estaban porque era algo muy privado. — No hay nadie… — Él tomó su malherido dedo y lo acarició. —     Tu hermana está aquí. — Ella miró a Ana, le sonrió amable, Valeria cerró los ojos. — No tienes de qué preocuparte, solo es una presentación. —     Rey Klauss, Señor y Señora Dunne, los recién casados. — Presentó Carmen antes de retirarse. —     ¡Qué bueno que estén aquí al fin! — El rey estaba genuinamente satisfecho al enterarse que su pequeña era la mate de alguien como Adrián, confiaba en él. — Pasen. —     Pero, sí que se tomaron mucho tiempo después de la ceremonia, por un momento creímos que había un problema. — Valeria negó. —     Nada de eso, madre. — Adrián besó la frente de su madre. — Es que las fiestas no nos van. — Valeria asintió, muda. —     El rey tiene a dos hermosas princesas…— Alabó el señor Dunne, ex alfa de su manada. — Que se parecen mucho. — Analizó viéndolas cerca una de la otra. Ahora que Ana había tomado el cuerpo de Rachel, tenía el aspecto vampiresco al tope, por lo que, su apariencia se asemejaba aún más a la de Valeria; lo único que diferenciaba a Rachel de su hermana, era el semblante imperfecto de un humano y su cabello hondeado, cosa que ya no se veía en Ana, era el reflejo de Valeria con una expresión más distante como la de un vampiro. —     Son gemelas. — Aclaró el rey. — Ella es la princesa Annabelle, la hija de la que pocos han escuchado. —     En realidad, se escucha casi nada de las dos, rey Klauss. — Comentó la madre de Adrián. — Las tiene muy ocultas al ojo del mundo mágico. —     Suelo ser algo sobreprotector. — Aceptó con una sonrisa en el rostro. — Valeria, mi amor, preséntate. —     Es un gusto conocerlos, señor y señora Dunne, soy Valeria Benson, hija del rey Klauss. — Valeria comenzaba a sentir que la cara le ardía, felizmente su piel no se ruborizaba. — Espero cuiden de mí en el futuro. —     Espero cuides de mi hijo de la misma manera que nosotros cuidaremos de ti, hija. — Valeria sintió sinceras las palabras de la señora Dunne. — Espero en el futuro puedas considerarme cercana a ti. —     Espero lo mismo. — Aceptó con una sonrisa cálida. —     Hijo. — Lo instó su padre. Adrián hizo una reverencia ligera por respeto a su suegro, era gesto noble teniendo en cuenta que ambos tenían el mismo cargo, ambos líderes de una sociedad mágica; evidentemente Klauss le llevaba cientos de años, pero eso no importaba mucho a la hora de ponerlos en una mesa, ambos recibían el mismo trato. —     Rey Klauss, este es Adrián Dunne alfa de La Manada, — fijó su mirada en Ana, no pudo evitar pensar nuevamente que se veía muy diferente— princesa Annabelle, espero me acepten como parte de su familia. —     Siempre que cuides a mi hermanita. — Bromeó Ana, nadie se rio. —     Bienvenido a la familia, hijo. — Lo saludó Klauss. Luego de esta pequeña ceremonia de presentación los padres de Adrián se despidieron porque supuestamente era la primera noche de los recién casados y, de acuerdo a toda imaginación, ellos también deberían partir a donde fuera que fuesen a pasar la luna de miel; sin embargo, el asunto no era tan fácil como lo pintaban. El rey los había dejado solos a pesar de que Valeria le había pedido no hacerlo, la vampiresa vio como todos se dirigían al despacho del rey y ella también quería estar con ellos; miró mal a su esposo haciéndolo culpable de algo que Adrián ni siquiera estaba enterado. Al menos si él supiera lo que estaba sucediendo con Rachel, no hubiera hecho la siguiente propuesta: —     Tengo dos boletos sin destino, sé que debería…— Valeria lo miró extrañada. — Nos lo regalaron por la boda. — Aclaró. — Deberíamos utilizarlo… —     ¿Para la luna de miel? — Él se alzó de hombros. — Adrián, ¿cómo puedes pensar en eso ahora? — Lo acusó con la mirada. — Nosotros no tenemos esa clase de relación y no creas que voy a consumar un matrimonio falso. — Adrián tragó seco. —     Era más sencillo decir que no quieres salir de viaje. — Ella si quería, es lo que siempre quería hacer. —     Pues no quiero. — Soltó. — Con permiso. Salió hacia su habitación, pero la encontró cerrada, eso la fastidió en demasía; quiso quebrar la puerta, pero para su beneficio (o no) llegó Carmen, quien le explicó pacientemente que por pedido del rey ese cuarto estaba siendo clausurado temporalmente, que habían habilitado una habitación para la estadía de los recién casados, en caso pretendían pasar la noche en el castillo. La noticia cayó como balde de agua helada para Valeria, ¿por qué todos hacían como si esa boda fuese real cuando no lo era? Caminó a zancadas hasta llegar a la oficina de su padre, Carmen que al parecer ya estaba enterada de todo el lío en el que se encontraba la familia Benson, trató de detener a la princesa, pero falló en la misión. —     Princesa, realmente no es buena idea que los interrumpa ahora mismo…— Valeria la cayó con un ademán de silencio. —     ¿Qué pasó, Val? — Su padre apareció al ingreso de su propio despacho. — No deberías dejar a tu marido en estos momentos. — Esas palabras la enojaron aún más. —     ¡Papá! — Se quejó. — Tú sabes que este matrimonio no es real, ¿por qué dejaste que clausuraran mi habitación? ¡Es mi habitación! No puedes… —     Tus principales pertenecías han sido trasladadas a una habitación matrimonial, más amplia para que ambos puedan…— Y fue la primera vez que Valeria interrumpió a su padre de esa manera tan grosera, Klauss no lo olvidaría. —     ¡Tú no tienes derecho de hacerlo! — El rey estaba confundido, estupefacto. — No puedes… ¿Cómo te atreves a sacar mis cosas sin mi consentimiento? —     Ha de ser porque soy el rey de este clan y mi función es brindar un buen hospedaje a mis huéspedes. — Estaba siendo paciente porque era Klauss, él difícilmente perdía la compostura. —     ¿Huéspedes? — Valeria estaba algo confusa con las palabras que había escogido el rey. — Padre, yo vivo aquí. —     Hija, eres una mujer casada ahora, dentro de unos días, si es que no salen de viaje— utilizó cuidadosamente la última palabra— mañana, irás a vivir con tu marido a tu nuevo hogar. — Ella negó. —     Pero, tú dijiste que…— El rey lo recordaba. —     Sé lo que dije, pero no te has casado con cualquiera sino con un alfa, él es un gobernante y tú debes estar dónde esté él según mandan las reglas. — Valeria negó, quiso retroceder el tiempo, ¿cómo pudo olvidarse de ese detalle? Si ella conocía las tradiciones mejor que nadie — Val, querida, todo va estar bien. Entonces, Erick salió, fuera porque el rey se estaba demorando en regresar o porque algo urgente había que comunicar, o por las dos cosas. —     Mi rey, necesitamos su presencia. — El rey asintió. —     Erick, ¿tú también aquí? — Preguntó Valeria con cierto interés. — Deberías estar descansando, — él negó— ¿quiénes más están aquí? —     Val, no es necesario que entres…— Valeria quiso abrir la puerta, pero la voz de Adrián la detuvo. —     ¿Erick? — El castaño y el resto de los presentes se quedaron mudos, sin saber que decir; y es que nadie aún había anunciado ni al propio clan que siempre sí el general Withemore no estaba muerto, lo querían dejar para después. — ¿Erick Withemore? —     Adrián, preparé una habitación especial para ustedes, deja que Carmen te acompañé. — Carmen le hizo un ademán para que la siguiera, pero lo tomó muchos minutos hacer caso. — La princesa irá justo después de ti. Klauss metió a su hija al despacho muy apresuradamente, Valeria entendió que ella la culpable de que Adrián se enterase a destiempo del estado real de Withemore, sentía culpa, pero ¡ella quería estar con su familia, no con un extraño! Los que conformaban la reunión no dejaban de ver a Valeria con cierto cuidado. —     Val…— Erick trataba de entenderla. Miró al rey. — ¿Le diremos la verdad de lo que sucede a nuestro nuevo aliado? —     No podemos arriesgarnos, tu caso Withemore es mucho más complejo que haber despertado de un coma, alguien de nuestro entorno ayudo a que esa desgracia ocurriera. — Nadie entendió. — Ya lo explicaré luego. — Ellos asintieron, pero con la duda intacta. — Y el caso de mi hija es aún peor, nadie fuera de nosotros sabe el origen de Annabelle. —     ¿Entonces, qué se le dirá? — Lilith miró a Valeria. —     Es obvio que ella lo tiene que resolver. — La vampiresa abrió los labios para quejarse. — Eres nuestro as bajo la manga. —     ¿De qué estás hablando? Yo quiero ayudar aquí, quiero saber cómo haremos para que Annie regrese. — Su padre le acarició el cabello. —     ¿Quieres ayudar? Esa es tu manera de hacerlo, encárgate de que tu marido no ande fisgoneando por donde no debe. — Lilith solía ser algo dura. — Ese es tu trabajo. —     Lo que quiere decir Lilith, — aclaró su padre— es que puedes ayudar mucho más estando allá y no permitiendo que cosas como la de hace unos momentos sucedan. —     Pero, yo quiero estar con mi hermana. — Argumentó para luego decidir. — Lo haré por ella. —     Todos te lo vamos a agradecer. — Habló desde un rincón, la vampiresa que ocupada el cuerpo de su hermana. —     Te mantendremos al tanto. — Le aseguró, Erick. Entonces, Valeria tomó lo poco que le habían ofrecido y se dispuso a salir del despacho rumbo a la habitación especial que su padre había preparado para ella y su esposo. 
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