Capítulo 4

3164 Words
—     Pensé que nunca aparecerías. — Fueron las palabras que recibieron a Valeria, ella le sonrió de la manera en la que le sonríes a un invitado, pura cortesía. — Ven, tenemos que cumplir nuestro último deber del día. — Adrián palmeó a su costado de la cama, Valeria tragó seco. —     ¿A qué te refieres? — Quiso saber, es que cada segundo que pasaba ella solo quería retroceder el tiempo y haber pensado con la cabeza fría antes de haber tomado el lugar de su hermana. Había sido un sacrificio tan grande que ahora analizando el plan que su hermana tenía, le comenzaba a parecer no valía la pena el esfuerzo. — ¿No estarás pensando…? — Comenzó a sentir calor de la vergüenza, Valeria era de las que no hablaba de cosas intimas con desconocidos, y Adrián lo era ante sus ojos. — No puedes estar hablando de lo que creo que estás hablando. —     ¿Y qué vendría a ser eso? — Adrián se puso de pie elegantemente. —     No te acerques así. — Advirtió al tenerlo a centímetros de ella, se alejó al otro de la habitación. — Tú no me quieres, ¿por qué estamos hablando de esto si este matrimonio es falso? — Valeria se acercó al tocador, que como le había prometido su padre, tenía todo lo que esencial para ella. Se comenzó a quitar el maquillaje y los adornos de sus cabellos. — Nada de esto tiene sentido, solo…— Se calló al ver a Adrián reposando sobre su hombro como si realmente fueron dos enamorados. — ¿Qué haces? —     La consumación no tiene que ver mucho con amor, lo sabes ¿no? — Ella lo sabía, se trataba de volver las palabras intangibles, tangibles, de ser uno como sostenía la alianza que habían hecho. — Solo reclamo lo que es mi derecho como esposo. —     No puedes estar hablando en serio, ¿no eras tú el que estaba confundido por la novia que supuestamente amas? — Lo atacó. — Veo que a la hora de la hora todo hombre hace lo mismo y deja de pensar con la cabeza. — Adrián soltó una risa áspera. —     Así que, sí me odias. — Valeria se dio cuenta de lo que había tramado. — Te da repulsión imaginarme junto a ti cada noche compartiendo la misma cama. — Ella negó, Adrián podía ver sus gestos a través del espejo. — Debes odiar darte cuenta que pasaras muchos años al lado de alguien que al parecer no te da otro sentimiento más que desagrado. No era así de extremo, Valeria solo estaba asimilando de a pocos toda lo que había cambiado de porrazo; todo iba muy rápido y Valeria lo único que le preocupaba en ese momento era el estado de su hermana, no se había puesto a pensar como sería su vida de casada, pero en ese momento quería no estarlo, quería no tener que alejarse de su familia por un desconocido. —     ¿Qué quieres de mí? — Adrián solo quería que lo deje de tratar como un desconocido. — Siento haber sido dura hace un momento, todo esto es nuevo y mi vida literalmente está cambiando de la noche a la mañana, perdona mi comportamiento. — Él asintió, se le apaciguó el corazón. — Ahora si me permites, quiero quitarme este pesado vestido. —     Puedo ayudarte con eso. — Valeria se horrorizó. — Es broma.                                                                          >.“Ja” sonoro. — Por supuesto que no los tengo, ¿qué? ¿Ya te arrepentiste de los hijos que me vas a obligar a tener? — Lo miró furiosa, odiaba cuando los hombres no respetaban los pensamientos de las mujeres y se comportaban como unos cretinos. — ¿O es que esto es mucho para ti? — Se refiero a su cuerpo de una manera que no lo había hecho antes. Se supone que en esta situación Adrián debía estar pensando en muchas otras cosas como que en el carácter de aquella vampiresa o la estupidez que había soltado para amedrentarla; sin embargo, inexplicablemente se estaba calentando en el momento y lugar incorrecto, sobre todo, con la persona incorrecto. —     Tú…— Eres muy hermosa, pensó viéndola con esas pequeñas prendas de seda. Cerró los ojos. — Iré a otra habitación esta noche, no puedo…— Y otra vez la sintió cerca. —     ¿Cumplir con tus propias palabras? — Valeria le susurró al oído. — O es que el sexo con un vampiro te da temor…— Él negó, Valeria solo estaba jugando desde el momento en que se le pasó el coraje. — Solo mordemos si es necesario. — Lo incitó. —     Pide otra habitación para mí…— Suspiró al tener sus labios cerca a los de él. Tocó su entrepierna, y Adrián suspiró una vez más. — Por favor. — Valeria sonrió con satisfecho, se giró alejándose de él. —     ¿Admites ahora que no puedes…? — Y la boca de Adrián detuvo su hablar. El beso tuvo como resultó un rostro confundido y avergonzado por parte de Valeria quien no respondió al beso; Adrián por otro lado, no entendía ni siquiera porque había querido besarla y lo había hecho finalmente. — Era una broma. — Balbuceó algo ida. — Yo no pensé que tú y yo, ahora mismo— tragó saliva— ¿tú realmente quieres consumar el matrimonio? — Él negó. —     Me dejé llevar, perdón. — ¿Al menos sabía de qué exactamente se estaba disculpando? — Solo estaba presionándote para que cedieras en lo que quieres, — Valeria trataba de entender sus palabras— sé que quieres la anulación de ese matrimonio, pero por fuerzas mayores no puedes. —     ¿Tú no? — Adrián se lo pensó, ¿no quería? — Adrián, los dos estamos obligados a mantener esta falsa por el bien de nuestras comunidades, no tenemos opción; — eso era cierto— él que hayas encontrado a tu mate de la que nunca te habías preocupado puede que sea un factor importante para ti, pero para mí todo sigue igual, nada ha cambiado, sigues siendo un extraño ante mis ojos. —     Entiendo…— Esa era la realidad. —     Yo no quiero consumar esto porque ahora significará algo para ti y no pretendo llenarte de ilusiones vagas. — Adrián arrugó la frente. — Sé que en algún momento comenzaran los efectos si es que ya no han comenzado, no creas que porque estamos destinados voy a tener sentimientos por ti de la noche a la mañana, yo no funcionó así. —     Seamos amigos, entonces. — Propuso finalmente. Valeria aceptó inmediatamente. — Pero, antes de eso… — Se sacó el cinturón. — Creo que deberías recibir un castigo por tu comportamiento. —     ¿Qué? — Rio en voz alta. — Es un mal chiste, ¿no? — Adrián negó y le hizo un ademán de que se acercase, Valeria se alejó más marcando distancia entre los dos. — ¿Acaso te volviste loco? No estamos en época medieval, eso ya no funciona. —     Ah, pero las concubinas ¿sí? — Valeria maldijo interiormente. — Y ahora que lo pienso eso se une también a la lista de ofensas de este día. —     ¿Lista? — Volvió a reír incrédula. — No pensé con claridad, ¿vale? Debo aceptar que me excedí un poco. —     ¿Un poco? Déjame ver… — Adrián sonrió de lado. — Te desapareciste justo después de la ceremonia dejándome en vergüenza pública, me alzaste la voz sin un argumento sustentable, más de una vez, me retaste, provocaste y te hiciste la desentendida. — La miró. — Y esa ropa, ¿por qué utilizas ese tipo de ropa para dormir? —     ¡Es un pijama! — Le respondió alto. —     Mírate, otra vez alzándome la voz como si fuese un chiquillo. — Adrián se dio cuenta de lo que había dicho, Valeria rio. Ella era mucho, mucho, mucho mayor que él. — ¡Como sea! Sigues faltándome el respeto. —     ¿De qué carajos estás hablando? — Preguntó en voz alta. —     Ve cómo sigues dirigiéndote a mí. — En realidad, Adrián no tenía argumentos, aun no se le había bajado la calentura y no podía apartar los ojos del cuerpo de su esposa. — Necesitas un castigo… —     Sí lo pones así, tú tampoco me has respetado mucho que digamos, — le apuntó con él dedo— has sacado inseguridades que no poseía y has pisoteado mi dignidad como mujer, ¿crees que las mujeres solo nacemos para traer hijos al mundo? — Eso era lo que le había enojado más. —     Solo te estaba probando, ¡deja de hablarme en ese tonito! — No estaba siendo serio. —     No te sientas superior a mi Dunne, te voy a tratar con el mismo respeto que me des tú. — Le aclaró. — Vas a tener que lucharla un poquito para lograr darme con eso, ¡no soy una niñita! — Adrián sonrió divertido. —     Esto se pondrá interesante. — Murmuró antes de tratar de tomar la mano de su esposa. Ella vio sus movimientos y se apresuró a reaccionar con tal rapidez que ya se encontraba a espaldas de él cuando Adrián hubo pestañeado un segundo. — Aun no termino. — Volvió a decir y esta vez sí logró tomar su mano, es que Adrián tenía a su favor poder sentir su esencia en el radio perfecto, como si pudiera verla sin hacerlo. — Te tengo. — Le sonrió dándole la cara, Valeria bufó. Trató de deshacerse de su agarré, pero él no se dejó y la hizo caer con su brazo como protector; Valeria, no se quedó quieta y lo giro utilizando sus rodillas para inmovilizarlo, le sonrió victoriosa, como si ahí hubiese acabado todo. Adrián la trajo hacia a él, con cierta dificultad, pero finalmente lo había conseguido, la tenía enrollada en sus brazos. —     ¡Suéltame! — Le gritó, Adrián le tapó la boca por lo ruidosa que estaba siendo. No debió, Valeria aprovechó que aflojó un brazo para darle un codazo en el estómago. — Te dije que me soltarás. — Se sacudió la ropa mientras se ponía de pie y lo veía retorcerse; es que no era un golpe cualquiera, eran los huesos solidos de un vampiro chocando contra carne caliente. — Te ayudaré si dejas esa ridiculez de lado, pediré que te hagan una habitación o que coloquen una cama aquí si así lo quieres. — Adrián extendió su mano, y la pobre princesa calló en la trampa. —     No me parece tan ridículo cuando te tengo así de cerca, — Valeria trató de quitarse de las cadenas que representaban sus brazos, estaba sobre él otra vez— no vas a escapar tan fácil esta vez. — Entonces, Valeria cambió de estrategia; acarició el cabello de Adrián y por un segundo se perdió en la suavidad de este. — ¿Qué haces? —     ¿No querías consumar esto? — Sus palabras parecían ser sinceras. — Aquí también tenemos una tradición cuando queremos consumar una relación. — Rozó sus labios por la clavícula del lobo con cierto dominio, en algún momento los brazos de Adrián comenzaron a ceder hasta llegar al inicio del trasero de aquella rubia, estaba hechizado. — Solo una mordida bastará. — Lo cierto es que corría el riesgo de dejar su veneno, Valeria no había mordido a ninguno que no fuera un humano en toda su vida. — ¿Estarás bien con eso? — Él respondió ladeando el rostro, dándole acceso a esa parte de su cuerpo. Entonces, alguien tocó la puerta. — Supongo que no será hoy. Valeria dejó a un muy confundido y desordenado Adrián en el suelo, el pobrecillo no estaba consciente de lo que estuvo a punto de permitir; los lobos solían morder a sus mates para que la marca de Luna esté presente en ellas, pero morder a un alfa y ponerlo en peligro en el proceso, no era algo que se supone debía suceder. —     Carmen. — Otra vez, tú. Pensó. — ¿Qué te trae por aquí? —     Su padre me envió a preguntar si los señores desean algo. — Miró a Adrián aun desconcertado. — Y también para decirle que seré su informante personal. — Valeria entendió esa indirecta, sonrió agradecida. —     Solo hazle saber a mi padre que el señor Dunne y yo saldremos a dar un paseo, ya que no pudimos realizar ningún viaje. — Adrián había escuchado eso, pero no entendió a qué iba todo eso. —     ¿Necesita guardias? — Valeria negó. —     Llevaré a los míos, y apuesto a que los del señor Dunne también querrán acompañarlo. — Carmen asintió. — Solo hazle saber a mi padre que todo está bien por aquí. —     Así lo haré. — Se despidió con un movimiento de cabeza. La vampiresa regresó a Adrián, quien la miraba maravillado y con desconcierto. —     ¿A dónde iremos? — Preguntó casi para sí mismo, le parecía una locura. — Es casi media noche. —     Escuchar conversaciones ajenas es muy de mala educación. — Lo regañó sonriendo. —     Lo siento. — A él no lo habían educado así. — Pero, sigue siendo una mala idea. —     ¿Por qué? Aun no sabes ni siquiera el plan y ya lo rechazas. — Argumentó. —     Es casi medianoche, — volvió a repetir— podría ser peligroso. —     No me importa ahora que estoy contigo. — Adrián no sabía el motivo exacto por el que el rey no había presentado a la sociedad a sus hijas, pero algo le decía que debían estar en peligro constante. — Será divertido, lo prometo. Además, nuestros guardias irán con nosotros y tú te defiendes muy bien para ser un alfa. —     ¿Debería tomarlo como un halago? — Ella asintió. — ¿A dónde iremos? — Volvió al inicio. —     Es una sorpresa. — Le guiñó un ojo.
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