—Aurelia—. Levanto la mirada para ver a Karen, la encargada de las chicas del Nirvana, entrando de manera apresurada a mi oficina.
Karen sigue siendo la misma que conocía de toda la vida. Su cabello rubio está arreglado en ondas y cae encima de sus pechos escasamente cubiertos. El body de transparencia acompañado de una bata de encaje y sus ojos grandes violeta son muy atractivo para muchos y por eso, ella es la encargada de ver y escuchar muchas cosas.
Me reclino en mi silla y espero.
—¿Bien? —hago un gesto interrogativo con mi mano.
—Vengo de la habitación de Jared y escuché algo que debes saber. —Jared es parte del consejo de la ciudad. No solo el fiscal frecuenta mi club. —Dijo que esta noche Petrovik estará en el club de pelea.
Petrovik es parte de la dinastía criminal más respetada en Rusia.
—¿Qué más escuchaste? —Inquiero.
—No mucho—murmura. Camina hasta la silla frente a mi escritorio y se sienta —Dice que su visita es para ver al irlandés con sus propios ojos.
El irlandés. El mejor peleador del club clandestino de la ciudad.
Me han hablado mucho de él. Sin embargo, no lo conozco. Nunca he visto una pelea que él presida. Paul es el dueño. Ciaran le dejo hacer sus negocios y a mí nunca me han afectado. El hombre es inteligente y no se mete con la reina de Nueva Orleans.
—¿Qué piensas?
Miro a Karen que evidentemente está ansiosa. Tomo el móvil, marco y espero.
—Que todos estén listos. —Anuncio a Morris sin dejarlo hablar—Esta noche vamos al club de pelea.
—Está bien—titubea— ¿Puedo preguntar el motivo?
—A las nueve en la entrada—Demando en vez de responder a su pregunta. No respondo a nadie más que a mí misma.
—¿Qué crees que quiera el maldito ruso? —Karen parece asustada.
—Lo que todos quieren—Me reclino en mi puesto— Petrovik quiere el control de NOLA o está aliado con el mexicano. Pero voy a dejarles claro que no pueden entrar a mi ciudad y que no haya consecuencias.
—Sabes que puedes confiar en que te diré todo lo que escuche—me sostiene la mirada.
—Está atenta a lo que dicen—asiente poniéndose de pie. Sale de mi oficina de manera apresurada.
—A sí que, Petrovik piensa que puede venir a intimidarme—murmuro en la soledad de mi oficina. Me pongo de pie y camino hasta mi habitación. Tengo que cambiarme para esta cita.
Sonrió al imaginar la cara agria del ruso.
**
Dos horas después, estoy entrando por el club de pelea. Todos me ven con sorpresa, otros, simplemente me miran con curiosidad y evidente deseo. Llevo mis botas de caña alta favoritas, pantalones de cuero y un top blanco de encaje. Mi cabello está sujeto en una trenza y mi maquillaje es dramático.
Avanzo seguida de Morris y mis guardaespaldas.
—¡Yizmal! ¡Qué privilegio tenerla aquí! —Paul. El dueño del club se me acerca rápido. Es un hombre que ya ha pasado los sesenta años, es bajo y tiene un cuerpo grueso, resultado de años de ejercicio y fue un gran peleador durante sus mejores años.
—Sabes, porque estoy aquí— digo sonriendo.
—La segunda pelea está por empezar—balbucea nervioso y debería—Sígame por aquí.
El lugar está lejos de ser un sitio de mala muerte, es un antiguo club reformado, tiene sofás y sillas cómodas que rodean un gran octágono, la parte de arriba también está repleta de sillas. Las chicas que sirven llevan mini vestidos blancos y zapatos de aguja rojos.
Avanzo por el club y Paul me lleva a un lugar cerca del octágono.
—En la parte de arriba—murmura Morris a mi espalda. Tomo asiento y miro a donde Morris me indica y veo a Petrovik sentado. Tiene a una chica en su regazo, con una mano acaricia sus piernas desnudas y en la otra sostiene un trago. —Hijo de puta engreído—Gruñe entre dientes Morris detrás de mí.
Cuando sus oscuros ojos se encuentran con los míos, levanta el vaso en señal de reconocimiento y yo solo hago un ligero movimiento con mi cabeza.
—Ya mismo le traigo una copa —Paul dice de manera atropellada.
—Trae una botella sellada de tu mejor whiskey.
—Enseguida Yizmal.
Mientras la pelea es presentada, miro alrededor y veo a muchos hombres de Petrovik.
Paul aparece cuando la pelea ha comenzado y noto como masacran a un pobre diablo. Su oponente es claramente más fuerte y arremete con fuerza y sin piedad. El hombre solo sobrevive un asalto antes de caer.
Sorbo de mi bebida sin perder de vista a nadie, disfrutando de cómo quema mi garganta. Cuando anuncian la siguiente pelea que increíblemente duró los tres asaltos. Estoy viendo como uno de los peleadores escupe su protector y un par de dientes cuando escucho a Petrovik.
—Pero si es nada menos que la Yizmal de Nueva Orleans—Miro para encontrarlo cerca de mí. Todos ven el encuentro a la espera de algo más.
Dejo mi vaso al lado de mi sofá donde hay una mesa auxiliar antes de hacerle un gesto al ruso
—Siéntate Petrovik. Hoy tendrás el privilegio de sentarte junto a la reina de Nueva Orleans
—No sabía que vinieras a estos sitios—sus ojos marrones oscuros me miran de arriba abajo—Tu puesto está en el burdel, arrodillada entre las piernas de un hombre.
Me rio, aunque es una risa vacía.
—Soy mucha mujer para que cualquiera me tenga entre sus piernas—Lo miro con desdén—Verás. Ni siquiera tú llegas a ser remotamente un hombre al que yo le daría una mamada—miro su regazo interrogante—Si es que ahí hay algo que mamar.
—Eres una...
—¡Atención! —La voz de Paul dentro del octágono con un micrófono ahoga las palabras del ruso que está visiblemente cabreado. —Esta noche el irlandés se enfrentará con León. Espero que apostaran al ganador, porque esta pelea es de vida o muerte.
La gente alrededor grita. Sorbo otro trago y veo como Morris mira de un lado al otro antes de hablar por el pinganillo de su oreja. Cerca de nosotros hay un tipo que está ebrio o eso parece. Grita como loco, pero no me pasa desapercibida que no me quita la mirada de encima. Es de mediana estatura y delgado. Lleva una camisa blanca y pantalones de vestir con zapatos italianos. Tiene el cabello claro y ojos negros.
—Aurelia —niego ante el tono de Morris.
—Déjalo.
A mi lado el ruso ríe. Está ebrio y lo acabo de poner en ridículo. Así que, sé a qué atenerme.
—Con ustedes... ¡Leónnn! —La gente abuchea y otros gritan. El hombre es un toro. Alto, lleno de tatuajes, calvo y muy musculoso. Sube al octágono y gruñe como un animal enfurecido. —Ahora. El campeón invicto de esta arena —continúa Paul.
El lugar queda a oscuras, mientras algunas luces rojas rebotan entre los espectadores. Claramente, escucho como el borracho que está en mi punto ciego, grita más fuerte y dice palabras que no logro entender.
—Reciban al... ¡Irrrrlandes! —La euforia se apodera del lugar mientras un hombre con una capucha negra hace su camino por la rampa que todos los peleadores usan. No veo su rostro, pero sin distingo lo alto que es.
—¡La Yizmal es una perra que no merece el puesto que tiene! Deberían cortarle la jodida cabeza — esta vez escuchó claramente al borracho.
En medio de la oscuridad me pongo de pie para enfrentar al hombre cuando Petrovik ríe histérico a mi lado
—Fue un error venir aquí.
—Este es mi imperio, ruso pendejo. Nadie me dice lo que debo o no hacer.
De repente, un disparo atraviesa el aire y el pánico emerge.
—¡Vas a morir perra!
—¡Abajo, Aurelia! —grita Morris en medio del caos.
Otro disparo resuena en el club antes de que sea arrojada por alguien al suelo. El aire abandona mis pulmones ante el impacto. Las luces se encienden y todos corren.
Es un caos total.
—¿Estás bien?
Encima de mí tengo a un hombre con una capucha negra puesta. El mismo hombre que caminaba hasta la arena
—¿Irlandés? —preguntó.
El hombre se quita la capucha y me regala una sonrisa.
—El mismo Yizmal—tiene los ojos azules, su cabello es castaño con mechas rubias que tiene atado en un extraño trenzado. Además, tiene una cicatriz pequeña en su mejilla, pero en vez de restarle, le suma atractivo.
—¿Terminaste de estudiarme o necesitas un momento más? —Su tono es ronco y envía escalofríos a mi cuerpo.
Ignoro la sensación que me produce.
—Yo, ¿mirándote? —bufó con expresión desinteresada. — ¡Quítate de encima! —le doy un manotazo a su bíceps causándole gracia.
—¡¿Aurelia?! —Morris llega hasta mí cuando me estoy poniendo de pie y mira con mala cara al irlandés—. ¿Te hizo algo?
—No, Morris. Me salvo la vida —digo lo más serena posible. Me aclaro la garganta —Tienes la gratitud de la Yizmal—Lo miro a los ojos.
—Es un honor—comenta en tono solemne y me guiña antes de alejarse.
—¿Cuántas bajas tuvimos?
—Tres. —Maldigo, mirando alrededor. El irlandés aún tiene la mirada clavada en mí y lo ignoro. Sin embargo, no puedo negar que es atractivo. —Todd es uno de ellos— continúa Morris. ¡Carajo! Mi chofer y guarda personal muerto.
Ruso, hijo de puta.
—El maldito ruso es el culpable de todo esto. Se fue en medio del caos. Estoy seguro de que el tipo que disparo está bajo sus órdenes —continúa. Miramos alrededor y vemos como muchos están evacuando al resto de personas y mis hombres están tomando todo el lugar.
Asiento.
—Yizmal. —Volteo para ver a Paul caminando de manera apresurada hasta nosotros. —Lamento profundamente lo que sucedió. Sabe que yo jamás atentaría contra usted.
Asiento, no muy convencida, en este mundo no se puede confiar en nadie.
—Sé que no lo harías —le doy una sonrisa falsa—. Eres un hombre inteligente y sabes lo que pasa a los que traicionan a la Yizmal.
Asiente frenéticamente.
—Nos vamos —anuncio.
Camino, pero me detengo y volteo para encontrar la mirada azul del irlandés. Oculto la mueca cuando mi costado protesta y es cuando me doy cuenta de que el golpe sí me causó algo de daño.
Aparto mi mirada y miro a Morris.
—Para mañana necesito más gente —ordenó sin dejar de ver mi entorno. —El ruso me acaba de atacar en mi propio territorio y yo voy a enseñarle lo que es meterse conmigo.
Morris asiente con una sonrisa que promete muerte.