El primer de día de clases es algo que muchos solemos recordar con mucha claridad, es decir, la sensación de ansiedad, la curiosidad o el miedo, emociones que nos ponen tan alertas que pasan dos cosas, o buscamos con la mirada alguien con quien entablar una amistad, o nos encogemos de hombros esperando que nadie nos hable. Tristemente y por conveniencia, mi caso es el segundo y puedo decirte, que recuerdo cada “primer día de clases” con perfecto lujo de detalle. Mañanas pesadas y agridulces. Mis gafas redondas y verdes me ayudan a ver con claridad las baldosas blancas de la preparatoria Richfort, no quiero levantar el rostro porque ya sé que me estarán dedicando miradas curiosas. Alzo la cabeza solo para corroborar que ya estoy cerca de mi casillero, saco la llave que me dieron y abro con