TODO COMENZÓ...

1634 Words
Iyari caminaba detrás de su madre que parecía no escuchar sus reclamos – ¡pero mamá!, ¡Ya me habían dado permiso!, ¡Compré mi boleto y le dije a Jessi que iríamos juntas! ¡No me puedes hacer esto! – Diane se detuvo en el pasillo – tu padre había prometido cuidar a tu hermano. ¡Si quieres culpar a alguien, entonces que sea a él!, el estúpido que jamás cumple lo que promete – entró a su recamara tratando de escapar de los gritos de su hija – ¡siempre es lo mismo!, ¡solo piensan en ustedes! ¡Jamás en mi hermano y en mí!, ¡lo único que les importa a ti y a él es echarle la culpa al otro y siempre tener la razón! – Diane giró mirando fijamente a su hija – ¡no me hables así! – la sujeto fuertemente por los cabellos – ¡eso es todo lo que sabes decir!, y ¿sabes qué! Me voy a ir al concierto y no me importa con quien dejes a mi hermano. Si a ti no te importa, ¿por qué debería importarme a mí? – Iyari se zafó con un brusco ademán – ¡no te atrevas escuincla! Mejor no me desafíes… – la chica se volvió hacia su madre levantando la mano – ¡ya te dije que no me importa nada! Es la primera vez que 353 viene y ni tu ni nadie me va a impedir verlos… ¡voy a estar ahí! – Diane la tomó del brazo sacudiéndola enérgicamente – ¡no vas a ir y punto! ¡Espero que sepas que debo trabajar para mantenerte! – Iyari soltó una carcajada – ¿qué! ¡tu trabajo es solo un pasatiempo solamente! ¡porque buscas un pretexto para estar lejos de nosotros! ¡mi papá nos manda dinero cuando se lo pido!, ¡así que no digas mentiras! ¡Ni tu ni nadie va a arruinar mi sueño! Lo lograron con mi fiesta de quince años, ¡no les voy a permitir que lo vuelvan a hacer! – se dio la vuelta y se dirigió hacia su recamara dejando a Diane hablando sola, enseguida caminó detrás de ella gritándole una y otra vez que no iría a ese concierto que ella tanto había esperado. Diane golpeaba la puerta de la recamara mientras que Iyari ignoraba los gritos de su madre colocando sus auriculares a todo volumen escuchando la música que tanto amaba. Aunque no sabía de qué manera lo haría, sabía que no se perdería ese concierto. El fin de semana tenía planeado viajar a la capital y al ritmo de la música su imaginación volaba haciéndola verse a sí misma en primera fila, cantando a todo pulmón, haciendo realidad por fin su más grande sueño. Al no obtener respuesta, y en vista de la actitud de Iyari, Diane, completamente enfurecida tomó el teléfono llamando a Richard, el padre ausente – como siempre solo me haces perder el tiempo, se supone que eres la madre del año, así que no me vengas con la estupidez de que no puedes controlarla – el tono burlón de su exesposo incrementaba la furia de la mujer ofendida – más vale que vengas o todos en tu oficina se enterarán de quién eres en realidad – cortó la llamada y sin hallar otra forma de desahogarse, se encaminó hasta su recamara, en donde se encontraba el pequeño Sam - ¿por qué lloras? – Diane lo miro apenas, sabía que, de acercarse, terminaría descargando su enojo con el niño – por favor duérmete, necesito paz – dijo en voz baja, levantó las sábanas y volvió a dejar la habitación sin cerciorarse de que Sam se hubiera acostado. Como si de una leona enjaulada se tratara, caminaba de un lado a otro en el recibidor, miraba el reloj y conforme los minutos pasaban, ella más se enfurecía – no te atrevas – decía esperando impaciente a que el timbre sonara. – ¡Hasta que llegas! – Diane reclamó de inmediato al abrir la puerta – ¡basta! – Richard refutó de inmediato – ¿para qué me hiciste venir?, ¿cuál es la urgencia? – se arrojó en el sofá esperando una respuesta y fijó la mirada en la de Diane – ¿ahora que hizo? – Diane no decía palabra, se limitaba a mirarlo negando con la cabeza – como si no la conocieras – al fin respondió – ¿para eso reclamaste y pediste la custodia!, ¿para estar molestando cada día con lo mismo!, ¿acaso no alardeabas tanto de poder con todo y contra todos!, ¿para eso me los quitaste! – Diane se llevó las manos a la cabeza – ¡cállate!, ¡nunca tienes nada bueno que decir!, ¡no sé para que te llamé! – Richard esbozó una sonrisa burlona - ¡ahora te aguantas! ¡Y vas a escucharme! – la sujetó por las muñecas – fuiste tú quien creó al monstruo que tienes por hija, no me dejaste estar con ellos, dijiste que tú podías y que no me necesitabas, ¡nadie más es culpable!, ¡tú y solo tú!, ahora… ¡no te quejes! – la miraba acercando agresivamente su cara a la de Diane – ¿me culpas!, ¿quien destruyó nuestro hogar!, ¿quién nos abandonó primero! – Richard seguía reprochando y en los gritos de ambos apenas se entendía algo. Seguían culpándose uno al otro de ser la causa del comportamiento de su hija – ya no – susurraba Iyari desde su habitación al escuchar una vez más cómo sus padres la repudiaban, subía el volumen de la música para no escucharlos, aun así, los gritos le llegaban como flechas en la cabeza – 353, no sé que haría sin ustedes – apretaba sus orejas con ambas manos – ¿por qué ellos?, quisiera que no fueran mis padres... ¿Y si yo… desapareciera?, ¿Y si muriera? – las lágrimas empezaban a brotar y el cuerpo de la adolescente se ponía rígido en un intento por contener la furia mientras apretaba los puños y golpeaba la almohada – mala idea, seguro pelearían para echarle la culpa al otro – sumió la cara en la almohada y así permaneció, hundida en sus pensamientos hasta que sus padres abruptamente entraron a la habitación – ¡levántate! – Richard la sacó bruscamente de la cama sujetándola por el brazo y arrancándole de un tirón los auriculares – ¿qué quieres! ¿vas a decirme que no iré al concierto! – Iyari se limpiaba las lágrimas con los puños mientras que su padre la miraba amenazante. Iyari imitó la acción de su padre asomando una sonrisa retadora – me alegra que lo tengas presente – respondió al tiempo que la chiquilla alternaba la mirada entre sus progenitores – mira, “papá”. ¿cómo te explico?, voy a estar en ese concierto, y no me importa lo que digas o hagas – respondió cruzándose de brazos – Richard estaba fuera de sus cabales – no me provoques niña – susurró levantando la mano amenazando con golpearla. Iyari cerró los ojos ante la inminente bofetada – ¡golpéame! ¡vamos!, ¡dame más razones para terminar de olvidar que eres mi padre! ¡tus palabras me importan tanto como yo a ti! Y lo mismo va para ti – miró a Diane – y hagan lo que hagan, el viernes me voy – Diane se colocó frente a su hija apretándole las muñecas – vas a quedarte con tu hermano – le susurró amenazante sin lograr intimidar a su hija quien negaba con la cabeza sin borrar su sonrisa burlona – hasta que se ponen de acuerdo en algo, lo mismo deberían hacer para conseguir una niñera para Sami, yo no soy su madre – se soltó jalando sus brazos con brusquedad – o ¿qué? Ay, ¡papito!, lo siento Richard, no recordaba que por novia tienes a una puta a quien, si tienes que cuidar, ¿no es lo suficientemente grandecita para cuidarse sola? ¿pero si lo fue para meterse a tu cama verdad! – el padre encolerizado le propinó un par de bofetadas que solo consiguieron que Iyari soltara una carcajada burlona mientras frotaba sus mejillas – ¡wow! Estaba segura de que no tenías sentimientos, es una lástima que seas una porquería con tus hijos, ¿te dolió lo que te dije?, la verdad duele mucho más que tus estúpidos golpes – miró desafiante a ambos, Diane no podía creer que su hija estuviera diciendo lo que ella deseaba gritar desde hacía mucho tiempo – ¡lárguense! – se colocó de nuevo los auriculares y se sentó sobre la cama a esperar a que se fueran. Ni Diane ni Richard se inmutaron, se concentraban en discutir de nuevo. Ante aquella actitud, Iyari cogió una mochila pequeña y pisando sobre la cama, pasó por en medio de ellos empujando a Richard – entonces me voy yo – susurró llorando, dirigiéndose a la salida de la casa. Aquella era la primera vez que su trastorno daba muestra de su peligrosidad. La furia en ella era gigantesca, tenía ganas de matar a quien se cruzara en su camino. Recorrió varias cuadras sin darse cuenta ni siquiera del tiempo transcurrido; de repente, se descubrió sola, sobre un puente a punto de saltar al vacío mientras abajo los carros avanzaban en plena hora pico – ya no quiero sentir esto – estaba atemorizada por la ansiedad de lastimar a alguien, incluso tiraba de su cabello deseando arrancarlo de tajo – ya no quiero – se decía a si misma mirando hacia el vacío – los odio, los odio, quiero irme – estaba decidida a dejarse caer.
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