Entonces empezaron los viajes. Tuve que volver a la ciudad y pasaba la semana rápido sólo para coger el coche e ir a pasar el fin de semana con ella. Era mi parte favorita de la semana. —¿Ya te vas? —me preguntó Dann cuando metí mi mochila en el coche. —Sí. —Hay trabajo para el lunes —me recordó—. No pienses tanto con la polla y hazlo. Me hizo resoplar y me metí en mi moche encendiendo la calefacción. Me gustaba llegar y sentir el calor con el que Anne me recibía, me gustaban nuestras cosas, me gustaba como me involucraba con su vida y me gustaba cuidarla a ella, a las dos. Tres horas después, cuando atravesaba el pueblo, volví a verle y me lanzó una mirada como si fuera el rey del mundo. Deseaba joderle la cara. ¿El rey del mundo? Ese era yo, yo había conseguido a la mujer de mi