A la mañana siguiente, para hacer algo distinto por su cumpleaños, salimos todos a comer a un restaurante. Algo tranquilo para descansar de lo que habían sido los últimos días. —Anne —llamó Isaac a la puerta—. ¿Estás ya? —Cinco minutos —pedí, retocándome por octava vez el eyeliner. Abrió la puerta y me vio con el lavabo lleno de mi maquillaje y resoplando. Sacó una sonrisa torcida y no pude no apreciar lo guapo que se veía con una camisa blanca por primera vez y sus típicos vaqueros negros, más su nueva chaqueta de cuero. —Estás de la hostia así. Me hizo sonrojar y apreté los labios. Aunque era bonito, eso no me ayudaba con el maquillaje. —¿Tu estás ya? —Desde hace media hora, y Olivia. Voy a bajar para irla acomodando. No tardes —me dijo, y su mano se hizo a mi cintura apretándom