El funeral del marqués Cavier fue un evento solemne y Sofía Le Roux, antes una mujer que brilló en los festivales con vestidos en colores pastel, era una viuda joven con el rostro escondido bajo un velo. – Mis condolencias por su pérdida – escuchó durante el día. – Lamentamos mucho su pérdida. A excepción de la familia Cavier que la miraban queriendo atravesar su piel, el resto de las familias nobles de Senia le mostraron su simpatía por la repentina muerte del hombre treinta años mayor que la dejó viuda y sin hijos. Sus ojos miraron a los hombres que en cuestión de días le darían una patada fuera de la mansión y sus manos se apretaron en rededor del pañuelo con el que limpiaba sus lágrimas. – Señora, su majestad desapareció. – ¿Qué dijiste? – dio la vuelta y calmó su tono antes de s