El demonio llegó a la recepción del ministerio de magia y tocó la campana como una forma de demostrar que tenía talento mágico, no era una mundana perdida, sino una maga.
– ¿En qué puedo ayudarle?
– Quiero ir al departamento de demonología.
– ¿Tiene cita?
Él negó con la cabeza – un demonio trató de robar mi cuerpo hace tres meses, el demonólogo que atendió el caso dijo que lo traerían aquí y lo eliminarían, pero fue todo lo que me dijo y estas semanas eh estado teniendo pesadillas, quiero saber sí realmente esa cosa dejó de existir, ¿puede ayudarme?
– Entiendo, ¿cuál es tu nombre?
– Lilith Bonel.
– Voy a revisar quien llevó tu caso, te llamaré cuando tenga una respuesta, espera en la sala.
– Gracias – respondió el demonio de la forma en que Lilith lo haría y sin presentar quejas, se sentó en un lugar libre.
Su celular sonó, eran los padres de Lilith, ambos escucharon sobre el incendio en la academia y le mandaron mensajes, conociéndolos, sí no respondía pronto, llamarían.
La llamada entró.
– Hola.
– Hija, vamos rumbo a la academia, ¿dónde estás?
El demonio maldijo mentalmente y tronó los huesos de su cuello antes de responder – no hace falta que vengan, estoy bien, el incendio fue en la biblioteca, yo estoy en el dormitorio de residentes, hay como mil kilómetros de distancia, mamá, ya estoy en la cama – bostezó – me quedé despierta estudiando y quiero dormir.
Brenda suspiró – ¿estás segura de que estás bien?, te haré una video llamada.
– Mamá, tengo sueño, ¿puedo dormirme?, ¡por favor! – sonó lo más infantil que pudo y esperó la respuesta.
– Claro, ve a dormir cariño, y cuídate mucho.
*****
Dentro del espacio mental, Lilith sujetó las manijas de la entrada, respiró profundamente y las abrió, lo que vio frente a ella fue una larga alfombra marrón, escalones y un salón lleno de invitados con ropas antiguas, esclavos caminando con bandejas de comida, bebidas y al fondo, un hombre comiendo y bebiendo, su forma de comportarse le recordó las pinturas del lord de la fortaleza, pero ese hombre era mucho más delgado de como lo pintaban.
Un hombre caminó y atravesó a Lilith, la sensación la sacó de balance, ese hombre llevaba apenas un trozo de tela para taparse, y sobre su piel tenía marcas de latigazos que lo cubrían por completo.
– ¡Aquí! – le dijo uno de los empleados y el esclavo bajó un gran barril para ponerlo en su lugar – vete, largo.
El esclavo dio la vuelta, en su expresión se veía un atisbo del dolor que padecía por las cadenas colocadas en sus pies y Lilith se apartó para dejarlo pasar.
– Gran Lord Pascal – dijo el empleado – este vino fue traído de las islas del norte como una muestra de sus buenas intenciones – sirvió una gran copa – solo para su deleite.
Desde la parte de atrás surgió una cadena azul que se extendió a través del salón, llegó a la mano del empleado que sostenía la copa y tiró hacia arriba, la copa cayó al suelo y el empleado sufrió un severo daño en su muñeca.
El mago que creo esa cadena se levantó para flotar en el aire y llegar hasta el pedestal.
– ¿Qué cree que está haciendo?, capitán Ravenz, esto es una ofensa, mi lord, ese vino es el inicio de una alianza con el norte, tiene que detener a este hombre que piensa que puede hacer lo que quiera – dijo el empleado con una expresión de enfado y sujetando su muñeca.
– ¡Capitán Ravenz! – repitió Lilith y miró hacia atrás, ese hombre era el padre de la magia.
El lord levantó su brazo para indicarle al empleado que se callara – Ravenz, supongo que debiste tener una razón, explícate.
– Lo haré con mucho gusto, mi lord, en cuanto el consejero beba un poco del vino – explicó el capitán y con un movimiento de su mano, el vino que estaba regado sobre el suelo se levantó y formó una burbuja.
El consejero dudó, miró hacia los costados y soltó una excusa – ese vino es exclusivo para el lord, no puedo beberlo.
– Hazlo – dijo el lord de la fortaleza – bébelo.
El empleado cayó al suelo suplicando por ayuda y en su desesperación, culpó al esclavo que trajo el vino, todos lo señalaron y uno de los hombres que estaba atrás, dio un paso al frente, formó una espada con su magia y cortó la cabeza del consejero.
El capitán Ravenz volteó a verlo – Harret, no te di la orden.
– Alguien tenía que hacerlo capitán, alguien tiene que hacer las cosas difíciles para que esta maldita fortaleza se sostenga, ¿no lo crees?, ¡Lilith!
Ella se sobresaltó, miró al hombre joven con el cabello rubio, los ojos azules y supo que se trataba de ese demonio.
– No deberías estar aquí.
Lilith salió corriendo, miró las puertas que se cerraban y saltó por una de las ventanas, su cuerpo atravesó el vidrio sin cortarse y su espalda golpeó el piso sin que hubiera heridas, porque esa era su alma, no su cuerpo físico, lo sabía, lo experimentó durante la caída, pero era difícil entenderlo y al levantarse, revisó sus manos, su cabeza y su cuerpo buscando cortadas o fracturas.
Estaba bien.
– ¡ABAJO!
Lilith lo hizo, se agachó y colocó las manos sobre su cabeza para protegerse de la amenaza, un segundo después entendió que no se lo decían a ella.
Estaba en un campo de entrenamiento a puertas cerradas, con paredes de piedra, sostenes para las antorchas y un grupo de espadachines, o eso parecían, después de mirar más detenidamente Lilith comprendió que las espadas, lanzas y arcos, estaban hechas con magia.
Un mago perdió su espada, la hoja desapareció, la empuñadura salió volando y lo que quedó, fue un mago desarmado que juntó sus manos, creó un remolino de fuego y atacó.
– ALERTA EN LA SECCIÓN CUATRO.
Todos los magos en el camino del remolino de fuego se apartaron para no ser heridos y el último, formó un escudo en forma de cúpula que encapsuló el fuego, lo encerró y lo extinguió.
Ese mago era Harret – recuerden, el fuego necesita aire para alimentarse, sí lo encapsulan, lo apagan, no gasten tiempo y energía con agua, esta es la forma correcta de acabar con el fuego, piensen en la teoría, todo en la naturaleza sigue reglas, úsenlas.
– Sí, señor – respondieron todos y siguieron entrenando.
Lilith pasó una semana en una escuela de magia y nada de lo que vio en esos pocos minutos se comparaba, fuego, viento, hielo, esos magos alternaban las fuerzas de la naturaleza como si se tratara de un juego y no se molestaban en moldear la magia como listones o manos, ellos creaban espadas y hachas más fuertes que el acero.
La diferencia en el nivel de magia era aplastante y le habría gustado quedarse a observar, pero nada ganaba quedándose ahí, caminó hacia la puerta, la abrió y pasó a la siguiente habitación. Su espacio mental tomó la forma de una biblioteca y su mente, automáticamente la llenó de recuerdos en el formato de prosa porque era lo que tenía sentido, el espacio mental del demonio era un castillo lleno de habitaciones y su mente lo llenó de recuerdos.
Porque así funcionaba.
– Le enseñamos a nuestro cerebro a ver cadenas y pensar en esclavitud – dijo su padre en una de las muchas lecciones que le daba antes de los quince años – por eso las maldiciones se presentan de manera visual, como cadenas, todo es muy simbólico dentro de la mente, sí vez una puerta, es una salida, si vez una escalera…
– Es otro nivel – pensó Lilith en voz alta y subió los escalones – tú lo dijiste Harret, concéntrense en la teoría.
No tenía talento, le dolió entenderlo, pero no se necesitaba talento mágico para conocer la teoría detrás de la magia.
*****
Harret tenía los ojos cerrados, mentalmente buscaba una hormiga moviéndose dentro de sus recuerdos.
– Señorita Bonel – llamó la recepcionista – señorita Bonel.
Harret reaccionó.
– El demonólogo que llevó su caso fue cambiado de turno, tendrá que venir mañana por la mañana.
– Tengo clases desde temprano, ¿puedo ver a otra persona?, alguien que sepa del caso.
La recepcionista suspiró – iré a ver, espere aquí y responda cuando la llame.
– Sí, gracias.
*****
Harrey y otro mago peleaban, después de llegar Lilith asumió que era otro entrenamiento, porque la habitación era la misma, pero después de unos minutos entendió que esa no era una práctica, Harret quería matar al otro mago, no lo ocultaba, sus tácticas eran aterradoras, desprendía rocas de las paredes para aplastarlo, creaba bombas de agua para encerrarlo y ahogarlo, o moldeaba el piso para crear grandes picos y mientras él atacaba con todo lo que tenía, su oponente usaba hechizos de defensa, se liberaba de las ataduras y permanecía en pie.
Ni una sola vez usó hechizos de ataque, ese hombre se limitó a defenderse y dejar que lentamente, Harret agotara su energía.
El resultado fue obvio.
– El ganador, es el discípulo Leimos.
El hombre que fue vencedor sonrió, caminó hacia Harret y le extendió su mano – fue divertido, me sorprendiste bastante, pensé que perdería.
Harret golpeó la mano de Leimos, tenía los ojos muy apretados para no llorar, pero la rabia era más fuerte – largo – gimió – te dije que te largaras – gritó y su rostro cambió para convertirse en el del demonio – te dije que te fueras, maldita niña.
Lilith volvió a correr, pero esa vez no fue tan fácil, al abrir la puerta se encontró con el vacío, corrió hacia la otra salida, en esa los pasillos se torcían, las puertas se cerraban y el piso se desplazaba en diagonal – vi algo que no debía, ¿cierto?, presumes de ser un demonio poderoso, lastimas a las personas porque no te importan, los menosprecias, te escuché hace rato llamarme “hormiga”, y al final del cuento, eres el idiota que nunca pudo superar a su mejor amigo, ¿sabes qué pasa con los segundones?, nada, se pasan toda la vida tratando de superar barreras que ellos mismos levantaron, se llenan de envidia y nunca están satisfechos, porque aunque logren sus objetivos, jamás será suficiente, siempre querrán lo que otros tienen. Leimos es famoso en todos los libros de historia y se casó con la mujer más hermosa, quizá, era la mujer que querías, te enamoraste por envidia y ella eligió a un verdadero hombre, no al idiota que golpea cuando no puede salirse con la suya.
El pasillo dejó de moverse y las paredes también, Lilith no estaba segura de cuál de todas sus teorías rebuscadas funcionó y no importaba, mientras pudiera apoyarse en los pisos y caminar por las paredes, llegaría a la siguiente habitación.
*****
Harret entró al baño y vertió agua sobre su rostro, tenía los dientes apretados y los ojos enrojecidos.
Un mago entró al baño, vio a Harret en el lavabo y se disculpó, después miró el letrero fijamente, Harret entró al baño de los hombres, se lavó la cara y volvió a la sala de espera.
– Señorita Bonel, el capitán Leblanc hablará con usted, vaya al piso siete – le dijo la recepcionista.
Harret fue al elevador y presionó el botón del séptimo piso. Las puertas se cerraron y para Lilith, se abrieron a un nuevo recuerdo.