Averiguar las debilidades de las personas era más simple de lo que muchos pensaban, bastaba con decir una frase detonante.
“Adivina quién soy”
Y la persona, automáticamente decía el nombre de quien más quería ver, no hacía falta adentrarse en los pensamientos, era tan fácil como escuchar.
– ¿Puede ayudarme? – preguntó Margot.
El demonio mantuvo la mirada fija – toda esta sección está prohibida, pero tú, yo y todos tus amigos entramos sin problemas, ¿sabes por qué?, es porque este pasillo es una pantalla, los libros son inútiles, sirven para distraer a las personas que sienten curiosidad, el verdadero poder está en el segundo estante, tercer nivel, es un reloj de piedra, sí dejas caer un poco de sangre encima, el mecanismo se activará y los libros mostrarán lo que esconden.
Margot tragó saliva y miró sus manos, no le gustaba sangrar, pero sí era por su hermana, tendría que hacerlo.
– No debe ser tuya – advirtió Lilith – sí usas tu sangre habrá una restricción, todos tus compañeros podrán leer los libros menos tú, la directora lo arregló para que la persona que descubriera la verdad, no pudiera beneficiarse.
– Pero – chilló Margot y miró hacia los otros pasillos, sus compañeros estaban muy cerca y ninguno escuchaba la conversación.
– Tiene que ser alguien de tu grupo, alguien que no quiera estar aquí, así podrá irse y deslindarse de todo esto.
Margot miró hacia el pasillo donde estaba Cecilia.
El demonio le dio una botella, venía de su mochila, era la pócima de revelación que Lilith bebió para poder manipular su magia, ahora estaba vacía – tráeme la sangre, yo activaré el mecanismo y te daré los libros, pero es todo lo que haré, tendrás que aprenderlos por tu cuenta, ¿crees que puedas?
– Si – dijo Margot.
El demonio retrocedió y esperó.
La sangre de ese hombre, aunque venga de un descendiente que nació siglos después, seguía siendo un elemento volátil, de preferencia, no quería tocarla.
– Cecilia.
– No hagas ruido, dijiste que buscaríamos en silencio – dijo Cecilia después de que su amiga la llamara, se veía nerviosa, no quería estar ahí – apúrate a buscar, antes de que nos atrapen.
Margot se mordió el labio – lo siento, necesito esto – atrapó su mano y le hizo un corte para obtener su sangre.
– ¡Qué!, ¡qué haces!
En lugar de dar explicaciones o contarle lo que Lilith le había dicho, Margot sujetó el brazo de Cecilia para que la sangre siguiera goteando dentro de la botella, en el fondo, era una persona desesperada que haría lo que fuera para ayudar a su hermano.
Gabriel notó algo extraño, había mucho silencio, no le molestaba, de hecho, era grandioso porque estaban en la sección prohibida de la biblioteca, pero llevaba años conociendo a sus compañeros y estaba seguro de una cosa, no eran silenciosos – chicos – susurró, dejó el libro que estaba leyendo y caminó hacia el final del pasillo – oigan, digan algo.
Cecilia se desmayó, no por la pérdida de sangre que fue mínima, sino por sueño y cansancio, se recostó sobre el pasillo y cerró los ojos, a su lado Margot se levantó con la botella de sangre muy bien sellada – aquí está – le dijo al demonio.
Gabriel llegó donde estaba Cecilia, la vio sobre el piso con sangre en su mano y corrió a verla, gritó por ayuda para que los demás fueran, pero nadie lo hizo, todos los pasillos estaban aislados acústicamente.
El demonio tomó la botella de sangre y como prometió, activó el reloj que la directora Lacroix colocó en caso de que alguien infringiera la prohibición, pero en lugar de lanzar pirotecnia al cielo, estalló y todo el pasillo se quemó.
Sus acciones fueron vistas por un gato amarillo que intentó hacer ruido para que la gaviota lo viera y de vuelta en el segundo piso, Lilith despertó.
Según el demonio, su único testigo fue Margot, a quien ya le había borrado la memoria y más tarde, animo a Lilith a subir al tercer piso para que la encargara la viera llegar desde la parte de atrás, como prueba irrefutable de que no estuvo en el tercer piso.
Nunca imaginó que, en esa época, los magos tuvieran la costumbre de conectar sus sentidos, con los de sus mascotas.
– Un maldito gato – susurró.
– ¿Dijo algo? – preguntó el taxista.
– Tengo prisa.
Dentro de su espacio mental, Lilith se talló los ojos, debió saberlo, su talento mágico era el sueño más grande que tenía y lo pusieron delante suyo en una bandeja de plata, realmente, ¡fue tan estúpida!
– ¿Por qué? – se levantó y lanzó la pregunta al techo, que en ese momento estaba cubierto de una gran masa de humo – ¿qué es lo que quieres?
El demonio seguía dentro del taxi, no prestó atención a los gritos de Lilith, tampoco a sus preguntas, su objetivo era más importante.
Lilith se cansó de gritar, tiró los libros que había sobre el recibidor, lanzó los candelabros al suelo y siguió con las mesas, pero cada objeto que tiraba, regresaba a su lugar sin que algo hubiera cambiado, así que continúo, tomó las velas, las lanzó sobre la alfombra y tiró ahí todos los libros que fue encontrando.
El demonio resopló – pierdes tu tiempo.
– Es mío, puedo hacer lo que yo quiera – respondió Lilith.
– Esos libros contienen tus recuerdos, sí quieres prenderle fuego a tu memoria y olvidar quién eres, adelante, no te lo impediré – dijo el demonio.
Lilith apretó las manos en puños, sentarse en su puesto de control no servía, lo intentó durante los primeros minutos y nada pasó, tampoco sabía si el demonio mentía o le estaba diciendo la verdad, estaba atrapada, nadie la escuchaba y no sabía qué hacer para salir de ese lugar.
¿Por qué?
¿Qué quería ese demonio?
Sí le preguntaba él mentiría, la haría pensar en círculos y al final, se burlaría de ella como hizo antes. él tenía todas las ventajas, y ella ni una sola.
– ¿Por qué no has devorado mi alma?
El demonio abrió los ojos, seguía en el taxi, esperando que llegaran a la dirección correcta y su mirada se agudizó.
– Fue por mis padres, no, tienes todos mis recuerdos aquí, podrías actuar como yo y ellos jamás lo descubrirían, es por la academia, hay cientos de magos, profesores, residentes, estudiantes, no querías que alguno de ellos te descubriera – fue caminando y mirando el techo como si esa cosa tuviera ojos y pudiera mirarla – Ofelia dijo que la directora Lacroix tiene un hechizo de la verdad que funciona con la memoria muscular – miró sus manos – yo no recuerdo lo que pasó en la biblioteca, tampoco recuerdo haber subido al tercer piso antes del incendio, pero mi cuerpo sí, por eso los lastimaste, por eso no has devorado mi alma.
“La Sally del mil trece”
Lilith tenía tiempo sin pensar en esa historia, el desastre de la reportera, la mundana que se involucró con la magia sin querer, despertó a un demonio y su cuerpo fue poseído, pero ese demonio hizo algo diferente, no devoró el alma de la reportera, lo que hizo fue guardarla dentro de una muñeca.
– No quieres que te descubran, por eso te quedaste en silencio todo este tiempo, lo que quieres, es el espejo.
El demonio frunció el ceño.
– La habitación dentro del espejo, es el lugar en el que estabas – lo pensó rápidamente, ¿qué había en la habitación? – el libro, quieres recuperar el libro.
Los demonios no elegían cualquier objeto para convertirlo en su contenedor, según los libros, se trataba de un objeto importante o trascendental en su vida y ese libro fue llevado al ministerio de magia.
– Vas a un lugar que está lleno de magos y si devoras mi alma te descubrirán, no puedes matarme.
– Llevo tiempo viviendo en ese espacio mental y no tenía idea de que fueras tan optimista, niña, ¿qué crees que pasará mañana por la mañana?, los residentes de tu dormitorio despertarán, contarán lo que hiciste y te convertirás en una criminal, tus padres tratarán de protegerte, como siempre, por desgracia una de las víctimas es la nieta de la directora Lacroix, tus padres serán despedidos y dejarán de ser maestros, siempre dices que ellos aman su profesión, es una pena que no puedan seguir así.
Lilith imaginó ese escenario muy fácilmente, pero no lo entendió – los dejaste vivos a propósito para amenazarme, ¿por qué?
– Para que te calles.
– Llegamos – dijo el taxista.
El demonio pagó la tarifa, bajó del taxi y se detuvo frente al ministerio de magia – esto sucederá de dos formas, pequeña, contigo cooperando y viviendo una vida tranquila o conmigo pasando a un nuevo cuerpo mientras tú te pudres en prisión.
Lilith sonrió, fue un gesto leve, el de una persona atrapada en lo profundo de un agujero, mirando hacia arriba y descubriendo, que había una delgada luz.
– Me estaba acercando, mencioné el libro y tú cambiaste el tema, involucraste a mis padres, a mi futuro, todo para distraerme, apuesto a que no puedes pasarte al cuerpo de otra persona, o ya lo habrías hecho, estás atrapado conmigo.
– Guarda Silencio.
El humo en el techo desapareció, Lilith cerró los ojos recordando la vez que estuvo en ese sitio junto a Percival.
“Estaremos bien, necesita convencerte de entregarle tu cuerpo, mientras no lo consiga no tendrá poder, escúchame, concéntrate e imagina la recepción de una biblioteca”
“Los espacios mentales toman forma dependiendo la persona… las ventanas de cristal son raras, generalmente en los espacios mentales nada existe por fuera del área, si estas en una casa y abres la puerta, caes al vacío y despiertas. O podrías caer en coma”
La siguiente persona que vino a su mente, fue la profesora de hechicería.
“En resumen y no vayan a olvidar este punto, ustedes controlan el entorno, no al revés”
– Yo controlo el entorno, yo controlo mi espacio mental – repitió.
Cerca de la ventana apareció una bola de construcción, del tipo que usaban las maquinas demoledoras, la gran bola se balanceó, ganó fuerza y golpeó la ventana de cristal.
La luna llena seguía brillando en el cielo nocturno, sin importar a qué hora del día entrara a su espacio, ahí siempre era de noche, y siempre había luna llena.
Se sujetó del marco de la ventana con el vidrio roto para dar un paso hacia afuera, era mucho más alto de lo que imaginó, similar a un acantilado y tan profundo y oscuro, que no podía ver el suelo, se aferró al borde de la ventana, esto era un salto de fe.
Dio la vuelta, se soltó y se dejó caer.
El viento silbaba a su alrededor, el cielo se perdía y antes de pensarlo, cayó sobre una superficie arenosa. Manos y piernas estaban en posiciones poco naturales, su cabeza estaba torcida y no muy lejos, las olas golpeaban las rocas.
El dolor punzó por un par de minutos, pero no era real, se levantó, acomodó todos los huesos rotos y caminó hacia la playa.
El espacio mental tenía la forma de una gran isla con un inmenso edificio que ocupaba gran parte del espacio, una pradera con pasto, rocas y una bandera ondeando en el punto más alto. Conocía ese lugar, lo vio en muchas ilustraciones – la infame fortaleza de Pría.