Control Parte 2

1918 Words
Una gaviota graznó en el interior de la biblioteca, recorrió el primer piso buscando cualquier indicio de un estudiante rezagado, después siguió hacia el segundo piso, a través de la ventana un gato la vio y rasguñó los cristales para tratar de entrar, la gaviota lo ignoró y siguió hacia el tercer piso. Todos los pasillos estaban iluminados, a excepción del último corredor marcado con un letrero que decía: “prohibido el paso”, la gaviota miró fijamente el pasillo y sus ojos resplandecieron. Abajo, la visión de la encargada cambió, con el ojo derecho veía el recibidor mientras que el ojo izquierdo le mostró el tercer piso y las sombras que se movían en la sección prohibida – adolescentes – suspiró – ve por ellos. La gaviota graznó para hacerse notar, dándole a los estudiantes una oportunidad, después extendió sus alas y al segundo siguiente, uno de los libreros estalló. El estruendo despertó a Lilith, la sacó de su espacio mental empujándola hacia el suelo y al volver, el mismo impulso empujó la silla, estaba a punto de caer de espaldas. – ¡Ah! – con un pequeño grito, Lilith empujó el aire hacia adelante y la silla se detuvo, no caía, pero tampoco se enderezaba, con cuidado bajó las manos, se apoyó en la mesa y bajó. La silla estaba inclinada hacia atrás, equilibrada, sin algo que la sostuviera o una cuerda que la jalara, Lilith trató de moverla, pero no pudo y apretó su mano para tomar de vuelta su magia. La silla cayó al suelo. – Lo hice. Sonó la alarma. El aire olía a humo, las luces seguían encendidas y ya pasaban de las nueve, Lilith corrió hacia los escalones, el crepitar del fuego se escuchaba en el tercer piso, lo pensó un momento, bajó dos escalones y al final, regresó arriba y subió hasta el tercer piso. El fuego estaba encapsulado, en el pasillo, la encargada de la biblioteca controlaba una gran corriente de agua que golpeaba los estantes y mantenía el humo en la parte de arriba, de pronto miró hacia atrás. – ¡Muévete! Lilith se paralizó, uno de los magos la empujó sin tocarla y su espalda quedó contra la pared, los magos que llegaban a la biblioteca se apresuraron a controlar el fuego y rescatar a los estudiantes, eran cuatro, todos de primer grado. El exterior de la biblioteca estaba lleno de personas, todos los estudiantes y profesores que usaban los dormitorios salieron a ver lo que pasaba y esperaron afuera al ver que el incendio ya estaba controlado. Los cuatro estudiantes fueron sacados en camillas, uno de ellos tenía quemaduras graves, dos estaban inconscientes y solo uno estaba estable, nadie entendía lo que pasaba, la academia celebraba una novatada cada año, se anunciaban dos lugares prohibidos, se colocaban fuegos artificiales y los culpables eran castigados con tareas de limpieza. A la directora Lacroix le gustaba ponerlos como ejemplo para recordarles a todos los estudiantes que, en su mundo, romper las reglas tenía consecuencias graves. Pero esa, era la primera vez que los fuegos artificiales se atascaban y explotaban, en lugar de ser lanzados al cielo. Afuera de la biblioteca todos hablaban, Lilith escuchó suficiente, después de las diez de la noche abrazó su mochila y volvió a los dormitorios. En la sala, despiertos y sentados en el recibidor, estaban Verónica, Sam y Cinthia, los tres residentes a los que veía a la hora del almuerzo, todos con caras alargadas, no era una sorpresa, Lilith también estaba preocupada por los estudiantes, eran chicos de quince años e iban camino al hospital con quemaduras. – Buenas noches – saludó – subiré a mi habitación. – No – dijo Verónica y le prohibió el paso. Lilith no supo qué pensar. – Entre todos – dijo Verónica. Lilith fue empujada hacia un costado y forzada a sentarse en una silla de madera con un cojín acolchonado, sus manos no tenían ataduras visibles, pero podía sentirlas, era magia, los tres residentes la habían atado, igual que hizo ese hombre – ¿qué están haciendo? – Yo hago las preguntas – enfatizó Verónica, su voz temblaba mientras hablaba y no se veía muy segura de lo que hacía – ¿por qué lo hiciste? – ¿Qué? – Cecilia acaba de cumplir quince, Gabriel tiene un problema médico, van a operarlo en diciembre, ¿por qué lo hiciste? Lilith negó con la cabeza – no entiendo, ¿qué es lo que creen que hice? Cinthia se puso de pie – fuiste a la biblioteca, tomaste un libro, y luego subiste al tercer piso, tú alteraste el artefacto que dejaron los profesores, lo convertiste en una bomba, Miriam te vio. Era demasiado ridículo para ser una broma pesada y Lilith estaba muy molesta – no sé quién es Miriam. – Es mi gata – explicó Cinthia y miró hacia atrás, a una gata muy gorda de pelaje blanco con amarillo sentada sobre el sillón, Lilith ya la había visto antes, era la gata que estaba afuera de la ventana cuando llegó a la biblioteca. – La he tenido por doce años – dijo Cinthia – nuestros ojos se sincronizan, igual que con las invocaciones, te vi a través de sus ojos, ¿por qué lo hiciste? Lilith dejó de intentar liberarse, era inútil y la razón era muy simple – descubrí que tenía talento mágico hace tres meses, hoy por primera vez logré controlar mi magia, y no hablo de la magia física o mental, hablo del nivel más básico, no podría manipular un artefacto ni aunque mi vida dependiera de ello – se humedeció los labios, de repente tenía mucha sed – pueden preguntarle a Ofelia Lacroix, ella es la auxiliar de la profesora Mares, estuvo en todas mis clases, si alguien sabe que no tengo idea de cómo controlar mi magia, es ella. Los tres residentes intercambiaron miradas, Ofelia Lacroix era más que una residente, ella era la nieta de la directora de la academia, todos sabían que sería maestra muy pronto y apuntaba para ser la siguiente directora después de su abuela. – No podemos involucrarla – susurró Verónica. – Tampoco podemos tenerla a ella atada, es la hija de la profesora Brenda – enfatizó Sam – les dije que teníamos que pensarlo detenidamente. – Yo sé lo que vi, Miriam jamás se equivoca. La puerta de la entrada se abrió y los cuatro giraron la cabeza, Ofelia Lacroix miró de izquierda a derecha – ¿qué ocurre aquí? – Me ataron. – Podemos explicarlo. – Mi gata vio algo. – Lo sentimos. Los cuatro hablaron al mismo tiempo y Ofelia juntó los dedos, al instante ninguno de ellos pudo hablar – les cederé la palabra uno por uno, Verónica, tú primero – se sentó. – La gata de Cinthia vio a Lilith en la biblioteca, la vio alterar los fuegos artificiales para que explotaran. – Sí fueron testigos de un crimen, ¿por qué no lo reportaron? – preguntó Ofelia. Sam levantó el brazo para pedir la palabra – es la hija de la maestra de pociones, el año apenas comienza y necesito que me dé una buena evaluación. – Mi mamá tiene ética, no te regalará calificaciones ni te las quitará, eres un idiota – dijo Lilith, pero cada palabra fue silenciada. Ofelia se levantó – entiendo el problema, Cinthia y yo llevaremos a Lilith y a la gata a la oficina de la directora, Sam quedará fuera para que no afecte su evaluación, Verónica se quedará a cuidar el dormitorio en mi nombre y Lilith, la directora tiene un hechizo de la verdad muy completo, usa la memoria muscular para identificar la verdad, sabrá lo que realmente sucedió y sí hubo una confusión, tus compañeros se disculparán, ¿estás de acuerdo con eso? – Si – pensó Lilith, pero sus labios dijeron – no. Sus manos antes atadas, estaban libres y sus dedos presionaban la madera, Miriam saltó y aruñó a Cinthia, ella trató de alcanzarla, pero en el camino su cuerpo fue empujado hacia el techo y cayó al suelo, Sam formó un escudo que se rompió al instante y fue lanzado hacia un costado, contra la ventana, Verónica resbaló en el suelo y se golpeó la cabeza. La única que logró cubrirse a tiempo y evitar cualquier daño o movimiento forzado, fue Ofelia, bajo sus pies había un destello que formaba un cilindro y actuaba como escudo. Lilith se levantó, pero no era ella la que se movía, era su cuerpo – detente – suplicó con lágrimas en los ojos. Ofelia preparó sus defensas, con un movimiento de sus manos creó una bola de fuego y mientras, el cuerpo de Lilith estiró el brazo y la muñeca de Ofelia se torció, su control sobre el hechizo se perdió, pero la gran bola de fuego seguía encima de su cabeza. Lilith se mordió la mano, gracias a eso el hechizo de fuego desapareció, pero Ofelia quedó inconsciente. Lilith cayó al suelo – ¿por qué? – miró sus manos. El suelo cambió, ya no estaba en los dormitorios, sino de vuelta en su espacio mental y la persona delante suyo, era la mujer que se presentó como administradora. – ¿Quién eres? – preguntó Lilith. – Mi nombre no importa, puedo darte el que eh estado usando los últimos meses – sonrió y su apariencia cambio – Lilith Bonel. Lilith se miró a sí misma – eres el demonio, el que salió del libro, pero, mis padres te sacaron de mi cuerpo, el demonólogo te regresó a tu lugar, dijeron que te eliminarían – retrocedió apoyando las manos sobre el suelo – me hicieron una exploración, mi cuerpo no tenía energía demoniaca. – Es correcto, tu cuerpo no la tenía – dijo la otra Lilith y se agachó para tocarle la mejilla – te ayudaré a recordar. Antonio Melosa estaba en la sala, los padres de Lilith se veían afligidos, ese día ella no lo notó, estaba ocupada, preguntándose sí sus sueños eran reales o una ilusión, le pidió al demonólogo que le hiciera una exploración, él aceptó, ella tomó su celular del sillón y lo movió a la mesa, en ese instante, el demonio que ocupaba su cuerpo se trasladó a otro objeto, Lilith tomó las manos del demonólogo y dio negativo, después, volvió a tomar su celular y la conexión se restauró. Una lágrima bajó de prisa por la mejilla de Lilith, ¿por qué tomó su celular?, ¿por qué lo cambió de lugar?, intentó recordarlo y mentalmente, vio una criatura parada detrás del sillón, un demonio con la piel roja, grandes cuernos y afilados colmillos, lo vio detrás suyo cada vez que se miraba en el espejo, oculto en las sombras de su habitación y presente mientras ella abrazaba a sus padres – es mentira. – Pequeña, ¿nadie te lo dijo? – exclamó – los demonios mienten. Fuera del espacio mental, Lilith tomó su mochila, recogió los cuerpos inconscientes de los cuatro residentes, los llevó cada uno a su cama, abrió la puerta y salió a la calle. Las puertas de la academia estaban abiertas para dar paso a las ambulancias que se llevaron a los estudiantes, ella fue a la parada de taxis y subió a uno. – ¿A dónde la llevo? – Al edificio B, en la calle Vignon, esquina con el boulevard. Era la dirección del ministerio de magia y el sitio donde se encontraba su espejo.
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