[Valle]
Francisco observa la escena y cuando volteo me sonríe.— Va a volver — me dice—, se nota que la ama mucho.
—Más le vale, porque no vine desde lejos para que no lo haga ¿Café? – bromeo, después le ofrezco una taza y él la acepta— pruébalo y me dices qué te parece.
—¡Delicioso!— expresa y da otro sorbo.
— Lo sé. Diego dijo que le supo diferente.
—Tal vez por la melancolía de dejarla.
— Posiblemente— me sirvo una taza y doy un sorbo— Francisco, necesito dos favores de usted y espero que con esta taza de café podamos empezar a ser amigos.
—Pensé que ya lo éramos señora D’Angelo — y me sonríe.
—¡Vaya!, fue más fácil de lo que pensé. Entonces necesito que sea mi aliado.
— ¿Qué tiene que ofrecerme para que sea su aliado?— negocia.
—Soy chef— le digo segura — imagínese café así todas las mañanas y probaría mis guisados.
—Me ganó con ‘soy chef’, usted sí que sabe cómo llegarle al corazón a un hombre.
Me río, este Francisco me cae bien.— Primer favor, me urge que me diga donde está el transporte más cercano y cómo puedo volver a este edificio. Verá, estoy aburrida, y si voy a pesar el 50% de mi tiempo aquí, sola, necesito moverme, no aguanto el encierro. En San Diego era dueña de un restaurante, ¿sabe?, tenía personal a mi cargo y estaba de arriba para abajo todo el día. Aquí soy la esposa de Diego D’angelo y aquí entre nos, la vida de su esposa es un poco aburrida y desgraciadamente no va conmigo.
Él se ríe y saca un mapa que supongo tenía guardado por ahí— ¿Dónde quiere ir?
— Donde sea, no importa si me pierdo, solo quiero salir de aquí, comer algo, ver lugares, gente y después ir al supermercado y comprar comida decente, no pienso comer pollo y pasta todo el tiempo.
—Bien, entonces le explico.
—Pero antes, necesito el segundo favor, que si lo hace bien, le llegará algo extra con mis guisados, repostería, brownies para empezar, soy muy buena haciendo brownies.
—Soy todo oídos, señora D’Angelo.
—No me digas señora D’Angelo, dime Valle. El segundo favor es que no deje, por ningún motivo, que Sam, la asistente de Diego, suba al piso de nuevo.
—Ok, considérelo hecho.
—Y si pregunta por qué, dígale que la esposa de Diego D’Angelo se lo pidió. Sí, quiere que sepamos que ya llegó que le marque desde el teléfono del lobby, ¿vale?
— Me parece perfecto, ahora ¿dónde quiere ir? — Me dice, mientras desdobla el mapa.
Entonces Francisco es mi primer aliado, el primer filtro que le debo poner a Sam antes de que invada lo único que me queda con Diego, nuestra intimidad. Sé que apenas llevo dos días en Mendoza, pero ella ya se ha metido en nuestras vidas y no pienso que lo haga más veces.
Afortunadamente, el mundo de Diego aún no invade mi mundo y puedo salir a caminar por las calles de sin ningún problema. Francisco me ha recomendado varios lugares e incluso acordó conmigo hacer un tour para que yo pueda visitar los lugares más importantes de aquí. Ya he venido a Mendoza antes, pero ahora vivo aquí, así que supongo que "al pueblo que fueres, haz lo que vieres".
Hoy, además de ir por un nuevo número de móvil y a comprar algunas cosas para el piso, también iré a comer don Quijote, un restaurante que Francisco me ha recomendado y que dice que debo probar sin ningún pretexto. Así que, después de dejar todo listo y de vestirme con unos pantalones de mezclilla azules, botas y una blusa de cuello largo, verde olivo, salgo a conocer lo que es mi nuevo hogar.
Así, paso un tiempo camino por las calles de Mendoza y después de cambiar mi número y de comprar lo que necesito, tomo el bus y salgo justo en la calle que me indicaron para así dirigirme al restaurante.
Al llegar, me ofrecen una mesa y me siento justo en un rincón cerca de la terraza para ver las montañas. Estoy acostumbrada a comer sola, pero debo admitir que me encantaría estar aquí con Diego. Ya que me gustaría que le me mostrara el lugar y me recomendara algún platillo.
Ya instalada, pido de beber una copa de vino tinto, por supuesto, del de mi marido, y de comer una deliciosa milanesa empanizada, recomendación de Francisco. Como todo disfrutando cada uno de los sabores e incluso me atrevo a pedir un postre.
Cuando termino, mientras disfruto mi vino, que es lo último que queda para irme de ahí, veo que un caballero viene hacia mí con una sonrisa bastante amplia. Noto que es muy alto, aproximadamente de 1.90, excelente cuerpo, de piel bronceada y con barba. No es feo, en realidad, ya lo había visto sentado en el bar y por lapsos me sonreía, pero parece ser que ignorarlo no fue suficiente.
Tiene tipo de alguien importante porque la ropa que trae, le da ese aire, ¿será empresario quizás? Doy un sorbo al vino, que aún queda sobre la copa, y le sonrío.
—Parece que eres de buen comer— y se queda de pie frente a mí.
—Me gusta comer.
—Vaya, primera cosa que tenemos en común— y me sonríe.
Me quedo callada y sigo viéndolo— ¿Es tu mesa o algo así?
—No, pero si me dejas sentarme podría ser nuestra mesa— ofrece.
—¡Qué seguro! Me encanta la seguridad en un hombre, pero no te conozco, así que…
— Santiago Fernández— me dice de inmediato y estira la mano para que lo salude.
Lo invito a que se siente y sigo tomando sorbos a mi copa de vino— ¿No me dirás tu nombre?
—No veo el caso, ¿para qué lo necesitas?
— Para saber con qué nombre registraré tu número en mi móvil.
— ¡Ah!, ¿eso? Haberlo dicho antes, dame tu móvil— y estiro la mano para que me lo dé.
Él lo hace y comienzo a marcar mi número, me ve, con esa mirada intensa que solamente a un hombre al que le gustas tiene y no me deja de sonreír — No eres de aquí, ¿cierto?
—No— contesto sin más.
—Y tampoco me dirás de dónde eres— insiste.
—No.
Le regreso su móvil y él lo ve ilusionado para después cambiar el semblante - ¿Interés?— me dice— tu nombre es ¿interés?— y se ríe— y el número que registraste es cero, cero, cero, cero...
—Cero interés— concluyo. Y me levanto de la mesa para salir del restaurante.
Santiago me sigue, sí que ese hombre puede ser insistente— Entonces, ¿me dejarás así, sin saber ni tu nombre?, no puedes hacer eso.
—¡Uy! Si te contara, no creerías lo que no saber un nombre puede ocasionar.
—Pero no es justo, tú ya sabes el mío.
— No se lo revelaré a nadie, si eso te ayuda. Hasta luego Santiago, más suerte para la próxima.
—No es justo interés, no puedes ir por la vida viéndote así y después rechazando a todos.
—La vida es justa para todos, tú no obtuviste lo que quisiste, y yo también he perdido cosas que quiero, ahí se ve la justicia. Hasta luego.
Me alejo del lugar sin mirar atrás y debo admitir que riéndome de lo que acaba de pasar. No cabe duda que el cambio de imagen me ha mejorado en todos los aspectos, pero tiene efectos colaterales, si tan solo Diego supiera esto, me mantendría encerrada en el piso, así que no sería adecuado que se lo dijera.
De pronto, siento que alguien me toma del brazo y yo volteo de inmediato, pegándole un fuerte golpe en el estómago, sacándole el aire, es Santiago.
—¡Lo siento!— le digo apenada —, pero no me gusta que me sorprendan así.
—Solo quería darte esto, Interés—me dice y me da una bolsa que olvidé en el restaurante, mientras trata de recuperarse. — Sí que pegas fuerte.
— Lo siento, no era mi intensión— y le ayudo a sentarse en un escalón.— Pero nunca hagas eso, a ninguna mujer le gusta.
—Pensé que se vería sexi.
—No, es aterrador, ¿te sientes mejor?
—Sí, pero me sentiría mejor si Interés me dijera su nombre.
—No, a Interés no le apetece dar su nombre.
—¿Alguna razón en especial?— me pregunta sonriente.
Y así, de pronto, como una señal del cielo, mi celular comienza a sonar y al tomarlo veo "Ibiza" en el registro. Si Diego cree que le caen rayos cada vez que hace algo que yo no aprobaría, a mí el universo me espía y me manda mensajes o llamadas.
—¿Ibiza?, Segunda cosa que tenemos en común— dice Santiago seguro.
—No lo creo— respondo.— Debo contestar, gracias por darme mi bolsa, perdón por el golpe y buena suerte.
Me paro del escalón y comienzo a caminar y justo cuando contesto escucho un grito— ¡Mendoza es muy chico, Interés y te juro que nos volveremos a ver!
Y yo solo me río, mientras le contesto a Diego, mientras me alejo de ahí.