Capítulo Dos.

1848 Words
●▬▬▬▬๑۩۩๑▬▬▬▬▬● Siento mi cuerpo flotar en una nube negra. El aire que entra por mis fosas nasales hace que mi garganta arda, ese olor... Puedo reconocer ese olor, aunque no estoy seguro, no sé si todo esto es realmente posible o estoy soñando. Un susurro inentendible llega hasta mi mente, imágenes confusas de una mujer pasan en ella, esa sonrisa, sus labios, veo como me observa y mueve sus labios susurrando palabras que no logro escuchar, ¿por qué no puedo escuchar su voz? Ella alarga su mano y toma mi mejilla, puedo sentirlo. —Te amo, Daem. Abro los ojos de golpe y mi respiración se vuelve errática, al principio la luz que da directamente en la cara me impide ver donde estoy, un cuerpo parado frente a mi oculta un poco de esa luz logrando que pueda observar mejor el lugar en donde me encuentro. Las paredes del lugar están hechas de carrizos, incluso el suelo lo es. El mueble donde me encuentro sentado es un tejido del mismo material. —¿Te sientes mejor, hombre del mar? –cuestiona ella. —¿Dónde estoy? —En la isla de los Sanctus. Llegaste aquí con la espuma del mar. —¿La espuma del mar? —Sí, así como llegaste en tu vida anterior, excepto que llegaste desde el fuego del volcán. —¿Mi vida anterior? —Es mejor que hables con el summa deus, él te dirá todo lo que debes saber. —No, dime tú lo que sabes de mi. ¿Sabes como me llamo? Ella hace una mueca y mira a todos lados como asegurándose de que no es escuchada. —Los viejos en esta isla cuentan que, en tu primera vida llegaste con el viento de un huracán, trayendo contigo destrucción y alegría al mismo tiempo, pues con tu llegada el mal abandonó la isla. Te llamaban Dorian Dachs, y tus poderes eran lo único que nos mantenía con seguridad, hasta que ella apareció. —¿Ella? —Dha... —Veo que ya despertaste. –señala una voz masculina. —Summa deus. —Puedes irte, yo hablaré con él. La chica sin mirar al hombre sale del pequeño cuarto en donde estoy. El hombre de piel oscura me sonríe como si fuéramos conocidos. —Parece que fue apenas ayer cuando llegaste a esta isla, muchacho. Entonces yo era más joven y mi padre fue quien te dio el nombre, Daem Dorcha, el hombre que vino del fuego. —No entiendo que esta pasando. Yo... No sé quién soy o qué hago aquí. Usted puede decirme porque ya me duele la cabeza de pensar tanto. —Ven conmigo, tal vez si observas un poco el lugar, entiendas o recuerdes algo de lo ocurrido desde hace más de trescientos años. El hombre sale del pequeño cuarto y yo me levanto de la cama improvisada. Puedo notar que llevo apenas una telas finas cubriendo mi desnudez. Al salir del lugar puedo sentir el calor del sol y la calidez de la arena en mis pies, este lugar es maravilloso, el cielo y el agua parecen infinitos, huele a sal y por un momento recuerdo haber estado en un lugar así, pero con ella... —Ella... ¿Quién es la mujer de mis memorias? Él me mira perplejo. —¿Recuerdas cosas? —Sí, pero no sé si son reales. —¿Dime que recuerdas? —Una mujer, ella... ella me miraba y me daba la sensación de que miraba algo preciado, sus ojos son azules como el cielo, su sonrisa, casi puedo escucharla, su cabello era rojo, como el atardecer, su piel blanca contrastaba con el. Yo... De pronto todo a mi alrededor cobró sentido, miles de imágenes pasaron por mi mente en ese momento y la vi, sonreír para mi con su cabello rojo, después sonreír para mi con su cabello blanco, su risa, sus caricias, su olor, esa tarde en la isla, la pelea con mi hermano, ese poder y luego... Te amo Daem. —Dharani. –susurro. El cielo azul se vuelve gris y el hombre conocido como summa deus, me mira horrorizado. —Daem detente, déjalo ir o nos vas a matar. —¿Dejar ir? ¿Qué? —El recuerdo de Dharani. —No, necesito encontrarla, ella me ama y yo a ella. Debo encontrarla. Siento ese impulso de correr en una dirección desconocida y pese a los gritos del hombre no me detengo, corro y solo pienso en ella, en estar a su lado y vivir nuestro amor por fin. Siento que soy absorbido y mi cuerpo comienza a recordarlo todo, yo soy Daem Dorcha, un demonio cazador enamorado de una Ragana Phoenix, recuerdo a Istar, a Kratto, al abuelo. Mi cuerpo se detiene y me encuentro justo donde estuvimos por última vez juntos, esa isla que está completamente congelada. Entro a la pequeña choza y veo algunas cosas en su interior, hay ropa para tapar mi desnudez y agradezco que así sea. Me pongo la ropa y pienso en donde puede encontrarse esa bruja testaruda. Algo en mi interior trata de encontrarla, tal vez si pienso en ella pueda ir y llegar hasta ella. —Dharani. –susurro Una fuerza absorbente me lleva hasta el lugar menos pensado. Paso por lo que era el bosque de las Raganas, esta hecho un desastre, ignoro ese sentimiento y me enfoco en ella. Cierro los ojos y susurro su nombre una y otra vez. Y entonces sucede. Llego hasta una isla alejada de toda la civilización posible, una muralla enorme se levanta sobre el castillo más imponente que vi en la vida. Camino hasta la entrada y puedo escucharla, su corazón late frenético, trato de visualizarla pero hay algo que me lo impide. —Sí no quieres morir ahora, vete. –asegura una voz masculina detrás de mi. Me giro despacio y puedo ver lo imponente que es. Su cuerpo se ve firme como una roca y yo... Un momento... —¿Quién eres? —Yo soy Da... —Tarik, su majestad acaba de despertar, tienes que venir a verla. —Encargate de este tipo. No sabemos quien es. El tipo ahora conocido como Tarik se da la vuelta y empieza a caminar. —Yo soy Daem Dorcha. –aseguro y él se detiene. Con una velocidad de miedo llega hasta mi y me pega a la pared húmeda. —Mientes. Ese maldito demonio ya está muerto. —No, debe haber un error yo... —Su majestad se encargó de eliminarlo, además no tienes ni un gramo en el parecido con esa escoria cazadora. Ahora te daré una oportunidad y te dejaré ir y espero que no tenga que verte la cara otra vez. Tarik se va dejándome perplejo, camino hacía el bosque y una vez que no soy visto susurro el nombre de quien me dará respuestas. —Summa Deus. Siento de nuevo esa sensación de ser absorbido, había olvidado como se sentía. Siento el agua empapar mi cuerpo, estoy a la orilla del mar, Summa Deus me mira desde arriba. —¿Qué está pasando? ¿Qué demonios está pasando? –cuestiono levantándome del agua. —Ven conmigo Daem, hay algo que debes ver. Camino hasta donde él me conduce, la gente va saliendo y hacen una maldita reverencia, como si yo fuera un rey. —Entra por favor. Entro a una habitación en donde hay fotografías colgada en la pared, algunas se ven demasiado viejas, el color amarillento es muy notorio. —Daem, esto es un poco complicado de entender. Cuando un alma condenada muere, es imperativo que busque en cuerpo donde regresar, normalmente siempre vuelven en recién nacidos, pero lo tuyo es... Diferente. —¿Por qué es diferente? —Tú hiciste una promesa, una promesa que no sólo te ligó en tu primera vida, sino en todas ellas. Así que no importa cuantas veces mueras y vuelvas, el destino para ustedes tres siempre es el mismo. —¿Nosotros tres? –cuestiono sin entender nada. —Tú, la mujer de tus recuerdos y su esposo, Daem. —¿Dharani tiene un esposo? ¡Es una locura! —No lo tuvo en esta vida, pero en la primera, ella era la diosa de la bondad y la abundancia, esta isla era de las más ricas en el mundo mágico. Su esposo era el dios de la destrucción, una pareja un tanto diferente pero se entendían. »Llegaron a esta isla para ayudarnos y protegernos de los demonios que acechaban a nuestra familia, Dharani tenía un encanto propio y persuadia a su esposo de darnos protección, pero siempre nos cobraba caro el favor, tomando cada inicio del mes a una mujer virgen de la isla y matandola para saciar su sed de sangre. »Le rogabamos al cielo que nos mandara ayuda, pedíamos a los otros dioses que enviaran a uno de los suyos para acabar con él, entonces llegaste tú, con el viento de un huracán a transformar todo. —¿Yo era bueno? –cuestiono sin poderlo creer. —Siempre lo fuiste, solo no lo recordabas. Me levanto de la silla más frustrado que antes y entonces el reflejo en el espejo frente a mi me hizo palidecer. Me acerco hasta el rogando que fuese una broma de muy mal gusto. Cuando estoy muy cerca alargo la mano y toco la superficie del espejo. Luego toco mi cara para asegurarme de que realmente soy yo. —¿Qué mierda? —Daem, recuerda que... —¿Por qué demonios mi cara luce así? —Es el cuerpo que tu alma tomó para seguir viviendo. Y entonces todo cuadra. Por eso ese imbecil no me reconoció, pero entonces si él no pudo, ella tampoco podrá. —¿Por qué Dharani no pierde su nombre? —Por qué ella es la dueña de la maldición y sólo tú y el que fue su esposo saben acerca de eso cuando llega el momento. —¿El momento de que? —El momento en el que ella debe matarte. Entonces llegas aquí, se te da otro nombre, otra vida, otra misión, te encuentras con ella una y otra vez, pero siempre terminan igual. —¿Cómo cambio eso? ¿Cómo dejo de morir? ¿Por qué quería matarla? —Ese era tu destino, ella es una bruja, tú eras el cazador, ella se enamoraría de ti y harían todo lo que no deben, rompiendo las reglas hasta que ella te mata y así una y otra vez. —¿Cuántas malditas vidas llevó así? —Dos, y aún te faltan siete. —¿En todas debo morir? —Supongo, aunque debe haber algo que termine con esta maldición. —¿Y qué es? Él me mira perplejo y niega con la cabeza. —No me lo vas a creer pero solo hay una persona que sabe como detener la maldición. —¿Y quién es? —Tú, Daem, solo tú tienes la respuesta, pues Dharani te la dio antes de morir a manos de su esposo, el dios de la destrucción. —Debes estar jodiendome. ¿Quién se supone que es ese maldito dios de la destrucción? –cuestiono molesto. Él cierra los ojos y hace sonidos con su garganta, es algo tétrico. —Su nombre entonces era Amadeus Relish, conocido ahora como Abraham Miller. Mierda, ese maldito cara de fideo me las va a pagar y esta vez será él quien no recuerde nada de nada.
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