—No quiero que le hables así, es mi papá. Si le vuelves a hablar así, ya no serás mi abuela.
Desee que no dijera eso, pero era una niña consentida que estaba ligada por el corazón hacia Peter, lo defendería con uñas y dientes sin saber que sus palabras inocentes provocarían un terrible daño.
—Está bien, pequeña— le dijo mi dueña con ternura— no volveré a hablarle así ¿De acuerdo?
—Si— le respondió Penny saltando de la silla, cerrando un trato sin valor con su abuela con un abrazo. Pero la señora le dirigió una mirada amenazante a Peter, el palideció, ya sabía lo que le esperaba.
—Peter— dijo la señora— limpia este desastre y que todos terminen sus deberes. Saldré con mi nieta a dar un paseo no tardaremos mucho. Cuando volvamos, quisiera hablar sobre este asunto contigo.
—Sí señora, como usted desee
Vi mi plato medio lleno, este pequeño inconveniente había dejado a todos sin cena. Pero lo que me preocupaba era Peter, era cierto que casi siempre se salía con la suya, pero cuando Penny estaba en medio de sus altercados las cosas eran diferentes y todo se salía de control.
—Annelie y Francis, ustedes vienen conmigo.
—Si señora—respondimos sin demora.
Cinco minutos más tarde salimos del lugar dejándole la limpieza a los demás, ahora debíamos seguirla, obedientes, cuidando que nada hiciera enfadar una vez más a mi dueña, pero bien sabíamos que la única molestia que ahora perturbaba la mente de la Señora Marie era no poder castigar a Peter como lo merecía a causa de su nieta. Pero eso no era un problema una vez que Penny se quedara dormida.
Al salir del edificio pude contemplar el firmamento, podían divisarse hermosos astros que adornaban la noche oscura y acompañaban a la luna. Pocas veces vi un cielo nocturno tan claro en el reino de donde provengo, la luna nunca brilla y las estrellas nunca aparecen porque las oculta una bruma espesa, dicen que Enid ya no es bendecido por el cielo, la lluvia es escasa y las cosechas pocas, hay muchos esclavos hambrientos y pocos amos que puedan alimentarlos. Enid se ha convertido en un paraje donde solo los corruptos moran y los pobres mueren junto con los esclavos. Nosotros somos fantasmas que de vez en cuando visitan esas tierras desoladas, donde nada crece y todo muere, porque de allí somos y porque debemos pagar impuestos excesivos que nos permitan viajar, por eso al mirar, no solo el cielo, sino todo alrededor, en este reino lleno de vida, me conmociono y también me aterro, porque este lugar es diferente a todo lo que conozco, aquí no parece haber oscuridad, pero por mucho que viajemos la oscuridad siempre nos persigue, está a nuestro lado y trabajamos para ella. Mi oscuridad es la persona que me compro.
Caminamos algunas calles hasta llegar a un establecimiento donde ofrecían pastelillos y algunas bebidas calientes. Penny fue seducida por el aroma de los postres y su agradable apariencia, se comió cuatro pastelillos y un vaso de chocolate caliente, eso basto para que la niña sucumbiera ante el cansancio y la sensación de tener el estómago lleno. Francis la cargo y la llevo en sus brazos de vuelta hasta nuestro hogar temporal. Pero antes de cruzar la puerta la señora me detuvo.
—Annelie— me dijo en un tono serio— prepara todo, enseguida bajaremos.
Cerré mis puños dejando que mis uñas lastimaran la piel solo para desquitar mi ira. Di la vuelta y fui hacia ese lugar oscuro, donde guardaban todos sus juguetes perversos. Mientras caminaba hacia ese lugar, ore, en silencio, pidiéndole al cielo que el castigo de Peter fuese rápido y lo menos doloroso posible, pero aquella hazaña no estaba en mis manos, sino de la persona que lo castigaría. Baje al primer piso y salí hacia el patio cruzando el pequeño jardín, continúe por un pasillo que llevaba hacia otro lado del sótano. Ahí estaba un hombre que resguardaba una puerta negra que tenía escrito en una placa salón de castigos, le dije que mi dueña solicitaba el uso del salón para corregir a uno de sus esclavos y el hombre me otorgo el paso, me apresure a preparar los instrumentos que usualmente a la señora le gustaba utilizar, con lágrimas en los ojos coloque las cadenas en su sitio y los grilletes con los que atarían a Peter.
—¿Tú serás la castigada?— me pregunto el hombre. Negué con la cabeza porque mi voz no pudo hacerlo— ¿Entonces porque lloras? Deberías alegrarte de que ese castigo no sea para ti.
No podía alegrarme del sufrimiento ajeno, mucho menos del de Peter. Pero no quería que me viera llorar, mi debilidad también podría ser la suya. No había nadie más así que podía darme ese lujo, llorar y aquel hombre no me delataría porque el también tenía la marca de la esclavitud. Limpie mis lágrimas y una vez que todo estaba en su sitio me apresure a salir de ahí.
—Debes querer mucho a quién será castigado para atreverte a llorar de esa manera, si tu dueño te ve tendrás problemas jovencita.
—Esa persona vale mis lágrimas—expresé aún con la congestión nasal amenazándome con delatarme.
—Eres valiente niña, pero esa valentía te llevara por un camino que no deberías seguir, te llevara a la perdición. Como un favor entre esclavos te prometo no fracturar ningún hueso, pero tendré que provocar algunas laceraciones para tu dueño no se percate de mi consideración. ¿De acuerdo?
Asentí, quizás por instinto de supervivencia, porque desee que no lo lastimaran, pero en un rincón de mis pensamientos había una idea extraña, pensé: “No debería pedir clemencia, debería exigir libertad”
Aguarde en la puerta junto con el otro esclavo hasta que logre ver que Francis, la señora Marie y Peter se acercaba al salón. Al aproximarse a mí logré ver a Peter más de detalladamente, tenía la mejilla enrojecida y la camisa rota del cuello, había recibido una pequeña paliza de la señora, pero lo que venía sería mucho peor. Mis pensamientos me traicionaron al divisar la imagen de un Peter lastimado al punto de no poder moverse, esa escena hipotética me debilito al punto de volver a derramar una lágrima, pero inmediatamente la limpie; sin embargo, al levantar la vista, la mirada de Peter estaba ahí como siempre, observándome, pero su mirar fue suave, triste pero a la vez satisfecho. Algo en su mirar me tranquilizo, supe que enfrentaría su castigo con la frente en alto, que lo soportaría.
—El salón está preparado, Madame— le anuncio el esclavo— Adelante.
—Bien— expreso mi dueña con regocijo— he traído a otro de mis esclavos para apoyar en el castigo si hace falta, el puede pasar, ella no.
—Como guste, Madame.
—Annelie, tu espera aquí, curaras su heridas cuando esto termine.
—Si señora.
Mantuve la mirada firme, dándole ánimos para no desfallecer pero una vez lo que vi entrar y la puerta se cerró. Mi corazón me golpeo hasta el alma y de nuevo en mi mente se encontraba esa voz que me reclamaba y me culpaba por no detener su sufrimiento, pero no podía hacerlo, yo no tenía el poder para detenerlos, me quede ahí, esperando a que el castigo terminara y poder por primera vez ayudarlo.
Deje de llorar después de la primera hora, regrese a nuestra residencia dispuesta a buscar las hierbas curativas que guardábamos de la señora. Pero al entrar me encontré con una Dalia inconsolable. Lloraba amargamente por el castigo de Peter pero lo hacía en silencio para no despertar a Penny.
—¿Qué te pasa?— le cuestione enseguida apresurándome a levantarla del suelo de nuestra habitación— No puedes hacer esto, te castigaran si te ve la señora.
—Sabes al igual que yo que Peter no merecía ser castigado.
—Lo sé, pero escuchaste porque lo hace la señora, él tiene más poder que ella en Penny y solo desea desquitarse.
— ¡No!— murmuro— es por ti, cuando se fueron me lo dijo. Te defendió de la señora, porque quiere de demores las lecciones de violín pero Peter dijo que sería imposible. No lo entiendo ¿Por qué sería difícil?
—Te los explicare después, ahora debo irme, la señora cree que estoy afuera esperando a que salgan, debo encargarme de sus heridas.
—Entonces dejare las hierbas preparadas, por favor ayúdalo.— me suplico pero no era necesario, yo deseaba más que nada que su suplicio terminara y poder asistirlo. Debía prepararme mentalmente para eso, seria frustrante ver a Peter herido.
Volví jadeando a mi puesto afuera del salón de castigos, aun no había señales de que fueran a salir pronto pero después de otra hora la puerta se abrió y la señora Marie salio riendo a carcajadas. Me ignoro cuando paso frente a mí, se fue hacia la residencia en el quinto piso y pocos minutos después, Francis trataba de subir las escaleras con el cuerpo de Peter a su lado tambaleándose, sin poder encontrar estabilidad en las piernas. Vi las heridas, vi la sangre en su cuerpo. Habían desgarrado su camisa dejando al descubierto su dorso y pecho, baje sin pensarlo dos veces, Francis podía caer y Peter con el si no le ayudaba enseguida. Baje y sujete a Peter, puse su brazo por encima de mi hombro y entre Francis y yo comenzamos a subir peldaño por peldaño.
—Ya no tendrás que sufrir— murmuro Peter al borde de la inconsciencia, estaba alucinando— cuando seas mi esposa no tendrás que pasar por esto, serás libre, lo prometo.
Francis y yo nos miramos uno al otro, se suponía que yo no sabía nada al respecto de aquella declaración, así que fingí no saber nada y continúe subiendo. Francis me siguió hasta que llegamos al umbral de la puerta.
—Annelie. Te prometo que no tendrás que sufrir un día más, lo prometo.