—Recuéstenlo con mucho cuidado— indico Dalia, su mirada lo demostraba, estaba preocupada por él. Peter dejó escapar un grito ahogado al momento de tocar la cama
No era la primera vez que ayudaba a trasladar el cuerpo de uno de los esclavos de la señora, tenía la experiencia suficiente para soportar ver sangre e incluso tratar algunos huesos rotos. Entre Dalia y yo nos ocupamos diligentemente de limpiar y desinfectar las heridas con los tónicos que había preparado mientras que Francis solo observaba apoyando sus codos sobre las rodillas, mirando ocasionalmente el cuerpo de su amigo. Tal y como lo había prometido aquel hombre, no halle ningún hueso roto, pero las heridas eran varias y aunque por ahora no era importante, no tenía idea de lo que le diríamos a Penny cuando viera a su padre en tal estado.
—Yo me quedaré a vigilarlo— sugirió Dalia aún angustiada por él; sin embargo, aquello no era una buena idea. La señora podría reprenderla si la llegaba a ver en la habitación de un hombre.
—Lo haré yo o los tres tendremos problemas mañana— advirtió Francis acomodando una silla justo a un lado de la cama de Peter.
—Entonces te ayudaré a recoger todo esto antes de irme— insistió Dalia con el afán de quedarse un poco más
—No te preocupes por eso, lo haré yo, ya es muy tarde y podrían tener problemas si la señora nos encuentra
—Muy bien— expresó Dalia después de unos segundos, no muy satisfecha—vigílalo y no lo dejes solo por favor.
—No te preocupes, lo cuidaré bien—le aseguro Francis para tranquilizar su preocupación— ¿Rose, puedo hablar contigo?
—Si—dije dudosa. Mire a Dalia de reojo esperando que ella dijera algo, pero la encontré observando a Peter, él dormía, todo gracias a un té qué Dalia le había preparado.
—Iré a la habitación en un momento—le avisé a Dalia; sin embargo, su respuesta solo fue una sonrisa forzada, triste y melancólica.
Se despidió y se fue. Francis parecía extraño, pensativo, un comportamiento impropio de él, salimos de la habitación de Peter para ir a la pequeña habitación que utilizábamos de comedor donde había una mesa vieja de madera con seis sillas qué estaban en las mismas condiciones, tomó asiento y me señalo una silla del otro lado para poder conversar frente a frente, tal seriedad me preocupo bastante, supuse que deseaba contarme como había sido la tortura de Peter.
—¿Rose te gustaría ser libre?— cuestionó. Su pregunta me causó duda y confusión.
—Por supuesto, como todos.
—¿Y qué me dirías si hay una probabilidad de que la tengas en poco tiempo?
—Francis, sabes bien que ya no puedo obtenerla, al menos no en este reino—dije recordándole mi mala suerte.
—No me refiero a eso Rose. No sé si Dalia te lo ha dicho ya, pero Peter tiene planes para su futuro, contigo. Uno de ellos, es pagar por tu libertad— mantuve la mirada fija sobre los ojos verdes de Francis, era sincero, lo conocía. No podría decirme mentiras, no era parte de él y mucho menos jugaría con algo como eso.
—¿Qué estás diciendo? ¿Cómo qué pagar por mi libertad?—cuestione enseguida—Peter no tiene dinero para pagarla.
—Rose has sido como mi hermana todos estos años y tanto Dalia como yo solo queremos lo mejor para ti, tal vez tú puedas tener lo que nosotros no. Peter planeaba pedir tu mano en matrimonio a nuestra dueña cuando regresáramos a Enid- admitió desviando la vista de mí, aquel asunto era tan penoso tanto para él como para mí, aunque Francis me había revelado algo sin querer, algo que ni el mismo se había percatado, Peter no confió en que yo obtendría mi libertad, noticia que me decepciono e hirió profundamente.
—¿Planeaba?—cuestione enseguida al comprender que algo en sus planes había cambiado.
—Debido a tu servicio en el palacio de este reino, todo lo que planeaba hacer ha cambiado.
—Francis, tú y Dalia también son como mis hermanos, pero ¿casarme?—cuestione dudosa, insegura de seguir su consejo, qué aunque lo hacían con la mejor intención no era algo que yo deseara en lo absoluto.
—Peter no es un mal hombre, es mi amigo, lo conozco de toda la vida. Él siente algo por ti Rose, al punto de pagar por ti, por tu libertad.
Lo sabía perfectamente bien, Peter era un buen prospecto de hombre para una esclava, había buscado su propio camino para sobrevivir y lo había encontrado, abriéndose puertas no solo con nuestra dueña, sino que también era un esclavo muy conocido en Enid y otros reinos como sastre. Si lo deseara conseguiría una mejor vida buscando otro dueño y con el talento qué tiene lo conseguiría fácilmente. Pero yo no podía imaginarme a su lado y no quería conformarme solo con eso, yo buscaba otra cosa, pero su consejo iba más allá de eso, parecía más una exigencia.
—Ese es el punto— murmuré un poco molesta con la insistencia qué tanto Dalia como Francis tenía respecto al tema—Piensa pagar por mí, pero y que hay del amor, yo no estoy enamorada.
Torció la boca y enderezó el cuerpo de la posición relajada en la que se encontraba.
—Rose, sé que te molesta que no pidan tu opinión cuando es de tu vida, de la que se está hablando, pero piénsalo bien, sé razonable, ¿Qué esclavo podría ofrecerte lo que Peter desea darte?
—Él también es un esclavo, igual que tú y yo— me queje. No supe en qué momento mi lágrimas comenzaron a evidenciar la impotencia de tener que olvidarme del único sentimiento que no considere prohibido y tener que casarme por obligación y no por amor.
—Peter es diferente, lo sabes, un superviviente, ha encontrado la forma de ganar dinero a escondidas de la señora todos estos años, uno que busca el bien de todos y no solo el suyo—se levantó de su asiento y se aproximó a mí arrodillándose a mi lado, me miro a los ojos melancólico—No llores, no te voy a obligar a nada que tú no quieras, pero Peter ha hablado con todos nosotros, nos ha explicado lo que tiene en mente y tu matrimonio con él podría salvarnos a todos de la esclavitud.
—¿Cómo?—logre decir, mi pecho estaba siendo oprimido por un peso enorme, las vidas de mis amigos y su libertad.
—Yo no debería decirte, es Peter quien debe hacerlo.
—Tú y Dalia me piden que me case con él, pero no me dan los motivos para hacerlo. Por favor, explícame— supliqué. Debia saber lo que Peter planeaba, lo que les había dicho. Necesitaba respuestas.
—Asesinará a la señora Marie—expresó sereno, firme, confiado. Mis lágrimas cesaron y un escalofrío me recorrió el cuerpo. Peter no lo haría, él no es así, pero al mirar a Francis a los ojos no pude hallar ni un rastro de falsedad. Todo era verdad.
Automáticamente, mire a mi alrededor, nerviosa de que la señora anduviera por ahí y escuchara nuestra conversación.
—No, no puede ser cierto. Si alguien descubre esto, nos matarán a todos.
—Lo sabemos muy bien, pero no podemos seguir siendo esclavos, ya no podemos.
—Soy esclava—admití con dolor—sé lo que sienten, pero no podemos llegar a ese extremo, seremos peor que ellos.
—Habla con Peter, sé que suena peor de lo que es, pero es todo lo contrario.
Un pequeño ruido a la distancia me sobresalto ocasionando que me levantara de golpe y mi silla cayera hacia atrás, Francis se reincorporó, pero el miedo de ser descubiertos a mitad de la noche paralizó nuestros cuerpos, nos miramos y luego dirigimos la vista hacia el pasillo qué conducía hacia la habitación de la señora, el ruido fue estrepitoso y la probabilidad de haberla despertado era alta, pero después de varios segundos esperando nada sucedió.
—Ve a dormir, yo me haré cargo de todo—ordenó. Aquello me pareció una buena idea, hablar aquí era demasiado riesgoso. Me fui a la cama, pero no pude dormir, mis pensamientos giraban una y otra vez en mi mente, la señora Marie sería asesinada por Peter, sonaba extraño, sonaba loco y sí, era una completa locura qué no podía creer hasta escucharlo de sus labios, no sabía ni el día ni la hora, pero si sabía que todo comenzaría una vez que me casara con él, sería una revolución ¿Pero a qué costo?
Al siguiente día, Penny hizo todo un escándalo por la apariencia de su padre, tal vez curamos sus heridas, pero no podíamos desvanecer la hinchazón y los moretones en su rostro, se quejó con nosotros y con su abuela. La explicación qué le habíamos inventado fue qué Peter había salido por unos encargos ya muy tarde y algunos hombres ebrios lo golpearon por gusto, por obvias razones, Peter, qué era un esclavo, no pudo defenderse y nosotros solo pudimos atenderlo cuando regresó.
La señora Marie cambió algunos corazones de plata y los siguientes dos días se dedicó a gastar ese dinero en lujos, que según ella se merecía después de tantos años de trabajo. Dalia estuvo molesta con la señora después de escucharla decir eso, ese dinero lo había ganado yo y esa era su molestia, con esas ganancias pude haber comprado mi libertad, la de Dalia y hasta la de Peter o Francis, pero en vez de eso, solo la observábamos mientras compraba perfumes extravagantes y vestidos de diseño exclusivo para Penny, la fortuna qué valían los corazones de plata no se terminaron en eso, pero era frustrante quedarse callado y sin hacer nada mientras alguien más gozaba de la recompensa de nuestros esfuerzos.