BALTAZAR...
La observo frente a mí y poco a poco mi enojo va disminuyendo. Verla abrazada a su ex novio quien la observaba con adoración despertó los celos que jamás había sentido por ninguna otra mujer. No quiero que nadie la abrace, que nadie le hable y ha de ser posible que nadie la mire. Ella es mía y eso nadie lo va a cambiar. Anelis Allen, esa hermosa pelirroja que me enamoro desde el primer momento en que la vi. Durante mi vida he visto mujeres hermosas, pero ninguna como mi esposa. Me hechizo por completo, aquel día en el estudio de su padre supe que sería mía y ahora lo es. No importa cómo lo haya conseguido. Verla sentada frente a mí, con dos anillos en su dedo que confirman ante el mundo que tiene dueño y ese soy yo, es más que suficiente para estar tranquilo.
- ¿te gustaría algo en especial para la casa? – la sensualidad de su voz me saca de mis pensamientos.
- Ya hice mi aporte – respondo sonriendo y ella me observa curiosa – elegí la casa – miento, porque esa casa la eligió ella sin saberlo. Es la casa de sus sueños.
- ¿Entones no te importara lo que elija? – pregunta divertida
- No, por mí lo que elijas estará bien – ella rueda los ojos mientras sonríe y yo me enamoro más de ella. Lograre enamorarte, lo juro.
Pásamos el resto del almuerzo en un silencio soportable. Ni cómodo, ni incómodo. Ella parece perdida en sus pensamientos y yo no la presiono. Quiero darle tiempo, espacio para que se haga a la idea de lo que pasa. Saco mi celular y le envió un mensaje a Johana mi asistente personal, pidiéndole lo que necesito e indicando la hora en qué lo necesito. Estoy seguro que eso la hará muy feliz.
- Debo volver con Axel – mi esposa me saca de mis pensamientos.
- Por supuesto – digo pidiendo la cuenta. – sabes que puedes elegir lo que quieras, no importa el costo de ello. – tomo su mano y como cada vez que lo hago siento como la piel se me eriza.
- Ya lo sabía – responde con una sonrisa iluminándome la vida. Nos ponemos de pie y la rodeo de la cintura con mi brazo pegándola a mi mientras caminamos hasta el auto donde espera Tiago por ella.
- Tiago será tu chofer mientras sacamos tiempo para ir por el auto que quieras – ella niega con la cabeza y yo tomo su mentón para que me observe a los ojos – nos vemos esta noche – digo besándola suavemente.
La veo subir al auto y me quedo ahí de pie observando el auto hasta que se pierde de mi vista. Con una enorme sonrisa en mi rostro camino hacia mi auto para ir a la empresa. Pero antes de llegar a él escuchó a mi espalda.
- Ella no te ama – me vuelvo a ver de quien se trata y me encuentro con la mirada cargada de enojo de David. – ella me ama y no sé cómo conseguiste que se casara contigo, pero eso no me importa ya que lograre que ella regrese a mí.
- Sigue soñando – digo furioso por lo que acabo de escuchar – Anelis es mi esposa y la amo demasiado como para permitir que se parte de mi lado.
- La amas, pero ella a ti no – siento esas palabras como un duro golpe – pude ver en sus ojos que ella aun me ama y te juro que luchare porque ella vuelva a mí.
- Inténtalo y conocerás de lo Baltazar Rochester es capaz – digo acercándome a él de forma amenazadora – te destruiré a tal punto que te arrepentirás hasta de haberla visto por primera vez.
Sin más me doy la vuelta y continúo mi camino hasta mi auto. Al subirme conduzco como un loco a la empresa. Tengo un humor de perros y mis empleados perecen notarlo porque se hacen a un lado a cada paso que doy. Me subo al ascensor e ingreso el código de acceso. Las palabras de ese imbécil vienen a mi mente logrando que mi mal humor aumente hasta el punto de que estampó un puñetazo contra una de las paredes del ascensor. Cuando las puertas se abren veo que Johana se encuentra esperándome como siempre, aunque algo en su expresión me dice que algo pasa.
- ¿Qué ocurre? – gruñó caminando hasta mi oficina.
- Señor, la señorita Kendra lo espera en su oficina – me informa justo en el momento que abro la puerta. Verla sentada en mi silla como si fuera la puta dueña de la empresa me enfurece aún más.
- Vete – le digo a mi asistente llamando la atención de Kendra.
- ¡SORPRESA!!! – dice sonriendo de forma coqueta.
- ¿Qué haces aquí? – preguntó molesto acercándome al escritorio.
- Huy, pero que genio – dice divertida mientras sus ojos grises se clavan en los míos.
Kendra Smith hija de un importante empresario con el que hice negocios, pero quien dejó los negocios en manos de su hija después de que ella y yo tuviéramos sexo. Ellos tienen la esperanza de que yo me case con ella, pero nada más lejos de la realidad.
- ¿Qué quieres? – digo levantándola de mi silla bruscamente.
- Hoy viendo en el periódico hubo una noticia que llamo mi atención – percibo enojo en su voz.
- Sea lo que sea no me interesa, ahora si me disculpa tengo mucho trabajo que hacer – digo molesto mirando mi computador.
- ¿Cuándo pensabas decirme que casaste con esa mocosa? – es la gota que derramó el vaso.
- ¿y de cuando acá yo tengo que darte explicaciones? – la observó desafiante – la próxima vez que te refieras a mi esposa, te aconsejo que lo hagas con muchísimo respeto – veo el odio en su mirada al escuchar mis palabras. – tú y yo solo tenemos negocios, nunca hemos tenido nada. Que te dejes follar de vez en cuando no te da derecho a a opinar o no sobre mi vida. – centro mi atención de nuevo en mi portátil – ahora vete, que no estoy de humor para aguantar tus berrinches.
- Eres un imbécil – no sé por qué esa palabra me molesta viniendo de Kendall, pero en mi esposa se escucha tan tierna y sexy – te arrepentirás de haberte casado con esa mocosa – la ira me inunda el cuerpo, de un salto me pongo de me golpeando la mesa haciéndola sobresaltar.
- Recuerda que la vida que tienes y la de tu familia depende de los negocios de tu padre conmigo – digo y ella se pone pálida – te vuelves a referir en esos términos a mi esposa y rompo todos los negocios que tengo con tu padre. Hazlo y veremos cuál de los dos saldrá más arrepentido – ella me observa aterra y enojada - ¿entendido? – preguntó desafiante – ahora vete, que no estoy de humor para soportarte. – ella se da la vuelta para salir de la oficina dando un portazo. Jamás permitiré que nadie le falte el respeto a mi esposa y mucho menos que esto afecte mi matrimonio.