Grandes llamas de fuego se esparcían por el lugar, dejando que mi sistema se dejara manipular por el miedo, la debilidad y el sufrimiento. No hubo consuelo. Solo el eco de gritos rotos y el sabor metálico del dolor tragado en silencio.
No me hicieron arder de amor y pasión como en los cuentos de hadas.
Me hicieron arder de odio y rencor, como a cualquier villano en la historia.
Pero yo no nací para ser un monstruo.
Me convirtieron en uno.
Fui moldeado a golpes, entre traiciones disfrazadas de afecto y promesas vacías. Fui el experimento, el blanco, el peón. Un niño sin nombre en un mundo de dioses que juegan con la vida como si fuera barro.
Al hacerme tu víctima, también me haces tu enemigo.
Y a los enemigos, no se les perdona. Se les arranca el alma.
Ellos se metieron conmigo.
No yo con ellos.
Ellos vinieron a mí.
No yo a ellos.
Me despojaron de todo: identidad, dignidad, humanidad.
Y cuando creyeron que ya no quedaba nada… desperté.
Mi nombre es Draven.
Hijo de la guerra. Nacido del experimento.
Forjado entre ruinas y criado por el caos.
El mundo que me creó ahora tiembla al pronunciar mi nombre.
Porque ya no soy su error.
Soy su castigo.
Catástrofe es mi destino.
Y ahora todos ellos son míos.
Uno por uno… caerán.
Y yo estaré ahí para verlos arder.