Rivalidad

1915 Words
Decir que tomaría la revancha por todo lo que mis hermanos me hicieron fue fácil, elaborar un plan para lograrlo, no tanto. Jorge dejó el país, abandonó el proyecto en el que trabajó un año y lo último que supe fue que usó su dinero para garantizar una inversión en una empresa extranjera, volver a verlo no iba a ser tan simple, y Sarah, era muy astuta. – Una cláusula de permanencia – así decía el contrato, nuestra relación iba a ser codependiente, yo sería la socia mayoritaria, a cambio, Sarah continuaría siendo la directora general, básicamente, yo no podía removerla de su puesto. Y no planeaba hacerlo, toda mi venganza perdía sentido si ella era despedida, algo así sería lo más ridículo que podría hacer, pero lo que me molestó, fue que ella lo pusiera por escrito, aparte, había una cláusula que limitaba mi poder de decisión. – Yo estoy pagando para que ella tenga su tienda y esto es lo que me devuelve. Víctor también revisó el contrato – ella no sabe que tú eres la que está detrás de la inversión. Desde su perspectiva, un completo desconocido intenta apropiarse de su proyecto, podrías ser un pervertido, un traficante, o algo peor. Ridículo, lo sé. – Ella no pone las condiciones, yo las pongo – perdí la paciencia – dile que necesitamos tiempo para pensarlo, iré a averiguar qué está pasando con ella – tomé mi bolso. Le envíe un mensaje a mi mamá y ella respondió con la dirección del hotel en el que se estaba hospedando, sabía que mis padres se habían divorciado, pero verla viviendo en esa habitación de color beige con una piscina y toallas blancas decoradas con el emblema del hotel me hizo entender, que ya no éramos una familia. – Supe que compraste una residencia, sabia elección – dijo mi madre, vestida con un traje de baño y sentada en una silla reclinable junto a la piscina – ahora tu padre tiene esa gran mansión para él solo, le sienta bien. Me senté en la silla que estaba libre y acomodé la toalla – ¿dónde están viviendo mis hermanos? – No me hables de ese par de malagradecidos, tu hermano vino aquí a preguntarme por la identidad de su verdadero padre, no estuvo de acuerdo en ayudarme con el divorcio, solo lanzaba acusaciones. Le di un nombre y él se fue. Fui rápida en autocompadecerme por tener un padre que me ignoró toda la vida, pero no imaginé cómo se sentían mis hermanos tras descubrir que todo en su vida, fue una mentira. Odio la empatía, en mi opinión, es el sentimiento más inútil que ha experimentado el ser humano. – ¿Gustas? – me ofreció una copa. – Sí, ¿y Sarah?, ¿sabes algo de ella? Mientras me servía, mi madre se quitó los lentes para voltear a verme – tienes que dejar esa estúpida rivalidad que tienes con tu hermana, la está pasando muy mal. – ¡Cuál rivalidad!, cuando yo nací ya le habían dado la corona, la hija favorita de todos, la inteligente, la creativa, por eso la llamaste, “princesa” – Y a ti te nombramos “Reina” – Eso fue una historia muy diferente – tomé la copa. Mi madre resopló – no uses esta información en su contra, o estaré muy molesta contigo. Su compromiso se canceló, el prometido del que nos habló en navidad, no resistió lo que pasó y se fue, los socios que firmaron con ella la demandaron, pagó mucho dinero en multas por incumplimiento de contrato, solicitó un préstamo y ahora está viviendo en una vecindad. Le ofrecí quedarse aquí conmigo, pero no estuvo de acuerdo. No lo imaginé, sabía que tenía problemas, pero no creí que llegara a tanto. – Si iba a resultar así, que bueno que no se casó – le di un sorbo a la bebida que me dio mi madre – no planeo molestarla, ella es la que se pasa de orgullosa, nunca hubiera imaginado que no es hija de papá, es idéntica a él. – ¡Lo sé! – exclamó mi madre – los tres son exactamente iguales, orgullosos, testarudos e incapaces de disculparse. Ninguno tuvo la decencia de preguntar mi versión de los hechos, actúan como si yo tuviera la culpa de todo lo que pasó. – Si nos hubieras dicho la verdad antes, no habríamos tenido que descubrirlo en la lectura del testamento. – ¡Tú también vas a juzgarme! – De acuerdo – dejé la bebida sobre la mesa y me levanté para ir al minibar y rebajarla con jugo – ¿cuál es tu versión? Ella también tomó un poco de jugo – hice lo que pude con lo que tenía, el negocio del modelaje es cruel, tu edad se triplica, no importa lo que hagas, tienes una pequeña ventana de oportunidad, la usas o desapareces. Yo no quería ser modelo de lencería, fue lo que conseguí. Tu padre estaba en un viaje de negocios, iba a contratar a una modelo para una sesión de maquillaje y yo quería ese puesto, así que le pedí ayuda a mi agente. Éll me dio la dirección, yo fui a un bar, me encontré con tu papá y le ofrecí una copa. – Por favor no des detalles íntimos. – No actúes como una mojigata, como decía, me reuní con él en una habitación privada, pensé que sería como muchos otros, mantuve su copa llena y él me trató como a una psicóloga, me habló de los conflictos en su familia, la forma en que tu abuelo trataba a la abuela y su frustración por no poder ayudarla, la responsabilidad que tenía sobre sus hombros, el inútil de su hermano y lo que más le dolía, tener que ser él quien destruyera los sueños de su hermana, porque no iban a dejar que se casará con un empleado. Fue anticlimático, fui allí pensando que vería a un frío empresario, me pediría que me pudiera de rodillas, me daría el trabajo y eso sería todo. – Sin detalles – supliqué. – Como quieras, me sorprendió ver a un hombre vulnerable, pequeño, emocionalmente hablando. Instintivamente, me tapé los oídos, ella bebía con calma. – Le di el servicio completo, él estaba tan ebrio, prometió que me pediría matrimonio en cuanto terminará los asuntos que tenía pendientes y olvidó darme el maldito trabajo de publicidad, ¿qué hubieras hecho si estuvieras en mi lugar?, ¡creerle!, todos sabíamos que estaba comprometido, iba a casarse con una barbie. Es como el jefe casado que te jura que va a divorciarse para que abras las piernas, no iba a permanecer casta y pura, por una ridícula promesa. A los dos meses volvió, me pidió matrimonio, nos casamos, tus hermanos nacieron y conforme crecían, noté cierto parecido con uno de mis antiguos novios, tenía la sospecha, acepté que tuviéramos otra hija y cuando tú naciste, entendí que Sarah y Jorge no venían de Loki. – ¡Loki! – Es el nombre del amiguito de tu padre, ya sabes, el dios de las travesuras. – ¡Mamá! Cerré los ojos tratando de convertir ese momento en un recuerdo reprimido, obviamente no lo logré. – No lo engañé a conciencia y cuando descubrí la verdad no quise romperle el corazón, si no hubiera sido por ese maldito anciano, nosotros seguiríamos siendo una familia feliz. En las relaciones, lo que importa no es la honestidad. Y ese fue el consejo de mi madre – ¿cuánto pagas por noche en este lugar? – Demasiado, solo podré quedarme tres días, después de eso buscaré a dónde mudarme, pero no importa, estaré bien – me sonrió. – ¿Por qué? – Tu padre aún me ama, lo noté en la reunión con los abogados, créeme, volverá a mí de rodillas, suplicando que vuelva con él, ¡lo verás! Entendí por qué se veía tan relajada, y tan diferente de mi padre, que sufría por todo lo que pasó, ella tenía un plan y mucha confianza en sí misma. Secretamente, sentí envidia. También, quedé traumada con el asunto del dios de las travesuras, pero fue una buena visita y aprendí algo de mi hermana que habría deseado no saber. Víctor estaba durmiendo cuando volví, tuve que quedarme un par de horas más en el hotel, no podía conducir justo después de tomar alcohol – despierta. Víctor se movió ligeramente y abrió los ojos – ¿cómo te fue? – Sarah no tiene más inversionistas, el dinero que puso para la tienda fue un préstamo, está en serios problemas económicos. Significa que esta cláusula la agregó por orgullo, la tienda es todo lo que le queda, si la pierde, no podrá pagar sus deudas. Es todo o nada. Dile que acepto la cláusula de permanencia, pero la cláusula de limitación, vamos a renegociarla. Sentí empatía por Sarah, si fuera yo estaría recostada sobre la cama, envuelta entre cobijas, escuchando “lose you to love me”, hasta que mis ojos se hincharan. Pero seguía siendo mi muy odiada hermana. Creí que ella era mi mayor problema. Tres días después, en la fecha en que mamá se mudó del hotel, recibí su llamada. – Algo pasó, ¿cierto? – ¿Cómo qué? – No finjas, viniste a verme después de toda la basura que me dijiste el día del funeral y ahora, una de mis viejas amigas me llama para concretar una cita a ciegas entre tú y su hijo, algo pasó y no me lo quieres decir. Me sentí molesta y frustrada – cancélala. – Tarde, ya les dije que sí, nos veremos en Obsidiana hoy a las siete, lleva lencería fina y una falda, debemos sacarle ventaja a tu trasero. Vi una fotografía del prospecto y es muy apuesto. – Mamá, no voy a ir a esa cita. – ¿Por qué?, ¿tienes otros planes?, algún novio del que no me hayas hablado. – No – dolorosamente. – Perfecto, no llegues tarde. – Mamá, de verdad, tuve un mal día, no quiero ir a una cita a ciegas. – Cariño, siempre has ido conmigo, ¿te sucede algo? Quise decirle que nunca lo disfruté, o que una parte de mí se rompía cada vez que me trataba como a un producto en venta, pero, sin importar cuánto doliera, yo siempre estoy a su lado. ¿por qué?, bueno, ella es mi mamá, la única persona en mi familia, ¿qué otra cosa se supone que debería hacer? – Estaré ahí. – Muy bien, te veo más tarde. Elegí un vestido de color verde, una gargantilla de plata, fui a la estética para que arreglaran mi cabello y tomé un bolso pequeño, conduje hasta el restaurante, le envíe un mensaje a mi mamá y ella me respondió con el número 15 No era nuestra habitación acostumbrada, esperé a que abrieran la puerta, entré y vi a mi madre, sentada junto a una mujer de piel muy clara, maquillaje excesivo y a su lado, un hombre de rostro alargado con un traje azul giró la vista hacia mí. Mi piel se erizó. – Regina, ahí estás, deja que te presente, Celeste, ella es mi hija Regina, cariño, él es Antonio Evans, es hijo de una de mis mejores amigas. Él se levantó, el hombre que chocó conmigo y a quien Leo llamó “peligroso”, extendió la mano para tomar la mía. – Gusto en conocerte.
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