Contrato de matrimonio Parte 2

1853 Words
La primera reacción de Leo, fue de incredulidad, no lo culpo, soy la más sorprendida. – Y, ¿cuál es tu respuesta? – ¿A tu repentina propuesta de matrimonio?, no, sin ver el anillo – bromeó conmigo y sonrió. – Fue real, mi abuelo es muy anticuado, juraría que creció en el siglo XIX, no en el XX, y dejó una pequeña cláusula en su testamento estipulando que sus herederos, deben continuar con el linaje. En serio, ¿quién en este siglo usa esa palabra? – Mi tío Iván planea demandarme, argumentando que no tengo intenciones de tener una familia, por eso mi mamá arregló una cita a ciegas, está buscando al pretendiente correcto, mi papá es diferente, a él no le importa con quién me case mientras lo haga y para evitar la presión, pensé en ti, mi plan era pedirte que trabajaras para mí, contarte el problema y sugerirte un contrato de matrimonio, a cambio de tu propio despacho. – No pueden demandarte por no estar casada. – No conoces a mi familia, aunque no puedan tocarme, “legalmente”, pueden poner mucha presión social y hacerme la vida imposible. – Creo que estoy aprendiendo cómo es tu familia, dime, ¿por qué conmigo? – No me importa casarme por contrato, puedo con eso, lo que me molesta es tener que casarme con cualquiera, quiero que sea alguien en quien pueda confiar – no le di tiempo para pensarlo, tenía miedo de que volviera a rechazarme – él no podrá tocarte si eres mi esposo, puedes usar mi nombre todo lo que quieras y hay algo muy importante que deberías tomar en cuenta, soy socia de Obsidiana – regresé por mi bolso y busqué de prisa la invitación que me dio mi padre – en unos días van a celebrar su aniversario número veinticinco, habrá una fiesta, nadie entra sin invitación y te apuesto lo que quieras a que él estaría ahí – le entregué la invitación – úsame para vengarte, yo haré lo mismo. El tiempo avanzó muy lento, Leo leyó la invitación, me miró y dudó por varios segundos, sabía que podía rechazarme, ese era su proyecto personal, su venganza, yo no estaba involucrada y me introduje a la fuerza. Esperé por varios segundos, él dio la vuelta para mirar por la ventana, se cubrió el rostro con las manos y me miró – te volviste loca. – Sabes, apuesto a que mi mamá ve a Antonio como un futuro yerno, fui un momento al baño y para cuando regresé, estaba él solo. – No lo dices en serio, no te casarías con él. – Tengo que casarme con alguien, te lo dije antes, mi familia toma turnos para golpearme porque piensan que no merezco tener la herencia del abuelo, o, supongo que mis problemas son ridículos enfrente de los tuyos. – No dije eso. – Lo pensaste, llevas semanas rechazándome, desde la primera vez que fui a buscarte a tu trabajo, y ahora sé la razón, es porque tu venganza es mucho más importante que mi drama de telenovela de bajo presupuesto. – Ok, ¿vas a dejarme responder o seguirás discutiendo? Tenía los brazos cruzados, así que me relajé, mostré mis palmas y pasé un cierre por mis labios para indicar que hablaría menos, y escucharía más. Él dijo – hagámoslo. Creí haber escuchado mal. – Haremos un contrato para casarnos. – Genial. No es por presumir, pero reaccioné excelente, no brinqué, no sonreí con demasiada efusividad, me mantuve en calma y busqué en el pequeño librero en la pared de la sala, una agenda para escribir. Leo tomó la agenda y sacó un lapicero de su bolsillo. – Duración. – Tres años – hablé rápidamente – no va a funcionar si me divorcio enseguida, mi familia tiene que creer la historia. Leo volteó a verme con mucha determinación – un año. – Dos. – Uno. – De acuerdo, un año. Jamás intentes negociar con un abogado. No escuché el sonido del lapicero, él lo mantuvo entre sus dedos, golpeó el borde de la mesa y al final dijo – contrato de duración de un año con posibilidades de renovación, como dijiste, tu familia tiene que creerlo y estaremos muy apresurados, es mejor tomar precauciones – se aclaró la garganta. Si entendí bien, significa que podríamos estar casados por más tiempo. – Asumiré que tus padres tienen un contrato prenupcial preparado para cualquiera que intente casarse contigo. Yo asentí, omití la parte en que, cada uno de ellos preparó su propio contrato, esa fue una guerra de la que prefiero no hablar. – Dejaremos ese asunto para después. Condiciones, estaremos públicamente casados, tendrá que haber cierto margen de contacto físico. Me levanté, me senté a su lado, lo abracé y de la nada, le di un beso en la mejilla, él giró la cabeza hacía mí – obvio, que habrá contacto físico, en mi familia no hay idiotas. Él tragó saliva y escribió con prisa. – Obligaciones de las partes, tú me darás tu apoyo económico y social, siempre que no cause daños a tus finanzas o a tu reputación, yo me comprometo a ser un…, buen esposo trofeo. – ¿Estás seguro de esa parte?, porque leí en un artículo que los esposos trofeo pasan todo el día en el gimnasio. – Oye – volteó a verme y acomodó su saco – no necesito tan seguido. Quería aprovechar al máximo mis oportunidades, así que toqué sus brazos – ¿seguro? – Relaciones familiares – continúo e inclinó la agenda hacia mí – anota los nombres de las personas de tu familia y cómo quieres que me relacione con ellos. Abuelo: saludarlo cortés y amablemente, cada vez que lo veas. Mamá: tomar mi mano, abrazarme y besarme, delante de ella, si es posible, darme una nalgada, responder sus llamadas y nunca hacer algo que ella te pida, sin consultarme. Papá: nunca tomes mi mano, no me abraces, no me beses y mucho menos me des nalgadas delante de él, actúa con seriedad, escucha con atención y acepta todo lo que él diga, después lo discutiremos. Sarah y Jorge: para efectos de este contrato, ambos son fantasmas, especialmente Jorge, te arrinconará con preguntas y usará las respuestas en mi contra. Tía Verónica: sé amable y acepta sus regalos, pero si es comida, no la comas. Jonathan: si él es quien trae la comida, tírala a la basura. Tío Iván: conviértete en mudo. Le entregué la agenda de vuelta y me divertí mucho con sus expresiones. – El abuelo al que te refieres es tu abuelo materno. – No. – ¡Quieres que salude a un muerto! – Sí – me levanté, tomé su mano y lo llevé escaleras arriba, al retrato de mi abuelo que adornaba la pared – abuelo, buenas noticias, voy a casarme, él es mi futuro esposo y es un abogado de divorcios. Leo resopló, acomodó su saco y saludó – mucho gusto en conocerlo. Ok, entiendo, saludar el retrato de una persona fallecida puede ser un poco, ¡fuera de lo común!, especialmente porque el abuelo me odiaba, pero fue él quien me dio una segunda oportunidad, y no, no estoy hablando de la herencia, ni de las acciones, hablo del mensaje que me dio. Lo que sentí cuando abrí esa caja de seguridad y descubrí la historia que nos ocultaba, el por qué rara vez sonreía y el resentimiento que tenía guardado, por eso, miro ese retrato y pienso en mi futuro. No viviré con arrepentimientos hasta el día de mi muerte. – Lo que escribiste sobre tu mamá… – Es totalmente cierto – respondí antes de que terminará la frase – si no estas sobre mí todo el tiempo, ella sospechará, tiene buen ojo para esos detalles, ¿alguna otra duda? – Las guardaré para después. Volvimos a la sala y Leo escribió una cláusula, si queríamos que funcionará, yo tenía que firmar dos veces, una al final de la hoja, encima de mi nombre y otra más, en esa cláusula. Decía: No reunirme con Antonio, a solas. El papel frente a mí ardía en posibilidades, tomé la pluma y sin dudarlo, firmé con mi nombre, Leo hizo lo mismo, oficialmente éramos algo más que amigos. Entre el rostro de Leo y las paredes de mi casa, me encontré con la televisión encendida y observé mi reflejo. Mi sonrisa no es dulce, tampoco inocente, muchas personas me lo han dicho a lo largo de los años, tengo la sonrisa de mi madre, giro la cabeza levemente, mis labios se curvean en un movimiento calculado y mis ojos reflejan una sutil ironía. No lo hago a propósito, no me burlo de las personas ni intento seducirlas, de hecho, soy torpe con las relaciones, nunca invité a un hombre a salir. Si los novios que tuve no hubieran hecho el primer movimiento, nada habría pasado, pero no puedo evitarlo, tengo esta sonrisa que no se lleva con mi personalidad y surge cuando menos lo deseo. Él terminó de guardar todo y dijo – arreglaré los documentos que necesitamos para el matrimonio y el divorcio. Yo me apresuré – falta algo, no puedes aparecer de la nada como mi prometido, mi hermana lo intentó en navidad y no le funcionó – cómo olvidarlo – hay que retomar la relación desde el comienzo. – Sugieres… Respiré profundamente – nos conocemos desde hace años. Nos reencontramos en la sala de reuniones de tu despacho, luego tuvimos una cita en Obsidiana que no salió tan bien, mi mamá me arregló una cita a ciegas, yo te llamé, sentiste celos y viniste a mi casa para invitarme a salir, es nuestro primer día de noviazgo, vendrás conmigo al aniversario, nos enviaremos mensajes románticos y cuando anunciemos nuestro compromiso, a nadie le sorprenderá. Él bajó brevemente la mirada – es buena idea, pasaré por ti el día de la fiesta. – Falta algo – estiré los brazos para atrapar su cuello y lo besé. Una parte de mí se preguntaba si era real o si estaba soñando, imaginé tantas veces que lo abrazaba y en todas ellas, justo cuando nuestros labios se tocaban, despertaba, pero esa vez realmente pasó. Sentí la calidez de su piel bajo mis dedos, no fue un sueño, la presión de sus labios sobre los míos lo confirmó. Lo besé. Y rápidamente, me aparté – hay una cámara en la entrada – susurré. Leo evitó mirarla, me dio un beso en la mejilla y nos despedimos. Si un invitado se va, debo reportarlo en seguridad, es parte del reglamento, hice la llamada, regresé a la sala y grité. Víctor estaba de pie al final del pasillo. – ¿A qué hora llegaste? – Antes que tú, estaba durmiendo arriba, escuché ruido y bajé, entonces tú le pediste matrimonio a Leo y supuse que no querías interrupciones. Supuso bien. – Te dije que iría a ver a tu hermana, ¿quieres saber cómo me fue? – ¿No vas a felicitarme? – Esperaré a que los documentos estén firmados. Ahora, sobre la cláusula de limitación…
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