Mensajes

1820 Words
– No quiero divorciarme. Así fue como el día de Leo comenzó, con una mujer de complexión robusta, largo cabello oscuro y un escote pronunciado, haciendo una fuerte declaración, Leo no se sorprendió, no era la primera ni sería la última vez que un cliente lo buscaba sin intención de divorciarse, solo para conocer sus opciones, el costo y las repercusiones. Por eso respondió – entiendo, ¿en qué puedo ayudarla? La mujer se mordió el labio – necesito evitar que mi esposo les haga una prueba de ADN a nuestros hijos, hay una ley para prohibirlo, ¿cierto? Leo pensó en Regina, en su familia y en todo el desastre que comenzó con la muerte de su abuelo y una prueba de parentesco – legalmente, él está en su derecho de hacer la prueba, siempre que lleve las muestras y espere de cinco a diez días. – Y la ley, ¿no puede protegerme? – Si sus hijos están emparentados con su esposo y usted obtiene la prueba de paternidad, la ley le dará reconocimiento legal, derecho a manutención, acceso a seguridad social y derecho de herencia, pero la ley también protege a su esposo y le da la libertad de realizar la prueba en caso de que tenga dudas. – ¡Pero son sus hijos! – gritó ella, se puso de pie y comenzó a maldecir, primero a su esposo, luego a la política y finalmente, a Leo – todos son iguales, malditos cerdos, hijos de… – tomó su bolsa y azotó la puerta antes de irse. Santiago, que estaba escuchando del otro lado, comenzó a reír – si la ley fuera justa, esas pruebas serían obligatorias, imagínate llegar a los cincuenta y descubrir que quien creías que era tu hijo, no lo es. – No me lo imagino – respondió Leo y acomodó las carpetas que tenía sobre la mesa. En la pantalla de su computadora había un documento que no podía terminar, no importaba cuánto tiempo mirara la pantalla, estaba cansado, quería silencio y al mismo tiempo quería ruido para no estar solo con sus pensamientos. No era la primera vez que se sentía inútil, pero en esa ocasión pesaba con más fuerza. Antonio estaba de vuelta, tan tranquilamente, como si nada hubiera pasado, casi podía imaginar la conversación de su padre con los abogados, midiendo la cantidad de tiempo que era seguro enviarlo al extranjero y respondiendo, ¡seis años!, nadie recordaría lo que pasó y todo quedaría olvidado, Antonio sería libre de pasear por la calle sin preocupaciones, en solo seis años. Su muñeca ardió y sintió un fuerte dolor en la pierna, fue como si el dolor del pasado hubiera vuelto. El resto de la tarde estuvo fuera de concentración, miró los documentos que debía preparar y fue al baño a lavarse la cara. Más tarde, ella llamó. – Hola, ¿recuerdas al hombre del otro día?, al que le grité y tú me llevaste a la habitación de arriba del restaurante para decirme que era muy peligroso y que no debía encontrarme con él. Era justo decir que no había otra cosa en su cabeza, por eso se sentía tan enfermo – sí, lo recuerdo. – Acabo de tener una cita con él. – ¡Qué! – Mi madre organizó una cita a ciegas, me dijo que me vería en Obsidiana y cuando llegué descubrí que era con él, no lo sabía antes de entrar a la habitación, por eso se llama: ¡cita a ciegas! Se levantó de su escritorio, vio a Santiago, que también estaba hablando por teléfono hacerle una seña para que bajará el volumen de su voz y salió de su oficina – ¿sigues con él? – No, estoy de camino a casa, nos separamos hace un rato. Escucha, ¿estás seguro de que fue él quien acosó a tu compañera?, porque me pareció agradable, paciente, comprensivo, muy diferente de lo que imaginé. Leo sintió que su estómago se revolvía, “agradable”, Regina, la que lo insultaba todo el tiempo y lo llamaba ¡inmaduro!, desde que estaban en la secundario, acababa de llamar a Antonio, “agradable y comprensivo” – no sabes juzgar a las personas. – Claro, ¡qué tonta soy!, ¿no? Brenda caminó por el pasillo y señaló una carpeta antes de entrar a la oficina que él compartía con Santiago. – Regina, ¿podemos hablar después? – ¿Para qué?, ya sé que soy tonta, no necesitas agregar algo a esa frase. – No fue lo que dije. – Fue lo que escuché. Leo cubrió la bocina del celular, ya fueran estudiantes de secundaria o adultos, comunicarse con Regina nunca fue su punto fuerte – ¿puedo ir a tu casa más tarde? Volvió a su oficina, escuchó a Brenda sin poner atención, dejó su trabajo sin terminar, subió a su coche y condujo al complejo habitacional en el que vivía Regina, en el camino se esforzó por mantener la mirada sobre la carretera. Hablar con Regina siempre fue difícil, ella estaba todo el tiempo a la defensiva, las cosas que le gustaban un día, las detestaba al siguiente, jamás sabía en qué estaba pensando o qué pasaba por su cabeza y si preguntaba, ella se cerraba. A veces lo trataba como si le hubiera hecho daño y Leo no tenía ni idea de qué había pasado. Su historia familiar estaba tan en las sombras, que durante todo el tiempo que llevaban de conocerse, Leo estuvo confundiendo al chofer de la familia, con el hermano de Regina. Ella era esa clase de persona. Pero lo que pasó esa tarde, eso fue su culpa. Todo comenzó en el momento en que fue al restaurante Obsidiana, no supo por qué fue, era obvio que Antonio ya no estaba ahí, nada ganaría con visitarlo, pero igual fue, porque necesitaba poner la fotografía en el mundo real. No esperaba encontrarse con Regina. La invitó a comer, quería justificar su presencia en el restaurante y aparte, mirar dentro de las instalaciones, Regina le dio la oportunidad perfecta, él revisó las cámaras de seguridad, la superficie de la mesa y al final, tuvieron una segunda reunión. Ya tenía lo que necesitaba, no hacía falta volver a Obsidiana, ni poner a Regina en peligro, si querían una reunión o hablar de los viejos tiempos, pudieron hacerlo en cualquier otro lugar, no había necesidad de regresar a ese sitio. Hacerlo fue un completo error de juicio y lo peor que podía pasar, pasó. Debió imaginarlo, Obsidiana era un restaurante exclusivo, era lógico que tuviera clientes frecuentes, así como él iba a la cafetería que estaba en el edificio o compraba en la farmacia que estaba junto al recibidor, Antonio comía en Obsidiana, en la misma habitación de siempre y salía por la entrada principal. Cuando lo vio, sintió que el tiempo regresaba y nada había cambiado, él estaba ahí y Leo no podía tocarlo, no podía ponerle ni siquiera una mano encima sin que la ley lo defendiera. A él, no a la víctima. – ¿Alguien que conozcas? La voz de Regina lo trajo de vuelta al presente, la vio girar el rostro y asustado, cubrió su campo de visión – pidamos el postre. Todo salió mal a partir de ese momento, Regina se levantó de la mesa, caminó delante de Antonio, quien se había detenido para hacer una llamada y de la nada, giró y chocó con él. Después de eso, Leo deseó que la interacción terminara, Regina debía seguir su camino a los baños y Antonio debía dar la vuelta para dejar el restaurante, ese era el mejor escenario, pero no pasó así, ambos discutieron, Regina era irritante a propósito cuando estaba molesta y en el momento en que Antonio apartó la mirada de su celular para verla, Leo se interpuso y la sacó de ahí. No debió hacerlo. Si Antonio lo reconoció y organizó esa cita para acercarse a Regina, por su culpa, no iba a poder perdonárselo. Para resarcir los daños, le contó a Regina la parte de la historia que podía compartir, tenía la esperanza de que ella lo escuchara y se alejara de Antonio. Lo que no vio venir, fue la propuesta. – Hay una solución, una forma en que yo esté protegida de ese payaso y tú puedas investigarlo; cásate conmigo. Cuando Leo dijo: “te volviste loca”, lo que realmente quiso decir fue, “me volví loco”, no había otra palabra, casarse en esas condiciones era una locura, sin embargo. Podría funcionar. “¿Ya te dormiste?” Después de regresar a su departamento, escuchó el sonido de su celular, era un mensaje de Regina. “Te extraño mucho” El siguiente llegó antes de que pudiera responder y casi enseguida ocho corazones con diferentes estilos aparecieron en su pantalla de chat. Leo frunció el ceño e hizo una llamada. – Buenas noches – sonrió Regina. – A esto te referías, con lo de; retomar la relación desde el comienzo. – Lo captaste rápido, hay que ser cuidadosos, a partir de ahora tienes que enviarme un mensaje de buenas noches antes de irte a dormir y un mensaje de buenos días en cuanto despiertes, y dos veces al día tienes que decir que me extrañas. Si mi hermano contrata un hacker y copia nuestro historial, eso es lo que verá. Leo suspiró, no le enviaba mensajes diarios ni siquiera a su familia – pienso que estaría sobreactuado, las parejas normalmente no se escriben todos los días. – ¿Según quién? Leo no respondió, sintió que cualquier argumento en contra sería rechazado por Regina y dijo – de acuerdo, voy a bañarme, cenar y te envío un mensaje antes de dormir. – Genial, lo estaré esperando. La llamada terminó, Leo no imaginó a Regina como el tipo de novia que enviaba mensajes diariamente, parecía algo demasiado común para ella. A la mañana siguiente llegó a su trabajo y pasó un largo tiempo mirando la pantalla. Brenda lo notó distraído y dijo – ¿sabías que hay un tipo de depresión en el que sigues siendo funcional?, estudias, trabajas, cuidas a otros, pero por dentro, te estás ahogando en tus pensamientos. Leo volteó a verla – ¿qué quieres? – Me preguntaba a qué hora harás tu trabajo, todavía trabajas aquí, ¿cierto? – le mostró una carpeta – porque tu desempeño este último mes, no lo demuestra. Leo no tenía cabeza para pensar en sus pendientes y sobre la mesa, su celular se encendió con el mensaje. “Hola amor, ¿ya comiste?” Leo le dio la vuelta a su celular un poco tarde, Brenda ya lo había leído. – Terminaré mis casos pendientes – dijo y se aclaró la garganta. Brenda siguió detrás de él – estás…, buscando una carta de renuncia para descargar de internet. – Tú lo dijiste, tengo depresión funcional.
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