Después del divorcio Gabriela se compró un departamento. Diego seguía siendo su chofer y la entrega de comida corría a cargo de Felicia. En cuanto al resto de sus gastos, se estaban volviendo una montaña que su esposo y sus hijos se negaban a pagar. – Malagradecidos. No había otra forma de llamarlos. Los trajo al mundo, los crio dentro del mejor ambiente posible, dio la vida por ellos y ahora, la abandonaban. – ¿En qué me equivoqué? – suspiró. Sarah golpeaba la mesa con la punta de los dedos mientras esperaba. Y a las dos de la tarde, sonó el timbre. Regina miró sus uñas. Ya era tiempo de ir a la estética y cambiar el estilo, pero primero, visitó a su madre. Esperó en la entrada y al levantar la mirada vio a Sarah. No era la persona que deseaba ver. – Pasa – dijo Sarah y se hizo a u