Bajo del transporte haciendo equilibrio, ya que el escalón estaba muy alto y yo tengo puesto tacos, por lo que casi me caigo cuando toco el piso. Chasqueo la lengua y me aliso la camisa blanca. Resoplo cuando se me desabrocha el botón que tapa mis pechos y lo vuelvo a acomodar. Tuve la suerte —o mala, depende de cómo se mire— de tener buena delantera. La ropa queda mejor, me hace sentir con más autoestima y varias cosas más, pero a la vez pasan estas cosas incómodas: se sale el botón de la camisa, mi corpiño se desabrocha solo, a veces los hombres me miran con expresión lasciva y me dicen cosas asquerosas, es bastante feo.
Tiro más hacia abajo mi falda roja y comienzo a caminar hasta la mansión Blackstar. Estoy súper nerviosa ya que, a pesar de que hablé con la señora y me pareció muy buena onda, a la vez me da ansiedad porque es una eminencia en el mundo del maquillaje. Es la dueña de la cadena MakeUp Blackstar y me encanta demasiado, de hecho, es la línea que uso para pintarme. Además, se codea con el mundo de la moda y tiene muchísimos contactos interesantes a los que podría recomendarle mi trabajo, por lo que me siento presionada a hacerlo bien. Respiro hondo y continúo bajando mi falda a medida que camino. No debería haberme vestido tan apretada, y si bien me marca muchísimo la cintura, me siento un poco incómoda.
Llego a la mansión. Un guardia está en la reja de afuera y muestro mi documento y la invitación para poder pasar, por lo que abre la puerta y me hace un gesto para que entre. Le agradezco en voz baja y voy por un camino de piedras que me lleva hasta la puerta principal. Me hago el recordatorio mental de no volver a ponerme tacos aguja porque me está matando caminar con esto. Además, desde las rejas hasta la entrada principal, debe haber como dos cuadras.
Aprovecho para admirar el jardín, definitivamente, me encanta. Tiene flores de todos colores y de todo tipo, el pasto es súper verde y está cortado a la perfección. Tiene estatuas de animales y fuentes de ángeles dorados tirando agua, cascadas, una piscina enorme, ideal para entrar en este mismísimo momento porque hace un calor de muerte.
Finalmente, llego hasta la puerta y toco el timbre. Me enderezo para dar mayor presencia y sueno mis dedos antes de que la señora me abra.
—¡Buen día! —Me saluda esbozando una sonrisa de oreja a oreja—. Adelante, bienvenida a mi mansión.
—Buen día, gracias —contesto con timidez pasando el umbral.
Primero observo a mi acompañante, que lleva un vestido n***o con lunares rosas y ceñido al cuerpo. Admiro la figura de esta mujer, que a pesar de que ya tiene casi setenta años, sigue viéndose espectacular. Tiene su cabello rojo atado en un fino rodete alto, aros colgantes enormes y una joya preciosa y notablemente cara adornando su cuello. Su perfume con esencia a flores llega hasta mis fosas nasales y lo disfruto, huele delicioso. Además, está maquillada tan sutilmente que parece natural, pero yo noto que se maquilla para tapar un poco sus arrugas.
Luego observo el interior del lugar y estoy que me infarto. Parece una casa digna de estar en el cielo. Tiene columnas de mármol blanco con toques dorados, como si tuvieran polvo de oro. Las escaleras son del mismo material y están adornadas por una alfombra roja y acolchonada.
La sala es súper espaciosa e iluminada gracias a los enormes ventanales que dejan entrar la luz del sol. Me encanta y apenas entré a la mansión, no me quiero ni imaginar lo que sigue.
Me dirige una mirada suspicaz y un gesto para que la siga. Camina tan elegante con sus tacos altos que me dan ganas de sacarme los míos y dárselos a ella para que los use por mí. Cuando sea grande quiero ser como ella.
—Dentro de media hora van a venir los obreros a ver las paredes y todas las cosas que quiero cambiar, estaría bueno que les comentes lo que tienen que hacer y cómo lo querés… —dice luego de ver su reloj. Asiento con la cabeza.
Abre una puerta doble de madera pesada y abro la boca con sorpresa. La cocina es realmente enorme, prácticamente es el tamaño de mi casa. Estoy realmente impresionada.
Las cerámicas de la mesada son de cuarzo negras y blancas, brillan de tal manera que una se puede ver reflejada allí. La cantidad de alacenas doradas que tiene me asombra, ni hablar de los electrodomésticos de última generación. Dos hornos, una cocina industrial, tres heladeras, batidoras, licuadoras, microondas… uf, de todo, quiero quedarme a vivir acá.
Tiene una barra con cinco taburetes de madera tapizados de cuero blanco y el piso también es de madera color caoba. Las ventanas son más pequeñas que las de la sala de entrada, pero dan al jardín y tiene una vista hermosa a más árboles y flores. El jardinero ve que estoy asomada por la ventana y me saluda desde lejos, por lo que le devuelvo el saludo.
—¿Querés comer algo, querida? —me pregunta ella llamando mi atención.
—No, señora, muchas gracias…
—¡No me digas señora! —exclama—. Soy Amanda, Amy, si deseas. No tengo problema en que me tutees.
—Bueno, Amanda, muchas gracias. —Esbozo una sonrisa y suspiro—. Debo admitir y decirle que soy una gran admiradora de su maquillaje, me encanta y amo aún más que no se testeen en animales.
—Gracias, querida, soy vegana hace años y no deseo que los animales sufran —dice haciendo una mueca de tristeza—. Bueno, vamos a ver las demás habitaciones y vas viendo los cambios que podrías hacerle…
—¿Pero usted no tiene ninguna idea en mente? —interrogo con interés, no quiero que me tire toda la presión a mí.
—No, confío en tu trabajo, vi tus anteriores diseños y los amé, así que estoy segura de que voy a amar el que hagas con mi hogar, dulce hogar —murmura sonriendo.
Comienza a caminar y la sigo a paso rápido, pero sin dejar de admirar la belleza que me rodea. ¿De verdad quiere tirar todo esto abajo? No puedo creerlo…
Subimos por las escaleras y nos dirigimos a una puerta corrediza. Al abrirla, noto que es el baño. Si bien está un poco desordenado porque ya está en reformas, no puedo dejar de admitir que está genial. Es del tamaño de una habitación, están incorporando lo que creo que es un jacuzzi y se nota que van a cambiar los azulejos, ya que las paredes están peladas. La decoración es escasa, pero creo que para un baño no se necesita tanto.
—Como te dije, dentro de media hora o menos van a llegar los hombres que están rehaciendo esto, mañana me voy a una reunión en Nueva York para una posible unión entre MakeUp Blackstar y otra marca muy importante, por lo que voy a desaparecer por dos semanas, te dejo a cargo de todo y de los obreros.
La miro con una mezcla de sorpresa y terror. ¿Quedarme a cargo de esos hombres? ¿De la mansión? ¡Creo que voy a morir! Ella suelta una carcajada al ver mi expresión y me da una ligera palmada en la espalda para darme ánimos.
—¡No pongas esa cara! Además, mi hijo también va a estar viniendo día por medio para asegurarse de que todo está bien, no te preocupes —comenta invitándome a pasar a otra habitación.
Uf, el señor Blackstar me infunde más miedo que su madre. También es muy importante en el mundo de la moda, ya que su madre lo metió desde muy pequeño. Comenzó siendo modelo y ahora es el que hace castings y elige a las nuevas modelos para diferentes empresas. Es más que conocido por su fama de mujeriego y se sabe que se la pasa de fiesta en fiesta, ¿pero quién soy para juzgar? Además, ahora le tengo que tener el doble de respeto ya que va a ser el que mire lo que hago y me da mucho temor que no le guste, él no tiene los mismos gustos que su madre.
Arrugo la nariz al ver la habitación que me está mostrando. Es absolutamente gris y tiene el papel tapiz n***o de la humedad. Apenas tiene dos pequeñas ventanas que dan al patio.
—Es el cuarto que mi marido le había hecho a los sirvientes —suspira—. Creo que es horrible y es hora de cambiar todo, lo dejo a tu discreción.
Admito que me va a encantar remodelar este cuarto. Será de sirvientes, pero ellos son personas y se merecen comodidad. Además, no queda bien visto que los tenga acá, es algo inhumano.
Estoy por decir mi opinión cuando el timbre me interrumpe. Sé que una de las mucamas abrió la puerta y escucho voces masculinas.
—¡Ah, llegaron temprano! —exclama la dueña de la mansión.
Esboza una sonrisa y comienza a bajar nuevamente por las escaleras. La sigo con cuidado, ya que me cuesta un poco caminar con los tacos. Ella ya tocó el piso y yo, queriéndome hacer la diva, bajo los últimos peldaños con rapidez. Por alguna desgracia de la vida, me quedo enganchada en algún hilo de la alfombra, provocando que caiga al suelo, y ruedo hasta unos pies calzados por unas zapatillas grises, rotas y pintadas que se me hacen muy conocidas.
Me pongo de rodillas y miro hacia arriba antes de levantarme. Definitivamente, conozco a este hombre, es el albañil del vecino que me jodió la mañana de ayer.
—¿Necesitás algo de ahí abajo? —interroga conteniendo una risa.
Ruedo los ojos y me levanto con rapidez. Siento mi cara roja y muchas ganas de golpearlo. Trabajar con él no va a ser nada fácil.