Creo que Alejandro se fue porque todo vuelve a la normalidad. Los obreros vuelven a poner música mientras hablan a los gritos, los sirvientes ya caminan con más tranquilidad y el ambiente está más relajado. Creo que todos le tienen mucho respeto a ese hombre y creo saber porqué, es demasiado imponente, así como apuesto. Aunque supongo que lo último es solo mi modo de verlo.
Como es la hora del almuerzo, decido salir a comprar algo a alguna almacén o restaurante cercano, de paso me libero un poco de los ruidos que me rodean y no me dejan siquiera pensar. Mientras camino por el jardín, me doy cuenta de una cosa: Lucas está metido en la piscina.
Abro la boca de par en par, completamente sorprendida. No puedo parar de repetir que es un sinvergüenza. Voy corriendo hacia él, pero me detengo en seco cuando noto que está solo en calzoncillos. Es una imagen demasiado sensual para mi pobre corazón; sale de debajo del agua y siento que lo veo en cámara lenta. Cómo las gotas se deslizan por su piel y el sol haciendo que su cuerpo brille junto con el reflejo del agua mientras él cierra sus ojos disfrutando el momento.
Saco esos pensamientos de mi mente y voy directo a decirle algo. Es necesario que tome conciencia de las cosas que hace, me puede poner en problemas.
—¡Esto es inaudito! —exclamo llamando su atención—. ¿Cómo te da la cara?
—A ver, que casi me desmayo del calor y no tuve otra opción más que entrar porque sino me moría —dice con tono inocente. Ruedo los ojos.
—Estás loco. Si te ven, te van a echar. ¡A mí también porque técnicamente soy tu supervisora! —replico al borde de la histeria. Me pone aún de peor humor que se ría.
—Tranquila… Vení conmigo, hace calor afuera. —Me salpica.
—¡Lucas! —Me seco con brusquedad—. No puedo, estoy trabajando. Aparte no traje nada, ni un cambio de ropa… —Es imposible que esté considerando la posibilidad de entrar. Me mira con aspecto triunfante y niego con la cabeza—. No, no voy a meterme.
—Es que no pasa nada, mirá, estoy hace como media hora y recién ahora te diste cuenta. Ni siquiera el guardia me vio, por lo que no hace muy bien su trabajo… —Sus ojos recorren mi cuerpo—. Y metete en ropa interior y luego te secás al sol, tampoco nos vamos a morir. No va a ser la primera vez que veo a una chica en ropa interior y supongo que no es la primera vez que un hombre te vería semidesnuda. —Me sonrojo y niego con la cabeza.
—En serio, no puedo ni quiero.
—Vamos… te hace falta un poquito de sol. Estás muy blanca.
Suelto una carcajada irónica y vuelve a salpicarme, por lo que le dedico una mirada cargada de molestia. Él suspira y asiente.
—Entonces ayudame a salir —dice con resignación.
Extiende los brazos para que lo ayude, por lo que le doy una mano para impulsarlo hacia arriba, pero me agarra y en un solo movimiento me tira al agua con él. Tomo una bocanada de aire al sentir que el agua está helada en cuanto entra en contacto con mi piel, y a su vez es completamente refrescante. Aún así, estoy furiosa.
—¡Lucas! —grito—. ¿Qué te dije? ¡Estás mal de la cabeza! ¿Qué te pasa?
Intento correr, pero entre la ropa que tengo y que voy lento en el agua, me alcanza y me aprisiona contra un rincón.
—Lucas, en serio, no estoy jugando, dejame salir —pido esquivando su rostro. Sé que está demasiado cerca del mío y no quiero que haya contacto visual porque va a saber que quiero besarlo apasionadamente.
—Yo tampoco estoy jugando. —Se acerca más a mí, puedo sentir su cuerpo rozando mi pecho y trago saliva al intentar controlarme. Me susurra al oído—. Te juro que no estoy jugando y solo jugaría un juego muy divertido que también te gustaría, ¿querés saber cuál es?
Coloca sus manos en mi cintura y roza su nariz con la mía. Ay, Dios, me va a besar. Me mira a los ojos y sonríe, el maldito está disfrutando mi sufrimiento porque sabe lo que me pasa en el cuerpo cuando lo veo. Por más que muera por besarlo no puedo.
—¡No! —Lo empujo despacio y siento mis manos ardiendo en cuanto toco su abdomen. Espero que no se note lo sexy que me resultó tocarlo—. No puedo Lucas, por favor, dejame. Esto es un papelón, estamos trabajando… ya no tenemos diez años.
—Está bien, tenés razón —murmura.
Se aleja de mí nadando y salgo de la pileta. No creo que pueda soportar mucho más estos juegos, pero menos voy a soportar que no me respete. Chasqueo la lengua mientras me tiro al pasto, esperando que pueda secarme con el sol. Él aparece a mi lado y se sienta junto a mí mientras me tiende una toalla de mano. Se la agarro con agresividad, al menos para secarme un poco. Él ya tiene puesto nuevamente su uniforme y suspira.
—Perdón —murmura—. Es verdad, me pasé, no lo voy a hacer más…
—Me hiciste perder mi horario de almuerzo —digo enojada—, para colmo voy a estar mojada todo el día, si me resfrío es tu culpa.
—No te vas a resfriar, es verano y te secás rápido al sol.
—¡Yo me resfrío en verano también! Es triste, pero cierto. —Me levanto de un salto y le vuelvo a dar la toalla—. Tengo que volver.
—Esperá —me detiene—. Te invito a almorzar. —Lo miro confundida—. Por hacerte perder tu comida, cuando salgamos de trabajar, te invito a que vayamos a comer.
—No, gracias, no puedo —miento. No es bueno formar vínculo con él porque seguiría cayendo y adentrándome en esos ojos tan profundos como el mar—. Me voy a ver con una amiga a la salida, pero quizás otro día, o quizás nunca. —Me encojo de hombros. Escucho una carcajada y asiente.
—Bonita, no me niegues aunque sea una salida, por favor. Es que sino me voy a sentir mal por hacerte perder el almuerzo, en serio —expresa, borrando su sonrisa finalmente—. Te prometo que no voy a hacer nada malo, es más, si querés, solo me quedo ahí comiendo en silencio.
—Eso me haría sentir incómoda a mí. Mirá, podemos ir a comer, pero con mi amiga y algún amigo tuyo si es que tenés —replico. Si voy con acompañante, es menos probable que pase algo.
—Estoy de acuerdo. Solo decime cuándo, no tengo problema… para vos, estoy disponible todos los días de la semana, veinticuatro horas al día.
Hago una mueca de incredulidad, pero prefiero no decir nada. Solo le hago un sonido afirmativo y me voy. Hace tanto calor que los cinco minutos que estuve al sol sirvieron para secarme un poco. ¿O será que me sequé con mi propia temperatura por tener cerca a este hombre?
Entro nuevamente a la mansión, avergonzada porque estoy con peor pinta que antes. Espero que el señor Blackstar no vuelva a aparecer o seguro que me volvería a tratar mal, incluso me podría tildar de ridícula y echarme. ¡Espero que no!
—Señorita, ¿qué le pasó? —me pregunta Juan, que justo se encontraba pasando por mi lado. Me mira de arriba abajo y noto que contiene una risa al verme completamente mojada—. No me digas que Lucas…
—Sí, su hijo es… disculpe, pero no quiero insultarlo. Es que lo reté porque estaba metido a la piscina, yo le pedí cordialmente que no entrara, pero no me hizo caso. Cuando intenté ayudarlo para salir, el maldito me tiró al agua con él —respondo con tono cansado—. Le pido, por favor, que controle al muchacho. Este es mi trabajo y no quiero perderlo y supongo que usted tampoco quiere, y su hijo va a hacer que nos echen a todos…
—Voy a hablar con él —expresa poniéndose serio de nuevo. En este momento, Lucas aparece comiendo un sándwich y lo miro con mala cara. Él hace una mueca de avergonzado—. ¡Con vos quería hablar! —manifiesta su padre haciéndole un gesto para que lo acompañe a la cocina.
—¿Querés un poco? —interroga el joven señalando su comida toda mordida. Ruedo los ojos y Juan lo lleva arrastrando hasta la cocina.
Parece un nene chiquito por momentos, pero por otros es un adulto… bastante adulto, a decir verdad. Es de esa clase de hombres que saben lo que generan y lo usan a su favor, pero a partir de este momento me pongo mi meta: no caer más en sus juegos, hacerme respetar y terminar mi trabajo sin problemas. Luego, a otra cosa mariposa y si te he visto, no me acuerdo.
Ahora la pregunta es… ¿lo lograré?