Contengo la respiración cuando sus manos viajan hasta mi cintura y a la vez tengo ganas de golpearlo por la confianza que tiene.
—Quiero… —dice comenzando a sonreír, se relame los labios mientras mira los míos y suelta una carcajada. Se aleja de mí con un salto, como si lo hubiera quemado. ¿Está loco?
—¿Qué? —inquiero para que me diga porqué se ríe.
—Bueno… nada. —Se pone a buscar algo en su caja de herramientas y espero que me responda con los brazos cruzados—. Bien, mi idea era…
Creo que no sabe ni lo que quiere porque está divagando demasiado y se hace el distraído con otras cosas. Suspiro y muevo mis manos para insistirle que prosiga.
—Me da vergüenza pedirlo ahora, pero debo admitir que me encantaría probar… —Se aclara la voz y continúa pensando—. Que me encantaría probar la piscina del jardín.
No puedo evitar mirarlo como si tuviera algo raro en la cabeza y niego mientras salgo de la habitación, mejor me concentro en esto y dejo de prestación a sus ideas tan absurdas.
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Me despido del último obrero y giro lentamente sobre mis pies para darme cuenta de que la señora Blackstar me está mirando con expresión divertida. Resoplo y ella suelta una carcajada.
—El primer día es difícil, ¿no? —dice señalando la cocina con un gesto imperceptible de la cabeza. La sigo y hago un sonido afirmativo mientras me siento en un taburete de la barra—. ¿Limonada? —interroga.
—Bueno, gracias.
Me sirve en un vaso y esboza una pequeña sonrisa cuando me lo da. Es raro que no tenga alguna sirviente alrededor para ayudarla, pero me da la sensación de que es una mujer a la que le gusta hacer las cosas por sí misma. Vuelvo a agradecer y ella se sienta a mí lado.
—No creo poder hacerme cargo de esos hombres, son muchísimos —confieso finalmente. Amanda suelta una estruendosa carcajada y me mira con semblante maternal.
—Querida, los hombres son fáciles de manejar… una mujer fuerte y decidida no debe tener miedo de una manada de hombres. Una sola mujer puede contra diez con facilidad, mirame a mí… construí esta mansión, construí mis cosméticos y, para qué mentir, tuve varios amantes. —Abro la boca sorprendida y se encoge de hombros, tomando su martini—. Quedate tranquila, te veo como una joven capaz de luchar contra estos hombres… Lo único que saben decir es “Señora, ¿esto está bien?”. —Nos reímos y asiento con la cabeza—. No te preocupes, y si necesitás ayuda, mi hijo te va a ayudar sin problemas.
—Gracias, Amanda —digo dándole el último trago a mi bebida.
—De nada… —Hace una mueca pensativa y suspira—. Sé que uno de ellos puede ser muy convincente, de todos modos… sobre todo para las chicas como vos.
—¿Cómo sería yo? —cuestiono con incomodidad. Creo que sé de quién habla.
—Bueno, inocente, a decir verdad. No es que sea malo, pero deberías tener cuidado. Lo digo porque me caes bien y quiero lo mejor para vos, y si algo sucediera con ese muchacho es cosa tuya, claramente, pero sí puedo advertirte. Yo a tu edad también me ilusionaba mucho.
—Pero yo no me ilusioné con nadie... —replico confundida.
—Todavía —me interrumpe sosteniéndome la mirada—. Y espero que no lo hagas, vas a pasar varias semanas encerrada con un hombre que te miró con expresión… —Bufa y creo que está buscando la palabra correcta—. Expresión hambrienta.
No puedo evitar soltar una risa entre irónica, avergonzada y nerviosa. ¿Expresión hambrienta? Se nota que no vio con nada de claridad la situación, ese hombre lo que menos tiene es ganas de comerme. Es solo un seductor.
—No estoy de acuerdo —manifiesto con desinterés—, pero voy a intentar no caer en sus redes, aunque confío en que no lo haré ya que noto las intenciones que tiene.
De solo pensar en cómo me atrapó entre sus brazos esta mañana me agarra una electricidad por todo el cuerpo, por lo que me doy cuenta de que ya caí como una mosca en telaraña y no voy a poder salir de ahí a no ser que algo me libere. Increíble, pero en menos de un día y con apenas un par de palabras, caí en su belleza. Lo bueno es que su personalidad me sigue causando rechazo, así que sigo manteniendo mi distancia y mi fuerza de voluntad para no seguir cayendo gracias a eso.
—Bueno, Amanda, gracias por todo —digo colocándome mi bolso—. Nos vemos mañana… o a la vuelta de tu viaje.
—Salgo a la madrugada, así que hasta la vuelta… —Sonríe y se pone de pie—. Bien, Malena, mucha suerte y ojalá te vaya bien—contesta ella, saludándome con un beso en cada mejilla, lo cual se me hace raro porque no estoy acostumbrada—. ¿Querés que te lleve mi chofer a tu casa?
—No, gracias, estoy bien… no hay problema.
Lo que menos quiero es seguir sintiéndome incómoda, creo que es una mujer humilde a pesar de todo, pero no tengo que aprovecharme de eso. Una ama de llaves me hace un gesto para que la acompañe hasta la puerta y la sigo con tranquilidad.
Antes de salir, observo el gran interior de la mansión y respiro hondo, es un excelente lugar para demostrar lo que sé.
Mientras camino por el patio, sonrío al ver que varias mariposas me pasan por delante cada dos pasos. Me encanta la primavera por esta misma razón. Sofía me diría que estoy por encontrar el amor ya que, según ella, eso es lo que significa que una mariposa se interponga en el camino. Hablando de la reina de Roma, mi teléfono suena e inmediatamente sé que es ella. Aprovecho para atender mientras continúo caminando y admirando el jardín de los Blackstar.
—Buenas tardes, señorita desaparecida —escucho que dice con ironía. La puedo imaginar acostada en el sillón, con los pies sobre la mesa ratona y un cuenco de papas fritas sobre su regazo—. ¿Qué tal el primer día en la mansión Blackstar?
—Normal —contesto sin dar demasiados detalles—. A partir de mañana estoy a cargo de un grupo de albañiles que no confían mucho en su trabajo porque se la pasan preguntando todo el tiempo si está bien lo que están haciendo.
Sofía suelta una estruendosa carcajada y me tengo que separar el teléfono del oído para no aturdirme.
—Entonces no va a ser difícil controlarlos, solo tenés que decir sí a todo —replica, y escucho el crujido de algo estallando en su boca. Definitivamente, está comiendo.
Suspiro y no respondo. ¿Sí a todo? Decirle que sí a la extraña propuesta que hoy me hizo Lucas… bueno, va a ser difícil.
—¿Tierra llamando a Malena? —interroga mi amiga, llamando mi atención. Me aclaro la voz.
—¿Estás disponible para salir? Muero por ir a algún lugar a tomar algo —digo, saludando al guardia de la puerta con un asentimiento de cabeza que me devuelve con seriedad.
—¿Ahora? —pregunta confundida—. ¡Es lunes!
—¿Y qué tiene? Vamos, solo para festejar que al fin me llegó un trabajo importante, ¡porfis! —exclamo con inocencia. Siento que bufa y se levanta del sillón.
—Bueno, pero vení antes de que me arrepienta, te doy veinte minutos como mucho.
Corro hacia la parada del colectivo ya que justo viene el transporte, así que sonrío.
—Diez minutos y estoy ahí.
Dicho esto, corto la llamada y continuó sonriendo mientras me dedico a mirar por la ventana. Ni siquiera sé porqué estoy tan risueña, pero el encuentro que tuve con el obrero en la habitación me dejó divertida. Pensé que iba a proponerme algo erótico, pero lo único que me pidió fue que lo dejara usar la piscina de la mansión en sus recreos. Aunque me dio mucha risa, no pude aceptar por el simple hecho de que sé que no voy a poder parar de babear si lo llego a ver solo en bañador y bronceado. De solo imaginarlo, ya aumenta mi temperatura corporal. ¡Alguien ayúdeme a apagar esto!
Llego al departamento de Sofía, sofocada por el calor que hacía en el ascensor. Ella vive en el quinto piso del edificio, por lo que es obligatorio subir por allí. Mi amiga sube por las escaleras para hacer ejercicio, ya que trabaja en una oficina y es bastante sedentaria, aunque de nada le sirve eso ya que le encanta comer… ¿Y a quién no?
Toco su puerta y ella sale directo a abrazarme. Puedo notar que su sonrisa está un poco apagada, pero quizás sea porque no tiene muchas ganas de salir. Frunzo el ceño.
—¿Estás bien? —decido preguntar mientras entro a su casa y cierro la puerta detrás de mí. Asiente con la cabeza mientras se calza sus sandalias.
—Sí, ¿por qué? —pregunta con normalidad. Me encojo de hombros.
—No sé, te vi extraña… ¿Salimos igual?
—¡Obvio! Tenemos que festejar, señorita, además me vas a traer maquillaje gratis dentro de unos días.
—Todavía no tengo esa confianza con Amanda —replico riendo y esperando a que termine de abrochar el cinturón que decora su jean.
—Tenés la suficiente como para decirle Amanda, así que ya es hora de que le pidas cosméticos. —Me mira con diversión y yo niego con la cabeza conteniendo una sonrisa—. Bien, ya estoy lista. ¿A qué bar vamos?
—Al de siempre, por supuesto. —Me guiña un ojo y le devuelvo un gesto moviendo mi cintura, en señal de que estoy dispuesta a todo.
Al llegar al bar me sorprendo al ver la cantidad de gente que hay, hasta nos cuesta encontrar un lugar libre. El bartender, que ya nos conoce, nos hace un gesto para que nos acerquemos a la barra y señalando dos taburetes vacíos, por lo que nos acercamos y nos sentamos allí.
—Hola, Román —lo saluda mi amiga—. Dos shots, por favor.
—¿Ya? —pregunta el muchacho con expresión divertida. Observo sus ojos negros brillantes y su piel morena que se ve brillante a causa de la luz que le da directo. Hago una mueca mientras veo como se relame los labios mirando a mi acompañante. Espero que no crea que tiene posibilidad de estar con ella, ya que tiene novio y Sofi jamás le sería infiel.
Román nos da nuestras bebidas y brindamos.
—Por el trabajo —digo.
—Por la soltería —comenta ella. Arqueo las cejas y se encoge de hombros—. Iván me dejó —agrega con los ojos llenos de lágrimas y esbozando una sonrisa de labios temblorosos. Se aclara la voz y se encoge de hombros—. Pero bueno, no importa, estamos para celebrar.
—¿Por qué no me lo dijiste, Sofi? Nos hubiéramos quedado en tu casa haciéndonos la sesión de belleza y comiendo papas fritas…
—Ja, no, no quería quedarme sufriendo, la verdad. Vamos a distraernos un poco, ¿sí? Las penas se curan con alcohol.
Le dedico una sonrisa triste y la abrazo con cariño antes de chocar nuestros vasos y tomar el líquido de un solo trago.
—Y sí, por la soltería —replico haciendo un gesto para que nos den más bebida.
La noche recién empieza.