Echo gasolina y cuando avanzo para salir de la gasolinera, le pillo recostado en su moto, fumando (de nuevo) y con el teléfono en la oreja. Levanta la mirada en el momento justo en el que yo le miro y por el gesto de cara que hace supongo que me sigue viendo como a la insoportable y estirada que pregunta demasiado en clase. Pues genial, para mí él es un grosero, arrogante con una fachada cubierta de tinta que se le ha subido a la parte del cerebro que le hace ser un imbécil. Piso el acelerador y me preparo con el calor de la calefacción y el tono de llamada de mi madre en manos libres.
—¡Megan! —grita en cuanto descuelga.
—Hola, mamá. Ya estoy puesta en la carretera, he tenido que hacer noche en una estación de servicio por la tormenta, pero estoy bien.
—¡¿Bien?! ¿Sabes lo preocupada que estaba?
—No tenía cobertura, la nieve ha hecho imposibles las cosas durante la noche, pero estoy bien.
Su suspiro llena el coche y por detrás escucho a Kyle preguntar, ella le responde y me lo imagino volviendo a meter la cabeza en ese videojuego porque su querida hermana mayor no ha sido asesinada en una carretera desierta a manos de un grupo de desconocidos. Es todo un gesto que por lo menos pregunte por mi.
—¿Por dónde vas?
—Estoy a poco menos de dos horas y media del campus, te volveré a llamar cuando llegue.
—Vale. ¡Conduce con cuidado! Esa camioneta es algo vieja ya, deberías...
—Adiós, mamá.
No se me ocurre dejar la camioneta, es de lo poco que me queda de mi padre, a veces cierro los ojos y me huele a él, me huele a esos viajes en coche en los que me llevaba a pescar y me daba un montón de trucos de supervivencia. No sé si ahora estaría orgulloso de mi miedo irracional a muchas cosas, seguramente me llamaría exagerada como a mi madre, pero terminaría bromeando con que así me mantengo segura de pervertidos.
Por las horas que me quedan cambio la emisora a una más rock y movida, aunque por tramos frena la música y avisan de que la lluvia puede entorpecer las carreteras, pero que quitará la nieve en algunas calles y agilizará el trabajo de las máquinas. Me meto en un pequeño atasco cuando estoy cerca del campus, pero el espíritu estudiantil se siente enfundado por los claxon sonando y la gente con ventanillas bajadas felicitando la vuelta de estas navidades. Es lo que queda después de que seguramente muchos nos hayamos comido la tormenta por el camino. El atasco avanza, pero aún así tardo media hora en poder aparcar junto a la residencia y otro par de minutos en acomodarme la maleta, la mochila y unos regalos; se me hace muy difícil llegar a los ascensores, no puedo subir cuatro plantas con todo esto y cuando una chica se despista y se pone a hablar con su amiga, me cuelo en el ascensor y pulso el botón antes de que me reconozca. > Por suerte ya no me pierdo en los pasillos, la residencia tiene una distribución rara y aunque el edificio sea únicamente de chicas, la primera vez pensé que me equivoqué porque hay un montón de chicos rondando por todas partes cuando quieren.
Meto la llave en la cerradura y la empujo con algo de dificultad, la puerta cede pero se me caen las cosas de las manos.
—¡A buenas horas! ¿Sabes lo preocupada que estaba cuando vi que anoche no llegabas?
Empujo mis cosas con los pies, y la puerta.
—No te vas a creer lo que me ha pasado.
Claire se ajusta la coleta que se ha hecho en el pelo castaño y me mira esperando más. Ante su poca iniciativa a ayudarme, empiezo a largar por la boca mientras recojo mis cosas, las coloco y cuelgo mi ropa en perchas. A cada cosa que cuento Claire me mira con más incredulidad. Ella estudia lo mismo que yo, así que congeniamos bastante bien. Considero que Claire es mi super mejor amiga, nos gustan las mismas cosas, cotilleamos en la medida justa y ante nuestra falta de pareja ante el resto de nuestras amigas, nos complementamos genial.
—¿Nada? ¿Has hecho un viaje con el Chico Misterio, el chico más guapo y sexy de toda la clase y... nada? ¿No sabes nada de él?
—Se llama Seth, eso es todo. Y es un imbécil. Eso he sacado.
—Pero es guapísimo, y enigmático —apunta.
Sí, y cuando abre la boca la caga. Pero me podría tirar así toda la mañana y me muero de hambre.
—¿Bajamos a comer? —pregunto, y a Claire se le abren las orejas.
Lo primero que siempre se termina en el restaurante de la residencia son los postres, así que es lo que primero que pillamos al llegar. Las mesas están a rebosar y otro día más, subimos la comida a la habitación y después, al terminar, Claire lo recoge y así puedo ducharme por fin. El agua caliente me destensa y me relaja, salgo de los baños con el pijama puesto y no me lo quito hasta la mañana siguiente una hora antes de empezar las clases.
Me despierto renovada, como si nada de lo que ha pasado este fin de semana hubiera ocurrido de verdad, Claire todavía duerme cuando vuelvo de asearme del baño y la dejo quince minutos más en lo que me meto en unos tejanos y en un suéter de punto naranja. Su despertador suena y se levanta a la primera. Ella es mucho más rápida que yo para prepararse y salir a clase, supongo que porque es de esas universitarias que van todo el día con sudaderas y moños. La vida de Claire en el campus entre semana se basa en ir de clase a dormir a la residencia.
—¿Lista para ver hoy a tu Chico Misterio?
—No es mi nada.
Chasquea la lengua y tiene que dar zancadas más largas para pillarme el paso.
—Bueno. ¿Has hecho los bocetos que nos dejaron encargados para vacaciones?
Asiento con la cabeza. Me he pasado los ratos libres en casa de mi madre dibujando, y los he terminado en la estación de servicio para perfeccionarlos.
Encontrarme hoy a Seth no es algo que me carcoma, me es completamente indiferente cuando entro junto a Claire en nuestra tercera clase. Como el cuatrimestre anterior, su presencia es algo que se nota porque es el único que no hay integrado en un grupo, el único solitario hundido en su ropa negra y encorvado sobre su cuaderno de dibujo. Suelto mis cosas en uno de los asientos de la primera fila, Jane también nos espera sentada y las tres nos ponemos al día. Jane es mi otra amiga, no es cómo Claire pero desde que la conocimos la primera semana de clases hemos sido un grupo de tres perfecto.
—¿Adivina qué? —sisea Claire.
Jane nos mira con sus ojos castaños.
—¿Qué?
Se lo larga todo en menos de dos minutos y las dos giran el cuello a mirarlo en el fondo de la clase. Les doy unos golpes.
—No miréis. ¿Qué más da? No somos amigos ni lo seremos.
—Ya —dice Jane, es mucho más sensata que Claire—. ¿Habéis hecho los bocetos?
La clase es bastante entretenida, me gusta estudiar artes plásticas por lo práctico que es todo. Y me gusta ojear a mis compañeros y conocer por qué hacen esto. Por ejemplo, como Claire, que quiere dibujar para películas animadas. O la misma Jane, que aspira a dibujar las viñetas de los cómics de su novio. ¿Y él? Giro sutilmente la cabeza, estoy un cinco por ciento segura de que tiene que ver con tatuajes, tiene ese estilo de dibujos de tatuajes... como cuando me dibujó, era ese estilo manual de dibujar similar a esos tatuajes que los moteros se hacen en el brazo de una sirena casi desnuda.
Vuelvo la vista al frente cuando el profesor sigue explicando y diez minutos antes de finalizar la clase, el proyector alumbra en la pizarra blanca y pulida con dos tablas. Alguien levanta la mano unas filas atrás.
—Acabamos de empezar el cuatrimestre, ¿ya hay cosas qué hacer?
Algunos se ríen y hasta el profesor sonríe.
—Vamos a trabajar por parejas durante las siguientes semanas para que sepáis cooperar. He elegido parejas con estilos de dibujos muy diferente porque el trabajo en equipo muchas veces consiste en adoptar nuevas técnicas. Os dejo estos últimos minutos para que os acerquéis a mirar si no veis y hablar con vuestros compañeros.
Pero es que yo si veo, veo a la perfección mi nombre y por primera vez el suyo en clase: Seth. ¿Qué gracia del destino es esta?
Me rompo el cuello para mirarle porque yo no me tengo que complicar para saber quién es. O igual hay otro Seth... No, no lo hay. En las tablas sólo hay uno. ¿Debería levantarme e ir hacia él como Jane y Claire hacen con sus nuevos compañeros? > El universo me escucha porque el anuncio del final de la clase resuena por todo el aula, pero no puedo huir, estoy aquí para superar mis clases y no puedo tirarlo todo por la borda por un irreverente que seguramente tenga cero ganas de hacer esto conmigo. El lado bueno es que ya hemos hablado un poco y confío en que llegando un acuerdo podamos hacer esto sin muchas peleas.
—¿Vienes? —me pregunta Jane cuando recogemos.
—Ummm... ahora os alcanzo.
Me quedo junto a la puerta esperando que baje, es el último y me estoy atrasando en ir a mi siguiente clase. Golpeo el suelo con la punta de mis botas y por fin se levanta de su asiento cuando sale la última persona y se cuelga la mochila negra al hombro. Siento que sólo sus pisadas mueven el suelo.
Me preparo con mi mejor sonrisa, porque como dice mi madre: empezar con una sonrisa siempre es empezar en positivo.
—Hola —le saludo.
Seth me mira y se le tensa el cuello bajo ese tatuaje tan agresivo de las llamas de fuego, tiene, literalmente, un incendio tatuado en el cuello que le sube hasta rozarle la mandíbula. No habla, así que continúo.
—Vamos juntos en el trabajo —digo.
—¿Y?
—Pues... por si no lo habías visto. Es un trabajo en parejas y espero hacerlo bien. —Hasta yo me doy cuenta de lo mal que esto suena, no quiero desmeritarlo—. Considero que dibujas muy bien y que podemos hacer algo muy guay, así que me gustaría tener la fiesta en paz durante estas semanas.
Le estiro la mano, no sé qué espero, es un gesto bastante ridículo. Sus ojos negros como la tinta que lo cubre me miran, y después a mi mano. Veo la burla en toda su expresión cuando pasa de largo y me deja ahí con una tonta.
—Pues muchas gracias —mascullo con sorna.
Lo peor sin duda, es caminar detrás de él hacia la salida del edificio.