Claire y Jane tienen suerte porque hacen el trabajo con gente normal, pero yo no. Al día siguiente sí puedo decir que estoy inquieta por llegar a clase; me inquieta no saber qué haremos y si Seth pondrá o no de su parte. Espero que se pase rápido porque no quiero que me toque hacerlo todo a mi o aguantar su aura arrogante tan cerca.
Llevo a clase con Claire, los que ya están dentro se han sentado con sus parejas y me toca estar sola en mi asiento hasta que llega. Levanto la mano para que me vea, me mira pero sigue de largo subiendo las escaleras de las filas hasta el final. Menudo idiota. El profesor entra en clase dando una palmada y cierro mi libro de golpe.
—Poneos con vuestras parejas —dice.
Poco parece que él vaya a bajar, y empezamos fatal. Debería haberlo dejado en la estación de servicio. Hundo mis cosas en mi mochila y cada escalón que subo me da más cansancio hacer esto con alguien que no pone de su parte. Ni me mira cuando suelto mi mochila en el suelo y me dejo caer en la silla a su lado. Somos los únicos aquí atrás, los mejores asientos son los del principio para ver mejor los detalles de la clase y la explicación, además, son los asientos por los que el profesor se suele pasear y dar los mejores consejos.
Volver a sentarme a su lado ahora que no estamos atrapados es raro. Me siento con la espalda completamente recta y me inclino sobre mi mesa como si eso me fuera a hacer escuchar mejor de qué va este proyecto.
—Vais a sacar una hoja de dibujo de vuestros cuadernos. Sólo una por hoy —dice el profesor y yo saco una hoja de mi cuaderno—. Dividir la hoja en cuatro partes iguales con un lapicero, de forma horizontal o vertical, como decidáis con vuestras parejas. Este ejercicio es de continuidad. Uno de los dos dibujará en la primera porción divida un boceto, sin decir lo que es, vuestro compañero deberá seguir el boceto en la segunda dividida de la hoja, y de forma intercalada en las cuatro partes, dibujaréis entre dos el boceto de algo. No tiene por qué tener sentido, pero quiero que sea arte y no simples figuras. Y el color, eso es lo más importante porque cada uno pintaréis vuestras porciones y veremos cómo combinan los diferentes estilos que tenéis. ¿Vale?
Sí, creo que lo he entendido porque lo ha ido dibujando en la pizarra. Y parece fácil, sólo tendré que hacer dos cuartos del trabajo y dejarle el resto. Podría ser hasta divertido si no fuera Seth.
—¿Cómo...?
—Me da igual —dice.
Genial. Decido dividir la hoja en cuatro partes iguales verticales, creo que así será más fácil hacer con sentido que podamos continuar.
—¿Quieres empezar tú? —le ofrezco.
—Bocetos rápidos —añade el profesor—. Tenéis dos minutos cada uno para hacer el simple boceto, pasáis la hoja y vuestro compañero sigue, sin pensar mucho en qué haréis.
Seth coge un lápiz de los suyos, se pone la hoja en su mesa y se inclina sobre ella a garabatear. Son los dos minutos más aburridos de mi vida y ahora me arrepiento porque si hubiera empezado yo, él es el que tendría que pensar como encajar con lo mío, pero eso me toca a mí ahora.
—Deberías estirarte —digo. Ya se lo he visto en la estación de servicio—. Es una mala posición para la espalda.
Nada. Nada de nada.
Asientos más adelante, Claire se ríe con su compañera y Jane con su compañero. Ojalá ser ellas. Me quedo cruzada de brazos hasta que me pasa la hoja y por suerte los trazos de mi lápiz consiguen hacer sentido con los suyos en mis dos minutos y en mi sección. No parece nada, son unas líneas que conectan entre sí y ya se ve la diferencia de estilos que tenemos. Lo suyo es muy realista, con trazos libres y ligeros, y lo mío es mucho más marcado y simple. Para cuando llenamos la hoja, está muy claro qué es de quién porque sus dos partes están alzadas, con trazos de por medio y ya le han quedado sombras, y mis partes son muy claras, con el lápiz marcado y limpio. Pero no es nada y aún así me parece arte.
Un rotulador amarillo y otro de un color marrón muy clarito caen en mi mesa y me pego con la espalda en el respaldo de la silla del sobresalto. Ni los había echado de menos.
—Son tuyos —dice.
—Sí. Gracias. Conseguiste el color de mi pelo.
—No es tan difícil.
—Si supieras la de gente que se cree que tengo el pelo color amarillo radioactivo...
—Ese color no existe.
—Para mí todos los colores fluorescentes se llaman radioactivos. No son naturales.
—Ningún color de tus rotuladores es natural.
—Ya, porque son plásticos y esas cosas.
—Lo único de plástico es el envase, el resto son químicos, disolventes, agua y esas mierdas. Y fieltro.
—Vaya, parece que te has visto esos programas de fabricación —comento con gracia.
—Es de una clase del año pasado.
Nueva información: no es su primer año. Es mayor que yo, aunque eso es algo obvio.
—Que guay —digo.
Miro al frente y Claire nos mira desde su asiento, Claire y un par de chicas que seguro que están locas por su físico y sus tatuajes.
El resto de la clase es una presentación power point que hace el profesor sobre este trabajo que han hecho otras clases de la universidad a los largo de sus años de maestría, nosotros somos los siguientes y la verdad es que todos los que nos enseña tienen algo muy artístico y único por mezclar estilos que parecen incompatibles. Es un buen trabajo.
Mientras recojo mis cosas, él todavía no se mueve pero yo me echo la mochila a la espalda.
—Está bien hacer esto contigo, ya sabía de antemano que dibujabas bien.
Sólo intento hacer las cosas más amigables para los dos, pero él no pone de su parte. Yo guardo la hoja y cuando Claire, Jane y yo estamos comparando trabajos en la cafetería del campus, sale a relucir mi querida pareja. Pongo los ojos en blanco y le pego un trago a mi café caliente.
—Es tan cerrado que me inquieta.
—Por algo es el Chico Misterio —dice Jane.
—Una cosa es ser misterioso y otra un c*****o sin educación. ¿Sabéis lo incómodo que es hacer un viaje con alguien cómo él de copiloto?
El novio de Jane arrastra una silla vacía a su lado y se sienta con nosotras. Él es mucho más guay, es dos años mayor, estudia escritura creativa y a diferencia de nosotras tres tiene un grupo de amigos enorme porque vive en la fraternidad con los deportistas.
—¿De qué habláis? —pregunta.
Jane apoya la cabeza en su hombro y se miran de una forma tan adorable que me da asco no tener eso con alguien.
—Del Chico Misterio.
—¿El tatuado?
—Ese —dice Claire—. Nuestra Megan ha tenido sus cosas con él.
Agito la cabeza de lado a lado. ¿Mis cosas? Ni hablar. Sus pocos momentos agradables son opacados por su silencio. Tengo que recalcarlo para que deje de mirarme así.
Claire y yo nos miramos, siempre somos estas dos que quedan de lado y otro de mis miedos es que empiece a salir con alguien y quedarme divagando sola escuchando a dos parejitas. Yo soy incapaz de quedar con chicos porque hoy en día la gente se conoce en r************* y yo no puedo quedar con alguien si no le conozco en persona. Hay una gran probabilidad de que tras la pantalla esté un psicópata, un asesino, un violador y una infinidad de cosas con las que nadie puede lidiar. ¿Y los pervertidos que hacen chantaje? ¿y los chicos que después no son los de la foto? ¿Y los que se portan bien y después son unos idiotas que esperan de todo en la primera cita? ¿Y los que ya no creen en las citas? ¿Y si termino en un maletero descuartizada? No... las r************* y las apps de citas no son para mí. No tengo ninguna de las dos.
Vuelvo con Claire a la residencia y durante mi rato a solas en la habitación llamo a mi madre y a Kyle. Mis días no son mucho más diferentes, pero ahora me consumen un poco los nervios antes de entrar en clase porque siento que salto al ruedo con un toro que aún en silencio es insoportable; pero eso intento sacar conversación cuando el jueves volvemos a tener clase y tengo que hacer el esfuerzo de subir hasta el último asiento.
—Hola, de nuevo —digo y sólo recibo un asentimiento de su parte.
Saco mi mejor sonrisa para que el tiempo durante esta clase no sea tan tenso. Seth me mira, me gustaría saber qué piensa de mí, si le parezco igual de insoportable que él me parece a mí.
—Sonríes demasiado.
—Hace buen día —me excuso.
Su mirada oscura se dirige a las ventanas que dan al campus. El cielo está gris, probablemente llueva luego.
—No lo hace.
—Hace mejor día que en la tormenta. ¿Llegaste bien aquí?
—¿Qué te parece?
Lo suelta de una forma tan condescendiente y brusca... ¿Le hubiera dado igual quedarse atascado en la nieve?
—Que debería haberte dejado empujando la moto. Eres bastante desagradecido y podrías haber sido un...
Lo que me faltaba, contarle al Chico Misterio mis terrores para que los use para burlarse de mi el resto de semanas.
—¿Un c*****o? —completa.
—No, eso ya lo eres —digo, y no puedo controlar mis palabras.
El trabajo de clase para hoy es pintar, usas nuestros estilos en nuestras secciones y verlas combinadas, pero tras la explicación y una charla extensa, no me da tiempo a terminar mi pintura y el profesor lo quiere para mañana. Espero a que él haga el amago de levantarse cuando se han ido todos. Esta es mi última clase de los jueves y quiero terminar esto cuanto antes para poder llegar pronto a la residencia.
Lo espero de pie en las escaleras.
—¿Tienes alguna otra clase? Tenemos que terminar el trabajo.
Me repasa con la mirada, desde mis botas impermeables hasta mis ojos normales castaños.
—Vamos —dice.
Estoy a punto de hacer un baile alegre cuando acepta porque lo último que quiero es hacerlo sola y tener que colorear su parte fingiendo un estilo que no es el mío. Pero me contengo porque me mira de reojo. Consigo ir en silencio a su lado, tengo que ir casi corriendo para pillar el paso de sus piernas e intento que nos quedemos en una de las mesas más céntricas de la biblioteca, pero cuando estoy por retirar una silla, él sigue caminando y con un resoplido lo persigo hasta la segunda planta. Aquí no hay ni un alma, ¿y si me asalta? Seth retira una silla de la mesa más esquinada y tapada por las estanterías de libros. >
—Siéntate —me ordena.
Me siento al otro lado de la mesa y la comisura de su labio se levanta. Me caería bien si no fuera tan burlesco ese gesto.
—¿Qué?
—¿Te doy miedo?
—No es miedo, es la probabilidad.
—¿Probabilidad?
Asiento y abro mi mochila para sacar el trabajo.
—Sí. Cosas mías —me excuso y agito la mano—. ¿Esta vez tienes pinturas?
Intercambiamos miradas y levanto una ceja. ¿Qué pasa ahora?
Seth agita la cabeza y se encorva en la hoja del trabajo con un simple lapicero aburrido. Paso los cinco minutos más aburridos e incómodos de mi vida. Me remuevo en la silla y carraspeo. Él me mira, siento que va a saltar sobre la mesa para que me esté quieta.
—Eres rara de la hostia —me dice.
¿Disculpa?
—¿Y tú qué? No eres el más indicado para hablar de raros.
—¿Soy raro?
Escucho su tono burlón, y las ganas que tiene de que le conteste para llamarme algo peor.
—¿No te parece raro tu comportamiento? Diría que eres retraído pero cuando abres la boca eres sólo un tipo que intenta hacerse el fuerte y que seguro que piensa que el resto somos unos frikis.
> Me hundo en la silla cuando me mira, ¿me he pasado? Sé que no, he dicho algo justo a su comportamiento. A veces, lo que sale de mi boca y lo que pienso después son cosas que no concuerdan.
Se le levanta la comisura del labio, no llega a ser una sonrisa del todo. Por suerte no me lanza una pulla de vuelta, sigue haciendo sombras en su dibujo y pasa a su otra sección saltándose mi turno. Nunca he estado tan aburrida. La curiosidad me sale a flote y le examino desde tan cerca. Los símbolos casi rústicos que tiene tatuados en los dedos, las espadas cruzadas que se repiten en los dorsos de ambas manos: en la mano derecha tiene dos espadas cruzadas envueltas por una serpiente en sombras negras y en la mano izquierda tiene tres espadas cruzadas y una banda de espino que le recubre los nudillos de un lado al otro de la mano. El n***o predomina en su piel. Distingo colarse por las mangas de su sudadera la tinta de tatuajes sueltos. ¿Y las llamas tatuadas alrededor del cuello? Le tuvo que doler tatuarse casi la mandíbula, parece que se ha dado mucha tinta ahí.
—No me mires así —dice con una voz grave y pausada que suena a terror.
—¿Cuántos tienes?
—Demasiados.
>
—¿Duelen?
—No.
Otros cinco minutos en silencio y me pongo a jugar a un juego en mi teléfono. La hoja con sus partes sombreadas y "pintadas" con ese estilo en tonos grises, aparece delante de mi cara y me hace sombra cuando se levanta de su silla y se cuelga la mochila. Mirando el lado bueno de hacerlo así, podré terminarlo en la comodidad del escritorio de la habitación. Me mira de reojo cuando lo sigo con la mochila al hombro mientras me guardo la hoja en un portafolios de clase.
—¿Ahora me sigues? —se burla.
—No te sigo, voy en la misma dirección. Arrogante.
Es toda una sorpresa que por lo menos me sujete la pesada puerta de la biblioteca para salir. No soy cómo él, así que le doy las gracias de verdad y acelero por mi camino a la residencia sin mirar atrás. Me conviene llevarme bien con él, por lo menos en lo que dure este proyecto; necesito mantener mis buenas notas y considero que Seth y yo podemos dibujar grandes cosas, pero necesito ser capaz de estar a su alrededor sin sentirme tan incómoda. ¿Es que no había otro compañero? Seguro que sí, seguro que el profesor ha visto a la persona más preguntona de la clase y al callado del fondo y su gran idea ha sido unirnos. Palmaditas en la espalda para él.
Claire vuelve de hacer su trabajo cuando yo estoy pintando en mi escritorio.
—¿Ha estado aquí el Chico Misterio?
—Ni de broma. Y no es misterioso ya, es insoportable.
—Pero no puedes negarme que tiene mucho aura de misterio.
—Ya...
Repaso las líneas de mis dibujos con un rotulador n***o fino. Claire trastea en su armario.
—Podrías hacerte su amiga, puede que eso sea lo que le falta. Y mira las ventajas de eso: con un amigo como ese nadie se meterá contigo.
Yo como ventaja veo el descubrir más de un chico que lleva meses intrigando a la facultad entera.