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2652 Words
El viernes no tenemos clase, pero el profesor nos está esperando para recibir los trabajos a la entrada de la facultad como bien decía el mensaje que nos ha enviado por correo electrónico; ya tiene un taco de trabajos cuando Claire y yo le entregamos los nuestros. —Podría habernos dado más tiempo si hoy no tenemos clase —se queja—. Tardé tres horas en sólo mis dos partes. —Ya qué más da, se lo hemos dado. Tengo un momento entre dos de mis clases del día en el que me encuentro a Seth rondando el campus de camino a otro edificio, termino caminando detrás de él porque voy en esta misma dirección. Rezo por que no gire la cabeza y camino a un paso más lento de lo normal, pero va fumando y el humo consigue darme en la cara. —¿Casualmente vas en esta dirección o te has obsesionado conmigo? El olor me llega como un rastro a pesar de los pasos y de que me he desviado del camino pisando el césped del campus. Lo odio. —Voy a mi siguiente clase, no eres para tanto —digo. Es guapo, intrigante y esas cosas, pero le falla la actitud. —Seguro... —masculla. Eso es un apoyo a su ego y arrogancia, él sabe lo que es pero si se viera desde mi punto de vista... Es un patán. —Pues si —peleo—. Y por si no te has enterado, ya he entregado el trabajo. —Cómo no —dice y suelta el humo; yo agito la mano e inevitablemente me pongo a su altura. —¿Tú sólo respondes de esa forma? No estarías tan solo por aquí si fueras más amable. —Estoy solo porque quiero. —Es tu elección, pero ya escuchaste al profesor, estaremos semanas trabando juntos y no espero tener este ambiente tan hostil por tu culpa. —¿Mi culpa? Agito la mano para que no me llegue ni un poco de humo a los pulmones, como poco tiene la consideración de cambiarse el cigarro de mano. —Sí, creas un ambiente bastante raro. Voy a aprovechar este momento en el que puedo hablar con él para ver si puedo aligerar un poco su actitud conmigo. Está receptivo y no parece algo que le pase mucho. —Yo trabajo en silencio. Deberías probarlo. —Tú deberías probar ser más amable con la única persona que no te dejó tirado en mitad de la nieve. Tienes suerte de que no pueda volver atrás y hacerlo —bromeo. Si volviera atrás, volvería a ayudarle. Y me viene de perlas llevarme bien con alguien que es mucho más grande que yo y podría hacerme desaparecer. Seth me lanza una mirada, no sé muy bien si de poca gracia o burlesca. —Hice que un friki no se esté tocando con fotos tuyas, de nada. Me lo debías. —Oh, sí, gracias por tener humanidad. —De nada —dice. Agito la cabeza, con el viento el pelo me entorpece la vista y me lo he tenido que recoger en una coleta, pero ahora tengo las mejillas congeladas y las orejas no las siento mucho ya. Me hundo más en mi abrigo, recordándome que este fin de semana tengo que ir a comprar porque con sólo un abrigo no voy a durar el invierno aquí. Debería haberme traído cosas de casa de mi madre, ese tipo de prendas que en un primer momento no me traje al campus porque no esperaba que hiciera este frío aquí también. —Lo que sea —mascullo. Levanto la mano y la agito—. Adiós, Seth. Tomo mi camino y voy haciendo una lista mental de las cosas que debería comprar para lo que queda de frío: unas orejeras, alguna bufanda más porque sólo tengo una, unos guantes que no me queden pequeños, y tal vez un abrigo nuevo que no sea de hace tres años. El sábado decido salir temprano para poder pasarme el resto del día descansando viendo películas en mi cama. Claire sigue dormida cuando me voy, los fines de semana suele dormir hasta tarde y no me molesto en despertarla aunque sí le mando un mensaje a Jane por si quiere venir, puedo pasar a por ella, pero tampoco me contesta y no me va a pasar nada por ir sola. El centro comercial no está lejos, no cojo carreteras muy transitadas porque esas me ponen nerviosa y llego perfecta al aparcamiento del lugar. No doy muchas vueltas y mientras compro, aprovechando el sábado, llamo a mi madre. Está haciendo también la compra del mes y me pasa unos minutos con Kyle. Escojo un abrigo n***o, el n***o pega con todo y cuando el chico tras la registradora lo hunde en una bolsa, me la cuelgo del brazo junto con las otras tres bolsas de otras tiendas en las que he encontrado todo lo que necesitaba más un estuche de rotuladores nuevos con más colores de los que tengo. —Más te vale aprobar todo este curso —le digo mientras camino de vuelta al coche—. Deja los videojuegos y haz tus deberes. —Ya los hago, y mejor que tú. —Sí, claro, lo que digas. Por lo menos yo no tengo la cabeza cuadrada por tenerla metida en una pantalla. —Tengo catorce años, deja de molestarme. Me saca una risa. Prácticamente me cuelga cuando le digo que le quiero y no me lo devuelve. Sé que me quiere, no necesito que me lo diga, sólo es un adolescente pasando por esa faceta que yo jamás he tenido. Me hundo el teléfono en el bolsillo de mi abrigo y hago malabares con las bolsas y las llaves del coche para poder abrirlo. Encajo las bolsas como un tétrix en la parte trasera de mi camioneta, lo cubro todo de nuevo con la placa metálica y la aseguro con los enganches que mi padre fabricó "anti robos". Cualquiera podría quitarme algo de aquí atrás si quisiera, por eso siempre lo vacío. Sigue completamente dormida cuando vuelvo a la habitación y se despierta cuando estoy colocando mis cosas nuevas en el armario. —Buenos días —masculla—. ¿Es tarde? —Las doce. Te dormiste tarde leyendo. Se despereza y arrastra los pies para recoger sus cosas e irse a asear. En lo que está en el baño, Jane me llama. Los sábados siempre hay fiestas y me apunto a ir a un par al mes y porque las fraternidades están al otro lado del campus y Claire me ruega para que vayamos juntas. Hoy hay una fiesta en la fraternidad de Joel, Jane tampoco va mucho y sólo lo hace por él, por eso quiere que vayamos. Es la primera fiesta tras navidad y de vuelta en el campus. —Por favor... Joel quiere que esté y sabes que odio ir sin vosotras. Me aburro y no me gustan sus amigos. Lo sopeso. Las fiestas no son lo mío, tanta gente junta, tantos olores y estar tan tarde despierta... No es lo mío. —No sé... —Por favor —me suplica con ese tono persuasivo—. Tomaremos algo las tres y será divertido. Te lo prometo. Joel nos dejará su habitación si queremos descansar un rato. Sí, debería ser divertido, se supone que de eso van las fiestas. —Lo hablaré con Claire, está en el baño. Te avisaremos. Sé que Claire querrá ir, tampoco es mucho lo suyo, en realidad no es lo de ninguna de las tres pero ellas siempre se lo terminan pasando mejor que yo. A veces me obligo a ir para no retraerme en la habitación y sentirme miserable porque con dieciocho años me excluyo yo sola. Aún así, intento que Claire no tenga muchas ganas de ir, pero es inútil porque se emociona y rebusca en su armario. Sí que tenemos ropa bonita de fiesta, pero por los "por si acasos". Tengo unos pantalones de cuero y un top n***o súper sexy que a duras penas me he puesto una vez porque me los compré en un arrebato. Cuando llegué aquí después de vivir toda la vida con mi madre, pensé que cambiaría, que podría hacerme más fiestera y cambiar mi estilo a uno más atrevido, pero sigo con mi ropa cómoda de siempre. —Te lo vas a poner —me obliga Claire. Corre a mi armario antes de que lo cierre y saca la percha con los pantalones y el top—. Te queda genial. —Me aprieta los muslos, tengo las piernas gordas. Me da esa mirada y pone los ojos en blanco. —No exageres, tienes un buen cuerpo. —Hace frío para llevar eso. Me ignora por completo, saca de su armario unos vaqueros de campana y un top blanco adorable con retoques en las mangas cortas. Es mucho más casual, cómodo y más de nuestro estilo. Rebusco otra cosa, los pantalones están bien, no son tan incómodos porque de la rodilla abajo son sueltos y sólo se me ajustan de rodilla arriba; busco alguna otra camiseta, una menos ilustrativa y mejor para el clima helado de la zona. Tengo un jersey mucho mejor, de manga larga y con unos brillos rojos, es de la época navideña, de esa sección que todas las tiendas tienen de ropa para las noches importantes de las fiestas. Me llega sobre el ombligo y es ajustado, pero tiene una tela algo gruesa que me envuelve hasta las muñecas y aún así me preparo el abrigo sobre la cama y en mi bolso que dejaré en la habitación de Joel, hundo un gorro y una bufanda de las nuevas. —También se te ve genial —me anima—. Será una gran noche. Lo dice, pero escucho cómo quiere convencernos a las dos. > Salimos de la residencia bien abrigadas y no cojo la camioneta porque es una tontería, la calle frente a la casa está repleta de coches, no se puede aparcar y hay hasta atasco para buscar sitio dónde quedarse. Llegamos en veinte minutos, la fiesta está empezando y para ser las once de la noche, hay gente que ya se tambalea por el jardín delantero y casi me resbalo con un vaso de plástico que hay tirado en el porche delantero. > La música resuena con fuerza y me ensordece hasta que me acostumbro. —¡Ahí está! —grita Claire y levanta la mano llamando a Jane. Serpenteamos agarradas de las manos hasta la cocina, nos arrinconamos contra la encimera y Joel y ella nos saludas estando muy acaramelados. —¿Queréis algo? —nos ofrece. Claire bebe alcohol, Jane también, yo me limito a un refresco en lata. Supongo que el hecho de que ellas beban alcohol como el resto, las hace ser más relajadas con el ambiente. Yo no puedo. Después de dejar nuestras cosas sobre la cama de Joel en su habitación cerrada con llave, bajamos al salón porque es dónde hay más ambiente. Sí que me divierto ligeramente, me muevo y bailo un poco con mis amigas, me río bien fuerte con ella y cantamos unas canciones; pero a eso de las dos ya estoy cansada. Nos hemos "integrado" con el grupo de Joel y uno de sus amigos no me deja en paz. Se ha quitado la camiseta a pesar de que fuera está helando pero aquí dentro ni se siente, hay una mezcla tan mala de olores y humos... Quiero vomitar. Encima, mis botas de tacón corto empiezan a dolerme demasiado y se me ha terminado el segundo refresco y no quiero ir sola a por otro porque no sabré volver, o alguien puede tirarme su bebida encima o a saber qué. Y necesito ir al baño. Le apoyo una mano en el hombro a Claire, ya van por su cuarto vaso de alcohol y los efectos ya se les notan bastante. Se ríen por nada y me deja tranquila ver que Joel las vigila a ambas desde su altura de metro ochenta. Intentan que baile con ellas, que me ponga a saltar como lo hace todo el mundo pero sólo puedo pensar en el agobio que siento. Me excuso con ellas para ir al baño y casi huyo hasta él. Hay tres repartidos por la fraternidad y me meto en el más lejano del pasillo. Me siento en la taza del váter respirando. Abro la pequeña ventana superior que da a la calle y el viento frío se cuela pero me viene de perlas. Han sido tres horas de diversión y ya. A esto me refiero, ya quiero irme, ya tengo sueño. La música se escucha lejana, como en una botella, y no huele mal aquí ni hay humo ni nada de eso que me hace vomitar, ni luces y gritos que me agobian. Puedo... ¿La bañera? Necesito descansar. Descorro la cortina, está perfectamente limpia y quepo. Paso un pie, luego el otro y me resbalo hasta estar tumbada dentro. > Una chica entra a resbalones, está tan borracha que ni me mira, se arrodilla delante del váter y se pone a vomitar. Cierro la cortina como si eso me salvara de algo, pero la escucho y me dan arcadas. Cuando termina, tira de la cadena y se va como si nada cerrando la puerta. Me deja la luz encendida. Estaré sólo unos minutos más, hasta que se me pase el mareo del ambiente. Me saco el teléfono de los pantalones y me entretengo un buen rato. Tanto que no me doy cuenta de que vuelve a entrar alguien. ¡¿Por qué no he cerrado con seguro?! Casi contengo la respiración cuando escucho como la tapa del váter se levanta. ¿Es un chico? Escucho el chorro del pis y meto más la cabeza en mi teléfono. Suena la cadena y después, el agua del grifo. Pero no se va, a través de la cortina no veo nada pero en el silencio me parece escuchar el seguro de la puerta echarse y me pasa de todo por la cabeza. > > La gente borracha es la peor, ¿y si me ve aquí? Algo cae contra el váter y escucho el característico sonido de las pulsaciones de un teléfono. ¿Alguien más usa el baño para descansar? Yo lo termino haciendo siempre que vengo, ¿cómo se me ha olvidado hoy poner el seguro? De repente la cortina se mueve y me hace chillar. Se descorre hasta el final y el teléfono se me resbala de las manos. —¿Qué coño haces ahí? —me brama. No sé si esto me parece mejor o peor. Ya sé que no me va a hacer nada, creo. —Estaba primero —me justifico. —¿De mirona? —De descanso. —¿En una bañera? Asiento y me meto la mano por detrás de la espalda para rescatar mi teléfono de la bañera. —Sí. Y tu también te has encerrado aquí. Me hace sombra, su cuerpo tan alto e imponente se postra junto a la bañera con esa ropa negra y toda esa composición oscura en él. Parece un asesino de película, pero sé que no lo es, sólo es un poco idiota e insoportable a veces, pero tiene sus momentos en los que llega a caerme bien. Pocos pero los tiene. Y su halo de misterio admito que es atrapante. Recojo las piernas y dudo un momento. —¿Quieres sentarte? —le ofrezco. Suelta el humo y mira el hueco al otro lado de la bañera. Yo quiero ser buena, no le voy a devolver la misma actitud que recibo de él, yo no soy así. Supongo que no pasará nada por compartir el baño para alejarnos de la fiesta un rato.
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