4.-No…

1424 Words
Capítulo 4. Maxine: Aún no lo podía creer, sin duda hoy había sido un día de locos, todavía me sentía como una tonta por haberme puesto tan celosa del señor Roger, pero eso también me hizo darme cuenta de algo, si no hacia algo para conquistarlo entonces alguien vendría y se lo llevaría, yo sabía que no tenía muchas oportunidades compitiendo contra mujeres guapas y sensuales, no había nada de especial en mi. Tal vez debería de hacer un cambio de imagen, pero aún así, no le llegaría ni a los talones a una mujer promedio. Mis dientes estaban chuecos y necesitaba estos horribles brakets, tenía miopía y no podía estar sin mis lentes, no tenía ni un poco de sentido de la moda, ¿Cómo iba a volverme… sexi?. Lancé un suspiro y miré a la mujer que se había bajado del elevador, yo odiaba a esa mujer, odiaba su altura, la perfección en su andar, la forma tan elegante en que se movía su cabello, y esos labios rojos tan perfectos. —¿Y mi novio, ñoña?—me preguntó mientras se veía en un pequeño espejo. Era bonita, y también era una bruja con todas sus letras. —Esta en su oficina. Amanda, la prometida de mi jefe, sonrió y se acomodó el cabello, ¿Por qué se lo acomodaba?, ya estaba perfecto. Dio media vuelta y estaba por irse, pero regresó su vista hacia a mi. —Te salió un grano horrible en la frente, tápatelo, se ve asqueroso. «Maldita bruja» Terminó de decirme aquello y entonces se fue a la oficina de su prometido. Sin duda Derek Voulder y Amanda Pirce eran el uno para el otro, Bueno no valía la pena pensar en esos dos, saqué mi teléfono y le mandé un mensaje a mi abuela, cuando a mi me daba gripe, ella me hacía un té de yerbas que me curaba casi de inmediato y hacía que el dolor en mi garganta se fuera, así que tenía que darle ese té a mi querido Roger, no quería que se pusiera mal. Le pedí a mi abuela que me hiciera una bolsita de ese té para poder dárselo, guardé mi teléfono y sonreí, era absurdo pensar que él sentía algo por mi, pero nunca estaba de más soñar. Terminé mi día laboral, salí del trabajo como todas las noches y fui a la parada de autobuses, la gente siempre me ignoraba, era como si yo fuera invisible para todos y estaba bien, no me gustaba llamar la atención, me senté en un lugar vacío y me puse mis audífonos para escuchar un poco de música, esa era mi forma de quitarme el estrés . Caminé unas cuadras hasta llegar a mi casa y al entrar sonreí al ver que mi abuela hacía unas bolsitas de té. —Hola cariño, ¿Cómo te fue?. —Excelente abuela. Ella sonrió y me miró. —Oh, ¿Así de bien?. —Mejor. —¿Por qué me pediste esto?, ¿Acaso te sientes mal?. —No, no son para mi— respondí y sonreí, —Son para alguien. —¿Un muchacho?. —Pará uno de mis jefes, es que me dijo que se siente un poco mal y que tal vez le iba a dar un resfriado. —A, ya veo — dijo mi abuela y me miró con los ojos entrecerrados. —No es lo que crees abuela, yo solo tengo que cuidar su salud, eso es todo. —Si claro, yo no he pensado otra cosa. Me senté en una silla y mi sonrisa no podía borrarse de mi rostro. —Así me gusta verte, feliz y sonriente, ese muchacho te gusta, ¿Verdad?. —Que dices abuela, él es mi jefe, y además… él es muy guapo, jamás se fijaría en alguien como yo. —¿Que te dije esta mañana?, si tu no vez lo hermosa que eres, entonces nadie lo verá. —Eso es fácil de decir cuando no eres tan fea. —¿Fea?, ¿Quién dijo que tu eres fea?. —No importa abuela, yo se que no soy la mujer más bonita del mundo, estoy bien con eso. Mi abuela no se veía feliz con lo que dije. —Hice un té especial, una receta única, pasada de generación en generación, algo con lo que no se debe jugar. Yo miré la seriedad en la que ella dijo aquello y le puse toda mi atención, ¿Qué clase de té?. Ella sacó del bolso de su delantal una bolsita de té de color rojo, con algunas letras pequeñas y doradas, que parecían chinas. —Esta es la receta para el amor. —¿Qué?—. Mi abuela ya estaba volviéndose un poco loca. —Mi tátara, tátara, tátara abuela era una mujer a la que le gustaba viajar, viajó a un pueblo en China, ahí aprendió el arte del té y de las plantas medicinales, pero una noche un hombre la sedujo y le robó el corazón, ella terminó muy enamorada de él, pero ese hombre sólo quería jugar con ella, una simple extranjera, así que le rompió el corazón en mil pedazos para después burlarse de ella, los hombres pueden ser crueles. Ella lloró por muchas noches, hasta que sus llantos fueron escuchados por un maestro del té, ella le contó sus penas, pues aunque ese hombre se burló de ella, ella aún lo amaba con toda el alma, este maestro sintió compasión y le enseñó una receta secreta, receta que sólo era usada por unas cuantas mujeres de la realeza, él le enseñó a preparar este té. —¿Qué es lo que hace?. —Enamorar hasta a el más frío corazón. «Absurdo» todo aquello era absurdo, si tal receta existiera ya muchas mujeres la hubieran usado. —Nuestra ancestro le dio este té a ese hombre que jugó con ella, y poco después se casó con él y tuvieron tres hijos, cuando ella falleció él no pudo dejarla ir sola, así que entró en un sueño profundo, pues la llegó a amar tanto, que no pudo despegarse de ella, así de poderosa es ésta receta. —Abuela esa es una historia un poco fantasiosa ¿No lo crees?. —Te lo dejaré — dijo mi abuela y puso aquella bolsita roja enfrente de mi. —Si decides usarla solo asegúrate de que sea el hombre al que de verdad amas, y asegúrate de estar cien por ciento segura de hacerlo, pues no hay vuelta atrás, el amor no es algo con lo que se deba estar indeciso, ni mucho menos algo con lo que puedas jugar, le echas agua caliente a una taza, hasta la mitad, y la otra mitad la llenas con tus deseos hacia esa persona, y si no lo usarás, asegúrate de sacar el contenido y tirarlo, nadie debe saber de esta receta. Yo solo miré la bolsita de té y la tomé, nada de aquello podía ser real, conseguir el amor con unas yerbas secas y agua caliente, eso era… si, era ridículo. Como fuera no quería hacer sentir mal a mi abuela y sus buenas intenciones, así que solo guardé aquel té, de cualquier modo no iba a usarlo… A la mañana siguiente me alisté para ir al trabajo, estaba emocionada por ver al amor de mi vida, él no me veía del mismo modo, pero estaba bien, si podía verlo sonreír entonces estaba dispuesta a hacer lo que fuera por él. Como de costumbre llegué al trabajo y me bajé en el quinto piso, fui a dejar mis cosas y me apresuré a tomar la agenda del jefe, miré sus pendientes y los memoricé, pues si olvidaba algo iba a colgarme de los pies. Lo miré llegar junto con su prometida y solo me miró de reojo, después de lo de ayer yo tampoco podía verlo a los ojos, de por sí ya era difícil tratar con él, ahora lo sería aún más. Sentí una brisa fresca golpearme, mientras que oía las pisadas de unos zapatos golpeando el suelo, estaba acercándose, mi corazón empezó a latir, no tenía que alzar la vista para ver que era él, lo sabía en mi corazón, mi piel se ponía de gallina y tenía cosquillas en mi nuca. —Buenos días hermosa. Yo alcé la vista y mis ojos quedaron enganchados a esos labios tan sensuales de mi querido Roger. Me puse de pie de inmediato y sonreí como si estuviera viendo a un mismo ángel.
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