En la antigua Grecia, las celebraciones y los banquetes eran oportunidades para que los dioses y los mortales se mezclaran, sus identidades divinas ocultas tras velos de misterio. El mito de la cena de Tántalo, donde el rey ofreció a su propio hijo como sacrificio, solo para ser condenado a un tormento eterno, nos recuerda que la ambición y el deseo pueden llevar a la ruina incluso en los momentos de mayor alegría. Este mito es un reflejo de cómo las sombras del pasado y los secretos ocultos pueden influir en el presente, llevando a consecuencias inesperadas.
De vuelta en el salón, Adrian se acercó a Alexander, aprovechando un momento en que Arabella se alejaba para hablar con otros invitados.
“Veo que estás disfrutando de la gala,” dijo Adrian, su tono cargado de ironía.
Alexander lo miró con frialdad. “No sé de qué hablas, Adrian.”
“Oh, creo que sí lo sabes,” replicó Adrian, con una sonrisa burlona. “Jade estaba visiblemente afectada por tu indiferencia. ¿Es así como tratas a las personas que dices importar?”
“Cuidado con lo que dices,” respondió Alexander, su voz baja y amenazante.
“Cuidado tú, Alexander. Sabes muy bien que estás jugando con fuego,” advirtió Adrian, su expresión seria.
Mientras tanto, en el jardín, Jade y Helena regresaban al salón cuando Arabella y Henry se encontraron en un rincón apartado. La tensión entre ellos era palpable.
“¿Qué estás haciendo aquí, Arabella?” preguntó Henry, su voz llena de celos.
“Disfrutando de la gala, como todos los demás,” respondió Arabella con frialdad.
“Sabes muy bien que no me gusta verte cerca de Alexander,” espetó Henry, sus ojos brillando de furia.
“¿Eso te molesta, Henry? ¿Después de todo este tiempo, todavía te importa lo que hago?” Arabella se rió amargamente.
Henry se acercó, su voz un susurro peligroso. “Tú y yo tenemos una historia, Arabella. No lo olvides.”
“Lo que tuvimos terminó hace siglos, Henry. Supera tus celos. Yo nunca volveré a ser tuya.” respondió Arabella, sus ojos llenos de desafío.
Henry la miró con una mezcla de rabia. “Esto no ha terminado.” Ella se encogió de hombros al no importarle su amenaza. "Todos aquí saben que tú me perteneces"
"No te equivoques querido" Negó con su cabeza. "Yo no le pertenezco a nadie."
Por otro lado, Jade regresó al salón con Helena, sintiéndose un poco más tranquila. Sin embargo, al ver a Alexander y Adrian hablando acaloradamente frente a frente, su ansiedad volvió a aumentar.
“Adrian” Hizo una pause al saber que tenía dos pares de ojos mirándola "Te estaba buscando" su voz temblando ligeramente.
"Tenía que hablar acerca de unos negocios con Alexander" Mintió.
Alexander la miró, su expresión suavizándose al verla cerca de él. “Jade, no es nada.”
Adrian, sin embargo, no estaba dispuesto a dejarlo pasar. “Vámonos bonita, Aurea quería verte” Le dio la espalda a Alexander y la agarró del brazo bajo la mirada furiosa del Dios del amor.
La noche continuó con una mezcla de conversaciones y tensiones ocultas. Los dioses y los mortales se mezclaban, cada uno con sus propios secretos y deseos. Jade, atrapada en medio de este juego peligroso, sentía que su vida estaba cambiando de manera irrevocable.
En ese momento, Eleanor y Maximilian se acercaron al grupo. Eleanor, con su vestido azul cielo, irradiaba una calidez y serenidad que contrastaba con la tensión del ambiente. Maximilian, con su traje blanco impecable, parecía un faro de paz y tranquilidad en medio del caos.
“Buenas noches a todos,” saludó Eleanor con una sonrisa. “Espero que estén disfrutando de la gala.”
“Sí, aunque parece que hay algo de tensión en el aire,” comentó Maximilian, mirando de reojo a Alexander y Adrian.
“Siempre hay tensiones en eventos como este,” respondió Adrian, manteniendo su tono cordial. “Especialmente cuando hay tantos intereses en juego.”
Jade intentó relajarse, agradecida por la presencia de Eleanor y Maximilian. “Gracias por invitarnos, Adrian. La gala es impresionante.”
“Me alegra que lo pienses,” dijo Adrian, sonriendo. “Aunque no esperaba que fuera tan... interesante.”
Mientras hablaban, Alexander no podía dejar de observar a Jade. La preocupación en su rostro lo afectaba más de lo que quería admitir. Sabía que no podía mostrarse abiertamente con ella, pero el deseo de estar con ella, besarla, y mantenerla cerca era abrumador.
Helena, notando la mirada de Alexander, se inclinó hacia Jade. “Quizás deberíamos tomar un poco de aire fresco de nuevo. Parece que las cosas están un poco tensas aquí.”
Jade asintió, agradecida por la oportunidad de alejarse. “Buena idea.”
Mientras se dirigían al jardín, Arabella y Henry continuaban su acalorada conversación.
“No entiendo por qué sigues interfiriendo en mis asuntos, Henry,” dijo Arabella, cruzando los brazos.
“Porque no puedo soportar verte obsesionada con Alexander,” respondió Henry con una voz baja y peligrosa. “Te está utilizando, y tú no lo ves.”
Arabella soltó una risa sarcástica. “¿Y tú crees que me importa? Sé exactamente lo que estoy haciendo.”
Henry la miró con una mezcla de frustración y dolor. “Esto no tiene que terminar mal, Arabella. Tienes que cambiar tu pensar, ya que...”
“¿Cambiar? ¿Para qué? ¿Para seguir tus órdenes?” Arabella negó con la cabeza. “No, Henry. Ya no.”
Mientras tanto, en el jardín, Helena y Jade caminaban en silencio, disfrutando de la tranquilidad del lugar. Helena rompió el silencio primero.
“Sé que todo esto es abrumador, Jade.”
Jade la miró, sintiendo una calidez reconfortante. “Cuando estoy cerca de ellos, no puedo pensar en otra cosa.”
“Lo entiendo.” admitió Helena. “Pero tienes a personas que te apoyan, y eso es lo más importante.”
Cuando regresaron al salón, notaron que la atmósfera había cambiado ligeramente. Las tensiones aún estaban presentes, pero había una calma extraña en el aire. Eleanor y Maximilian estaban conversando con Adrian, tratando de aligerar el ambiente.
“Nos estábamos preguntando si les gustaría unirse a nosotros para una copa,” sugirió Eleanor, sonriendo.
“Eso suena bien,” respondió Jade, tratando de mantenerse positiva.
Se unieron al grupo, y la conversación giró hacia temas más ligeros, aunque la tensión subyacente nunca desapareció por completo. Alexander observaba desde la distancia, sus ojos fijos en Jade, luchando contra el impulso de acercarse a ella.
Maximilian, notando la mirada de Alexander, se inclinó hacia él. “Parece que tienes algo en mente, Alexander. ¿Todo bien?”
Alexander lo miró, forzando una sonrisa. “Sí.”
“Bueno, espero que puedas disfrutar un poco de la noche,” respondió Maximilian, con una amabilidad que contrastaba con la frialdad de Alexander.
La gala continuó, y aunque las tensiones no desaparecieron, hubo momentos de risa y camaradería. Los dioses y los mortales seguían jugando su juego, cada uno con sus propios secretos y deseos.
Mientras la noche avanzaba, Jade se encontró pensando en lo que Helena le había dicho. Quizás, después de todo, Alexander sí sentía algo por ella. La esperanza creció en su corazón, pero también la incertidumbre. Alexander, por su parte, sabía que su amor por Jade lo estaba poniendo en una posición peligrosa. Pero estaba dispuesto a arriesgarlo todo por ella. La gala fue solo el comienzo, y los verdaderos desafíos estaban por venir.
La noche terminó con una sensación de incertidumbre y anticipación. Jade sabía que su vida nunca volvería a ser la misma, y Alexander estaba decidido a protegerla a cualquier costo. Porque aunque el camino por delante estaba lleno de desafíos, su amor era más fuerte que cualquier obstáculo.
Y así, mientras la luna brillaba sobre la ciudad, las sombras del pasado y los lazos presentes se entrelazaban en un juego de poder, amor y traición. Los dioses observaban desde las sombras, cada uno con sus propios planes y deseos, mientras Adrian, Jade y Alexander se adentraban cada vez más en un mundo de secretos y peligros.